Ruptura
El agua a mi alrededor latía como un segundo corazón.
Pero entonces…
Ese latido se torció.
Primero fue un sonido suave.
Un crac casi imperceptible, como si una burbuja gigante hubiera estallado en otro punto del reino.
La Reina del Agua alzó la cabeza de inmediato.
—…¿Oyeron eso?
El aire líquido dentro del Archivo se tensó.
Las memorias suspendidas sobre las paredes se deformaron como si un dedo invisible las hubiera tocado demasiado fuerte.
Un borde ondulado.
Una distorsión mínima pero equivocada.
Zephyr dio un paso atrás, mirándolo todo con los ojos muy abiertos.
La distorsión volvió a sacudirse dentro de la esfera central.
Un golpe seco, como si algo enorme hubiera recordado que tenía un cuerpo. el Capitán del Ejército del Agua, que se movió al frente con un chasquido que hizo que las corrientes se tensaran.
El Capitán era imponente: alto, de piel hecha de placas líquidas que se movían como escamas vivas. Sus ojos eran dos remolinos oscuros, girando lento. Cada paso dejaba un rastro de burbujas negras. Su mandíbula estaba adornada con líneas de luz azul que se encendían cuando hablaba.
—Retrocedan —ordenó sin mirar a nadie—. La cosa dentro despertó.
Era alto como dos hombres, delgado como una lanza, pero con músculos que parecían tallados en agua sólida. Su piel era un tono azul profundo, marcada por trazos brillantes que parecían tatuajes vivos que se movían según su respiración. Su cabello caía en forma de filamentos acuosos, ondulando en el aire como si estuviera sumergido aunque no lo estaba.
Sus ojos eran de un blanco absoluto, sin pupilas. No parecía ciego. Parecía capaz de ver más de lo que cualquiera quisiera mostrarle.
Su voz era baja, profunda, y al hablar, el agua en las paredes vibró.
—Reina. La corriente sur… se ha invertido.
Levó el brazo y el brazalete de capitán —una pieza curva de cristal líquido, que latía como un corazón— brilló.
—Y el canal este se fracturó —agregó, su voz resonando como un trueno bajo el agua.
La Reina apretó el tridente.
—¿Fractura interna o externa?
El capitán ladeó la cabeza, como escuchando algo que los demás no podíamos oír.
—Interna. Algo… está entrando. O despertando.
Zephyr se pegó a mi brazo, nerviosa.
Kael avanzó un paso hacia mí, sin apartar la atención del capitán.
—¿Qué significa eso?
Pero no hubo tiempo para responder.
Porque en ese instante, la esfera del Archivo latió al revés.
Toda la luz azul se volvió negra por un parpadeo.
El Capitán del Agua, un ser que parecía incapaz de temer nada, retrocedió medio paso.
—Eso no debería ser posible…
Las memorias vibraron tan fuerte que una de ellas estalló como un fragmento de vidrio líquido. Zephyr se cubrió la cabeza gritando.
La Reina susurró:
—No puede haber despertado aquí…
Mi pecho se apretó.
La distorsión dentro de la esfera pateó otra vez.
Una grieta se abrió en la superficie líquida y un chillido grave reverberó por toda la sala, arrancándole el aire a todos los presentes.
El Capitán escupió una maldición.
—Esto no es una memoria —dijo—. Es un intruso.
Kael dio un paso al lado, no al frente.
No para protegerme.
Ni siquiera para lucirse.
Solo se movió porque el piso vibraba demasiado debajo de él.
Pero entonces…
Algo rasgó desde dentro.
Un brazo hecho de sombras y agua oscura salió disparado, golpeando el interior con una fuerza que lanzó una onda expansiva contra todos.
Zephyr cayó al suelo.
Los guardias rodaron.
La Reina se ancló el tridente al piso para no moverse.
Kael retrocedió medio paso, no por miedo, sino por cálculo frío, sin perder de vista a la criatura.
Y en medio de todo eso…
El agua debajo de mis pies se abrió.
No como una grieta.
Como una mano.
Una mano hecha de corriente viva que se cerró sobre mis tobillos.
El Capitán giró la cabeza con una expresión de horror que jamás pensé ver en un soldado de agua.
—¡Majestad! ¡La está marcando!
La Reina abrió los ojos, sorprendida de verdad.
—¡Aira, no te muevas!
No podía moverme aunque quisiera.
El agua me apretó con violencia, como una serpiente que llevaba tiempo esperando este momento.
Kael se tensó, pero no avanzó.
Se quedó donde estaba, midiendo, observando, dudando.Zephyr gritó mi nombre.
El sonido me desgarró la cabeza por dentro.
Y antes de que pudiera gritar, la corriente me tiró hacia adelante.
Hacia la esfera.
Hacia la criatura.
El Capitán reaccionó primero, lanzándose hacia mí con una fuerza brutal. Su brazo se transformó en un filo de agua sólida mientras intentaba cortar la corriente que me arrastraba.
Pero cuando su hoja acuática tocó la corriente…
se deshizo.
Como si algo desde dentro la hubiera devorado.Los ojos del Capitán se abrieron en un gesto que no había visto jamás en él:
Miedo.
—Esto no es magia del agua —susurró—. Esto es… otra cosa.
Kael se estrelló contra la barrera que nos separaba, rugiendo mi nombre como si pudiera romperla a fuerza de voluntad.
La sombra dentro de la esfera abrió sus ojos.
Negros con una fractura de luz.
Y escuché su voz dentro de mi cabeza, un eco roto:
«Encontrada.»
El agua me arrancó del suelo.
El mundo se dobló.
El Capitán gritó algo en un idioma que no entendí.
Kael lanzó un golpe que fracturó la pared pero no la barrera.
Y justo antes de que la oscuridad me tragara por completo…
Sentí unos dedos fríos rozarme la mejilla.
«No otra vez.»
Y fui devorada por el agua.
Hacia la boca abierta de algo que no pertenecía a este mundo.
Y en un parpadeo…
me tragó.
…
No sentí el golpe.
No sentí el final de la caída.
Solo el cambio.