Aira

XIX

Fragmentos

AIRA:

Nunca pensé que el silencio pudiera pesar tanto debajo del agua.

No era un silencio vacío; era uno vivo, lleno de movimiento, como si las corrientes hablaran entre sí en un idioma hecho de vibraciones y luces.

El Reino del Agua Exterior se extendía frente a mí como un sueño líquido, imposible, demasiado hermoso para ser real… y demasiado peligroso para confiar en él.

La luz azul me envolvía entera. Mis pasos resonaban en el puente de corriente sólida que se abría bajo nuestros pies, mientras criaturas translúcidas se deslizaban alrededor, observándonos con ojos que parecían hechos de gotas.

El aire era frío, pero no desagradable. Tenía un olor metálico, entre sal y minerales antiguos, como si miles de años de historia flotaran suspendidos en cada inhalación.

Di un paso adelante… y el mundo vibró.

O no el mundo. Yo.

O el agua.

No sabía distinguirlo.

—Tranquila —escuché la voz de Pyrron, ligera, como si quisiera no romper nada—. La primera vez marea un poco.

—No estoy mareada —respondí sin pensarlo.

Mentí.

Un poco.

Pero no por la ciudad en sí.

Sino porque sentía… algo. Una presión suave alrededor de mi pecho, como si alguien evaluara mis latidos.

Miré hacia abajo. El agua bajo el puente brilló en respuesta.

Kael, unos pasos por delante, se tensó apenas. Lo noté por la forma en que sus hombros se endurecieron. No se giró, pero sabía que me sentía. Siempre lo hacía, y no decidía si eso me irritaba o me tranquilizaba.

Quizá ambas.

La Reina del Agua caminaba con una elegancia que me hacía sentir torpe por existir. No se hundía, no flotaba: simplemente se movía como si el agua la sostuviera con afecto.

—Aira —dijo sin girar la cabeza—. Mantén la mente en calma. El reino percibe más de lo que ves.

Genial.

Más presión.

Tragué saliva, tratando de no mirar cómo una criatura grande, parecida a un león acuático, nadaba bajo la plataforma como si fuera completamente normal.

El reino entero parecía una mezcla de naturaleza viva y arquitectura moldeada por sueños: torres que cambiaban de altura dependiendo de las corrientes, ventanas que fluían como oleaje si alguien las tocaba, escaleras que crecían o se retraían según quién caminaba sobre ellas.

Y aun así… me sentía observada.

—No lo mires directamente —murmuró Pyrron a mi lado.

—¿A qué?

—A todo. El agua aquí no es un lugar. Es una presencia.

Gran consejo.

Por suerte, Kael se detuvo, volviéndose hacia nosotros.

—La Reina nos llevará a las cámaras de recepción. No hablen a menos que ella lo indique. No toquen nada. No interfieran con las corrientes estructurales. No…

—¿Respirar tampoco se puede? —pregunté.

Sus ojos se clavaron en mí. Oscuros. Intensos. Cansados.

Algo en su expresión… un segundo apenas… parecía decir que no había dormido.

—Respira —respondió sin perder la seriedad—. Pero con prudencia.

La Reina intervino con suavidad.

—Kael exagera. Un poco.

—No exagero —respondió él, serio.

Pyrron rodó los ojos tan fuerte que casi se escuchó.

—¡Es una ciudad! ¿Qué tan peligroso puede ser?

El piso bajo sus pies se onduló como reflejo de una emoción ajena.

La Reina solo alzó una ceja.

Pyrron retrocedió… discretamente.

—Ok —dijo más bajo—. Peligrosa. Entendido.

Zephyr se aferró al borde de su traje con los ojos muy abiertos.

—Por las alas del viento… —susurró—. Esto es muy diferente al reino del Aire. Nada que ver.

Pyrron sonrió, apoyando la barbilla en la mano.

—¿Qué esperabas? ¿Pececitos felices y burbujas? Esto es la Corte de la Reina del Agua, no una charca de entrenamiento.

Zephyr le lanzó una mirada asesina.

—Te juro que si te caes, no pienso ayudarte.

—¿Ayudarme? —Pyrron fingió sorpresa—. ¿Tú? ¿Salvarme a mí? Qué tierna.

Seguimos caminando.

El puente se unió con una plataforma circular donde varias figuras esperaban: seres de agua en diferentes formas, algunos completamente humanoides, otros transparentes, otros cubiertos de escamas que parecían cristal. Todos me miraban… demasiado.

Sentí el impulso de esconderme detrás de Kael, pero preferí morir antes que darle ese gusto.

Así que levanté la barbilla y devolví la mirada. Aunque mi corazón golpeaba como si quisiera escapar primero que yo.

Una mujer acuática dio un paso al frente. Sus brazos eran largos, fluidos, moviéndose como si fueran parte de una corriente independiente.

—¿Esta es la mortal? —preguntó, sin sutileza.

Sentí cómo se me tensaba la espalda.

Kael dio un paso adelante, y por un instante pensé que iba a responder, pero la Reina levantó una mano.

—Ella es Aira —corrigió, sin elevar la voz—. No vuelvas a llamarla por un término que desconozcas. Si no sabes qué es, pregunta. No juzgues.

La figura bajó la cabeza lentamente. Un respeto que no esperaba ver.

Y entonces lo sentí: algo cálido.

La mirada de Kael sobre mí.

No protectora.

No arrogante.

Algo más profundo. Más complicado. Más problemático.

El agua bajo mis pies reaccionó, agitando un destello azul.

—Aira —dijo la Reina, fijando ahora su mirada cristalina en mí—. Ven conmigo.

Mi corazón dio un salto incómodo.

Kael se giró un poco, como si quisiera decir algo… pero no lo hizo.

Pyrron silbó por lo bajo.

El aire cambió.

Los guardias miraron al frente como si temieran parpadear.

Yo tragué saliva.

—¿A dónde vamos? —pregunté.

La Reina sonrió apenas.

—A darte la bienvenida formal. Mi reino quiere conocerte.

…Mi reino.

Como si fuera una criatura viva.

Quizá lo era.

Sentí cómo el puente líquido crecía bajo mis pies, invitándome a avanzar.

Y por primera vez… no sabía si estaba más nerviosa por la Reina del Agua…

O por la forma en que Kael me observaba irme.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.