Sin titubear y pensar, conspiraron mis planes, pidiendo ver al rey por medio de una carta, al entrar al castillo, sus ventanales estaban clavados, la oscuridad reinaba, había un hombre sentado pálido y de blancas barbas mirando el fuego, una mujer se acercó y le dio una taza de té, y habló a su oído y parecía perdido en sus pensamientos, al mirar hacia mí se levantó y ya erguido me preguntó ¿qué deseaba?, mi pregunta fue rápida, ya que por primera vez entraba por unas puertas golpeando mis manos. Al preguntar, ¿por qué pedía tanto por esta niña, acaso todo lo que tiene no vale más que una simple muchacha? —pregunté.
En ese momento como un viento recio arrancando la primera hoja en invierno, recordando lloró y dijo al fin: —Mi pequeña Lebrihen, cuánto tiempo pasó desde tu última risa, mi pequeña —al arrebatarle el aviso de la mano lo apretó como si fuera ella misma.
—Viejo, no has respondido a mi pregunta, por los navíos de alta mar respóndeme — refunfuñó contra el rey—, mis secuaces y el que te habla han frenado el ataque a esta ciudad.
—Si alguien pudiera devolverle la vida a mi sangre, sería recompensado con todo lo que se pueda dar y más —dijo estupefacto y envuelto en lágrimas, luego de tanto llorar y casi perdido en su locura o amargura preguntó u ordenó: —¡Tú! —vociferó—, sí, tú, irás allá donde no hay sol, allá donde el viento se perdió, allá donde los despeñaderos son el precipicio del mundo, donde se arma de avidez el valiente frente al cielo, irás tú —ordenó el viejo embriagado en su locura.
—Métete tus palabras en el fregadero de tu locura —contestó Orvej, estupefacto y abochornado por las palabras Frodlens de Hamendolf—, con un movimiento de mi mano, las naves que he preparado invadirán este sitio, conocerás la embriaguez de mi fuerza.
—¿Como crees que puedes moverte de este sitio cuando te encuentras rodeado de mis súbditos y de mis guerreros?, ¡apresadlo! —dijo el rey embriagado de cólera, por la repuesta de Orvej.
—Rey de Malivales, eres carroñero como las aves, tienes una vista aguda —dijo con palabras aduladoras Orvej—, ¿crees que no es tarea para mí o con quién crees que tratas?
El rey sonrió y rio como si su locura se esfumara de repente. —¿Y tú qué crees, acaso sabes por qué invite a Orvej quita tierras a llegar hasta aquí? —preguntó.
—Barbas engreídas, si mis viejas canas no me dejaran ver lo que dice u olfateo y entiendo lo que dice el rey de Malivales, ¿me encomienda la búsqueda de su hija? Solo un rey llora con amargura y el reino lo padece.
—Elocuentes palabras, bribón, dicen ustedes los piratas, y usted es uno de ellos, no se hable más. Hay un galeón esperando su partida, y tiene que ser de inmediato, no podemos perder el tiempo, mi hija corre peligro y usted es el único que puede salvarla, en su camino tendrá instrucciones y se le informará todo lo que necesite saber, si usted pierde esta única oportunidad que tenemos el mundo estará en peligro.
Al escuchar estas palabras Orvej se quedó completamente mudo, por qué elegirían a un canalla como él, que solo vive de lo que malversa. Ya todo dicho y sin poder resistirse, se adentró a esta aventura, ya en cubierta pidió que cuatro de sus compañeros sean llamados a este viaje, a los demás les dio indicaciones fieras y funestas de que desvalijaran el pueblo y maten al rey, si la vuelta no era como se había acordado.
—Shelda —preguntó Orvej.
Y él contestó: —Aquí, mi capitán, listo para zarpar.
—Grom-kohm —preguntó mirando un papel con cosas que había pedido.
—Al servicio de usted —dijo uno con mirada hosca y tenía un ojo menos, de piel morena.
—Nissrom.
—Aquí, mi señor, con mi ron, y mi espada Lelgas —dijo un hombre blanco de ojos azules y risa frívola.
—Flobergh —preguntó entusiasmado.
La compañía del barco se quedó mirando aquel personaje con caras asustadas, a pesar de que era un hombre de cordura y lento para enojarse, su aspecto no decía lo mismo, de pelos hasta los hombros y ojos tristes de manos toscas, y unos siete pies de altura.
—Señor, no merezco esas miradas, ¿acaso alguien puede pasar desapercibido? —dijo Flobergh apesadumbrado. —Miradas, o no miradas, no es tiempo de ver qué es lo que necesitas tú ahora —expresó enfurecido—, no los he convocado aquí para sermones de niños de escuelita.
Y todos se quedaron mirando a aquel hombre de canas y dientes rotos.
—Bien se sabe, que nuestra misión es rescatar a la hija del rey Frodlens de Hamendolf, iremos y no se puede deducir si tendremos oportunidad de volver con vida, ahora, haraganes, escuchen, el estiércol de dragón huele mejor que ustedes, leven anclas y zarpemos en este día, el viento está a favor y espero que nuestra suerte sea así como nuestra salida.
Ya saliendo la olas golpeaban con ímpetu el casco, la proa llevaba labrada el pico de un águila y los ojos de tal estaban a estribor y babor, donde el capitán obtenía una vista al cielo, al zarpar cruzaron la bahía del cangrejo Crur al noreste de Malivales, así desatracaron aquel mediodía; las jornadas que siguieron fueron favorables el viento los acompañó en la mayor parte de la travesía, Helmok Rimh y Leindon Grendin, dos muchachos que por primera vez salían a aguas profundas, miraban la ciudadela hermosa y rozagante como una bella novia ataviada, se alejaron rápidamente, así volviendo a sus labores, Orvej contempló aquella ciudad que pudo ser suya, una notable curiosidad se deslumbró desde su corazón y partió sin saber qué travesía esperaba.