Aira

Aetheon

AIRA:

"No hables," ordenó en voz baja, alzando una mano como si con ese gesto pudiera silenciar incluso al fuego de la chimenea.

La atmósfera se tornó densa, casi tangible, y sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Algo estaba mal, pero no podía identificar qué. Los segundos se alargaron hasta volverse insoportables.

De pronto, la ventana estalló en mil pedazos, dejando entrar un viento helado que apagó las llamas al instante. En medio del caos, una figura encapuchada apareció en el umbral de lo que ahora era un marco vacío. Su presencia era inquietante, como si la oscuridad misma lo hubiera moldeado.

El príncipe reaccionó con una velocidad que no esperaba de alguien tan despreocupado. En un solo movimiento fluido, desenvainó una espada de hoja oscura que había estado oculta detrás de su escritorio y se posicionó entre la figura y yo.

"¿Vienes por ella?" preguntó, su voz más gélida que el viento que azotaba la habitación.

La figura rió, un sonido áspero y perturbador. "Ella no es lo que parece, Alteza. Es más peligrosa de lo que crees."

Quise protestar, pero el príncipe levantó una ceja y me lanzó una mirada que decía claramente: No intentes hablar.

"¿Qué quieres decir con eso?" preguntó él, sin bajar su espada.

"Pregúntale a ella," respondió el intruso, señalándome con un dedo huesudo. "Pregúntale qué vio al otro lado de la grieta."

El silencio cayó sobre la habitación como un manto pesado. El príncipe giró lentamente hacia mí, su expresión ahora más calculadora que nunca. "¿Es cierto? ¿Viste algo al otro lado?"

Abrí la boca, pero antes de que pudiera articular una palabra, un recuerdo me golpeó con la fuerza de una tormenta: una visión fugaz de un paisaje desolado, con un cielo teñido de rojo y figuras espectrales moviéndose en la distancia. Un nombre susurrado, apenas audible, resonaba en mi mente: Aetheon.

"No sé de qué habla," mentí, retrocediendo un paso sin darme cuenta.

La figura encapuchada rió de nuevo, pero esta vez su risa fue interrumpida por el sonido de una campanilla lejana. Parecía afectarle, porque se retorció como si hubiera recibido un golpe físico.

El encapuchado retrocedió un paso, tambaleándose como si la campanilla quemara el aire a su alrededor. Un brillo débil, casi imperceptible, se filtraba desde algún punto en las paredes, cubriéndolo con una luz plateada que parecía desintegrarlo lentamente.

"Te lo advertí," dijo el príncipe, su voz helada y peligrosa. "Mi castillo no es un lugar donde la oscuridad puede vagar impunemente."

El encapuchado intentó replicar, pero antes de que pudiera pronunciar una palabra, su figura se desvaneció en un torbellino de sombras, arrastrado fuera del umbral por un viento sobrenatural. La ventana destrozada quedó vacía, pero la atmósfera seguía impregnada de algo frío, algo que hacía que mi piel se erizara incluso cuando todo parecía haberse calmado.

El príncipe no bajó la espada de inmediato. En cambio, se giró hacia mí, sus ojos buscando algo que no podía identificar. No dijo nada, pero la intensidad de su mirada era casi insoportable.

"¿Qué era eso?" logré preguntar, rompiendo el incómodo silencio. Mi voz apenas salió como un susurro, y odié lo débil que sonaba.

"Eso," respondió finalmente, bajando la espada con un movimiento controlado, "es lo que ocurre cuando alguien juega con cosas que no entiende."

Su tono estaba cargado de acusación, y sentí cómo la ira se encendía en mi interior. "¿Insinúas que yo tengo algo que ver con esto?"

"¿Insinuar?" dejó escapar una risa breve, carente de humor. "Estoy diciendo que ese monstruo cruzó medio reino para encontrarte. ¿Crees que no lo noté? Desde el momento en que entraste a mis tierras, todo ha estado fuera de lugar."

Di un paso hacia él, desafiándolo, aunque mi corazón latía con fuerza. "Yo no pedí esto. Si ese... lo que sea que fuera está aquí por mí, tal vez debería irme y llevármelo conmigo."

"No," dijo con firmeza, su voz bajando hasta convertirse en un susurro que se sintió más amenazante que cualquier grito. "No vas a ninguna parte. No hasta que me expliques qué eres y por qué Aetheon parece susurrar tu nombre incluso cuando estás callada."

El aire abandonó mis pulmones, y mi mente se detuvo en seco. ¿Cómo sabía eso? No había mencionado el nombre; ni siquiera estaba segura de haberlo recordado hasta hace unos momentos.

"Yo... no sé de qué hablas," balbuceé, aunque sabía que mi mentira sonaba tan débil como me sentía.

Él dio un paso hacia mí, tan cerca que podía sentir el calor de su aliento mezclado con la frialdad de su espada aún envainada. "No juegues conmigo. Podría matarte aquí mismo, y probablemente sería lo mejor para todos."

Sus palabras eran crueles, pero no hizo ningún movimiento para atacarme. En sus ojos había algo más que amenaza: duda, confusión... y algo que no lograba descifrar.

Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió con un crujido, y el anciano consejero Erol apareció en el umbral. Su figura encorvada, envuelta en una túnica azul, parecía inofensiva, pero la urgencia en su rostro me dijo que traía noticias preocupantes.

"Alteza," dijo con voz temblorosa pero clara, "la grieta... está creciendo."

El príncipe cerró los ojos, como si tratara de contener una maldición. "¿Qué tan rápido?"

"Lo suficiente como para preocuparnos," respondió Erol, acercándose lentamente. Su mirada se desvió hacia mí, y un brillo de reconocimiento pasó por sus ojos.

"¿Tú?" susurró, deteniéndose a unos pasos. "Sabía que eras especial, pero... ¿eres consciente de lo que llevas dentro?"

"¿De qué está hablando?" pregunté, dando un paso atrás.

Erol suspiró profundamente, como si la respuesta que iba a dar le pesara demasiado. "Aetheon no es un nombre, niña. Es un lugar. Un lugar que nunca debió tocarse, y mucho menos abrirse."

Mi piel se erizó. El recuerdo de aquel paisaje desolado me golpeó de nuevo, más claro esta vez. Las figuras espectrales, el cielo rojo... y una sensación de que algo, algo vasto y hambriento, me había visto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.