Luego de la golpiza que recibió sobre el cuerpo, empezó a gotear su sangre entre las encías, se sentía débil y, con hambre, hacía unos días que no veía el sol radiante salir por el este, como todas las mañanas acostumbradas, su perro no aullaba ni daba indicios de olfatearlo, sino que pudo deslumbrar unas imágenes de su mascota, no había una taza de café caliente, ni una vela que lo alumbrara por las noches, en la oscuridad mortecina de su celda el ambiente lúgubre dejaba desmantelar el crimen del plato vacío que las ratas habían dejado, sus patitas se movían rápidas hacia su escondrijo, una caja de madera que se usaba como excusado, al volver en sí escuchó voces, susurros en la oscuridad.
—Ey, ey, ¿estás ahí? —preguntó una voz trémula.
Pero le faltó el aire por querer contestar a la voz. Soltando un «sí» como prueba de que estaba vivo, y al momento volvió a dormirse unas horas, donde sintió que las voces llovían entre las paredes, unas pidiendo socorro, algunas susurraban maldiciones, pero siempre eran las mismas voces tenaces que los hacían callar, unas luces iban y venían, golpeando los barrotes de la celdas, los goznes de las puertas chillaban al abrir y cerrar, las llaves golpeaban contra las cerraduras con ira, las bofetadas se sentían en el aire, los ecos de dolor resonaban en las paredes negras, las escalinatas se sumergían en un profundo y oscuro hueco, donde unas lámparas que emanaban una luz gris pálida zambullidas por los corredores de Lebemgarth (ciudad de los muertos), allí se encontraban los esclavos del señor Holdberan, al sur de Malivales, no hay indicios ni cuentas del número de celdas, pero sí se sabía que muchos esclavos podrían entrar, por cada mazmorra apretaban a diez prisioneros, ofrendas para el despertar de Obelión, querer ganar su favor era fiable e imprescindible de ganar el favor del señor de los cielos, como solían llamarlo. José se encontraba con pocas fuerzas y la sed involuntaria volvía decidida a recordarle dónde se encontraba.
—Sí, aún sigo aquí —dijo con voz trémula, por el esfuerzo recordó los dolores en el cuerpo, trató de recuperar el aliento, hasta que la voz de su compañero le contestó.
—Qué bien, creo que pasaron días hasta que volviste a responderme, ya te creí muerto, ese mequetrefe de Ashnan ha vuelto una y otra vez, se han llevado a los que llaman “las ofrendas”—dijo la voz de un viejo.
—¿Las ofrendas? —preguntó José sin entender, mientras se acomodaba en uno de los barrotes para escuchar atentamente.
—Ñam, ñam, ñam. Acaso ¿no lo sabes? —dijo otra voz curiosa—, falta poco, falta poco, no recuerdo la última vez, él vino, el cielo, el agua en el océano, ñam, ñam, ñam, él siempre está malhumorado.
Y otra voz lo interrumpió regañándolo. —¡Ya calla, viejo!, vas a asustar a nuestro huésped, y tú también, Clouw, no les hables de las ofrendas—y en ese instante cambió la conversación—, ¿de dónde provienes, viejo, he visto cómo Ashnan te traía a los golpes, acaso hiciste algo en contra de ese fisgón? —preguntó la tercera voz.
—Claro que sí, estropeé su orgullo delante de todos, sin pensar y sin vacilar me convertí en su trapo desde que me atraparon, sin vacilar y sin chasquear aquí estoy —dijo José dolorido.
—Cómo has hecho eso, todos aquí lo odian, ese maldito presumido, desde que se convirtió en jefe no ha dejado de presumir sus condecoraciones, en este tiempo han estado escaseando guardias —dijo la tercera voz.
—Ñam, ñam, ñam, calla ahora tú, que al anciano no le importan esas cosas de aquí dentro, él será la primera ofrenda de Ashnan, y no quiero estar a su lado —dijo la segunda voz enfadada.
—No, no, hay que dejarlo que pelee una buena batalla, antes los llevarán ante el señor de la montaña, ahí escogerán, al más fuerte y al más débil, y será echada la suerte —dijo Clouw exasperado por querer ver la pelea.
—¡Cállense!, ustedes dos, dejen al viejo en paz, que aún no llegará su momento, está muy herido para ser una ofrenda —dijo la tercera voz.
—Ahora entiendo por qué Ashnan lo está cuidando, le lleva y le trae comida, quiere ver muerto a este viejo —dijo Clouw exaltado de emoción—, sí, veo que eres una oportunidad para él, él quiere verte pelear porque, si has dejado su pellejo en el fango, quiere verte morir.
—No podrá verme morir, porque me escaparé de este lugar —exclamó adolorido José—, en mis viejos tiempos fui uno de los mejores guerreros, y mi edad no me condiciona.
Y las tres voces se exaltaron de emoción, nadie ha hablado así en años, todos callan o se orinan.
—Shh, hagan silencio —dijo Clouw
—Sí, es verdad. Ñam, ñam, ñam —dijo la segunda voz con más tranquilidad.
—Perdón por nuestras formas, hace tiempo que no se escucha una voz nueva, veo que el fondo de esta prisión la colmaron de esclavos, y traerte hasta aquí, pero eso no importa, bien, mi nombre es Hohn —dijo el de la tercera voz, el más sensato.
—Y yo me llamo, ñam, ñam, ñam —dijo la segunda voz quedándose en silencio.
—Ay, allí va, nuevamente su nombre se esfumo de su mente —dijo Clouw.
—Suele ocurrir, ¿verdad? —dijo Hohn y se echó a reír—, aquí pierdes la cordura, y mira nuestra voz amiga, ha perdido su nombre, es lo más importante y lo único que no pueden robarte.
—¡Ya cállense! —rugió la segunda voz olvidadiza—, puede que haya perdido mi nombre, ¿quién le quitará el orgullo a un soldado?