Al salir del pantano de la noche, rodearon los bosques de la mañana, la caminata se retomaba por el bosque Senak. Árboles aún más grandes de los que te hayas imaginado yacían por alrededor, espesas miradas de pastores caminantes rondando por el lugar, no les gustaba la idea de visitantes indeseables que caminasen por esos lugares, sino fuera por Agus estarían en serios problemas, sus caras entretejidas en sabores amargos, sabia maltrecha, que daba un olor nauseabundo. El tramo no era largo, sí, espeso, senderos que se abrían y cerraban, caminaban en zigzag, dejando atrás montículos de hierbas, que desesperadas buscaban el sol, un claro se alzaba un poco más adelante, pudo ser el horario de almuerzo, pero el asunto era fuerte en su interior.
Agus pudo oler en los aires que algo raro pasaba. —Mi señor, ha sentido lo mismo que yo.
Quedando paralizado y con un nudo en la garganta. —Sí, suponía que en un momento tenía que pasar —se quedó mirando el suelo—. El tiempo corre en sentido contrario, no nos queda mucho tiempo —apretando su mano dijo—: tuve ese sueño repentino, donde Jack caía bajo el poder de la muerte. —Su cara empezó del vivo a pálido—, supe que Glaycer tenía mi respuesta, pero hubo más que eso — mientras hablaban
El alrededor se tornaba de día, caminaban de la mano con la tranquilidad de estos valles cortos, y cargados de hierbas verdes, flores, que daban un toque al cincel que los dibujó.
—¿Inoportuno sueño? ¿Jack? —preguntó Agus—, mi señor, perdón por ser intrépido, pero no puedo entender lo que me dice. —La barba en la cara, en realidad el moho, lo tomó entre manos—. Que me lleve mi señor, puede escuchar lo que me dice el viento, pero no soy un adivino.
—Agus, hay alguna forma de llegar rápido —preguntó impaciente.
—Sí, mi señor —una repuesta rápida—, espere un momento—. Alzando las manos, hacia el cielo dijo estas palabras—: Déjame ver, como me lo has dicho — prosiguió con palabras sin sentido, luego sopló, alzándose una neblina pálida y robusta—. Ahora, mi señor, esto puede causar problemas, salgamos de aquí y llegaremos a los páramos en un abrir y cerrar de ojos.
Agus los condujo por un sendero que no tenía fin, los árboles desaparecían a medida que avanzaban, pálidos valles se alzaban, en el montón de bosque, el respirar fue pesado e irritante. Aun Terry dormía profundamente en los brazos de Genowich, grandes suspiros surcaban en sus sueños deliciosos, rebosante de sueños espléndidos, dejando atrás la incertidumbre del porqué, pasando a un vasto y largo gracias. Bajadas aparecían entre árboles que vislumbraban en un avance lento. De repente volvían a entrar al bosque, el caminar era fatigoso, en momentos volvían a entrar en el bosque. Caminaron entre rocas, grutas, peñascos, Genowich no entendía cómo podía caminar Agus de esa manera, un hombre común no hubiera siquiera pensado en trotar de esa manera, pero el Olmo y Genowich estaban tan entrenados que ayudaban a subir y bajar.
—Fuerte, mi señor —se escuchó.
—Tómame fuerte —expresó Genowich.
—Ya casi llegamos, mi señor —dijo Agus—. Sosténgase fuerte de mi rama, y no la suelte, que estamos por llegar.
Cruzaron el páramo, la neblina no dejaba ver lo que pasaba alrededor, una especie de neblina lograba despistar a cualquier intruso, al llegar una luz blanca, dispersó la neblina, en dos segundos. Pudieron deslumbrar a la mujer de blanco, brillando frente a ellos, una espada se podía ver colgando a su derecho, pelo erizado color negro tupido, una capa color perla, un collar colgaba en su cuello.
—Bainekroliad Dumanack (el sol en lo alto agrada al corazón) —dijo, una reverencia salió de ella informal para cualquiera, se tomó del pelo alzándolo con la mano derecha hacia atrás, la otra mano libre la llevó hacia el cielo, y bajó su cara al suelo.
Agus cordialmente saludó a la dama de blanco. —Mi querida Naira.
—Agus, ¿dónde están los Gravents que cuidabas? — preguntó Naira—, perdón por mi pregunta, veo que están apurados, la neblina no me permitía ver, acabo de pelear, con un dragón escarabajo, tomó por sorpresa a un grupo, pero no tuve la oportunidad de asistirlos, el animal me tomó la pelea en serio, pero lo pude perder de vista, no quise acercarme a ellos.
—No lo puedo creer —se escuchó—, ¿por dónde fue eso?, tengo que llegar antes, de que ellos lleguen —expresó apretando su mano fuerte.
—Mi señor, no puedo acompañarlo, por razones obvias. —Agus apuntó hacia la entrada, y explicó—, es difícil que un árbol camine por esos senderos, no queremos percances. Ni menos quebraduras de algunas de mis ramas, no es por cuidarme, tardaríamos en pasar, retrasaríamos el paso. Nuestra dama Naira puede llevarlo, ella conoce bien los senderos, los tiene escritos en la palma de la mano.
—¡Oh! Sí. Mis condolencias, mi querido Genowich. —La valentía de su rostro mostró su preocupación—. Mi querido Trolls, déjeme llevarlo por ese camino desdichado, para cualquier árbol, o puedo decir cualquier caballero que sea valiente, yo cuidaré de usted. —No vaciló en lo que decía, sí hubo un resoplo.
—Mi querida Naira —se dejó escuchar entre dientes—, no puedo combinar mis aspiraciones, cuido de los míos y acepto la propuesta, sigamos caminando hacia nuestro destino, y encontremos nuestro sendero, y llegar a tiempo.
—Bien, no hay más que decir, a caminar se ha dicho. —Agus soltó una risa—. Esa de árboles que tal vez escuchaste alguna vez, pero no te lo imaginas.