Aishla

14 La salida

 

El viento presuroso golpeaba las puertas de las casas, los ventanales se precipitaban como un miedo que toma lugar en el pensamiento, las tejas ajenas se desmoronaban extrañas al peligro, los postes conmovidos por la furia de la tormenta que azotó en aquella mañana de frío, que sin tregua arrancaban las hojas desgajando las flores diseminadas por el campo verde, las nubes presurosas se agolpaban en el vasto cielo, y las aves prontas emprendían el vuelo a un lugar seguro, las manos esforzadas de los sirvientes procuraban mantener la calma esperando lo peor, el ánimo caía con cada estreñido golpeteo del chaparrón que descendía impetuoso, seguido de los rayos que caían sin piedad sobre los árboles partiéndolos sin compasión.

Las manos moribundas y llenas de un frío que se servían del calor, la vida había muerto al nacer el día, el amor había sido quitado, la esperanza hurtada con el negro derrumbe de un poder misterioso que asolaba las tierras del sur, las impetuosas manos de la seguridad habían huido tras una desoladora imagen que estaba a punto de avistar nuestra compañía.

Al terminar la tormenta, y el cielo vacío, sus vasijas cargadas de agua sobre la tierra, el viento desplomado sobre los vados, que presurosos como caballos dejaron sus huellas, como valientes dejaron sus rastros en el horizonte, el lamento de las mujeres fue grande y los hombres apesadumbrados por el terror de la tormenta que dejó.

—Fría y calculadora puede ser una tormenta —dijo Peñasco dolido—, razón alguna habrá para este desastre.

—Hace días reíamos —comentó Darío apesadumbrado por el desastre.

—¿Hace días? Cada día tiene su alegría, y con justicia recae sobre las cabezas el sol —dijo la señorita Neigh, que ahora se sentía triste por el desolador acontecimiento—, presuroso destino, escalofriante verdad, resuena en la verdad.

—¿Qué verdad? —preguntó Max sabiendo a dónde se dirigía con sus palabras.

—No hay más que decir, ¿no crees, Max? —preguntó y afirmó Sguils con una sensata mirada.

—¿Verdad? —dijo la niña sin entender—, ¿destino y verdad?

El herrero se quedó paralizado y mudo frente a los comentarios, él sabía que la hora de la partida se aproximaba, este desastre era uno de los indicios, también en su corazón habitaba el miedo de la desdicha de arriesgar, la vida de su sobrina y del pequeño Darío, y su corazón estaba acongojado y no podía mirar más allá de su miedo ponzoñoso que acuchillaba toda esperanza. Ahora la vida dura y cruel le jugaba en contra, descender a las profundidades de minas Autar era su misión imposible, estaba seguro de que uno de ellos quedaría enterrado por siempre en aquel lúgubre lugar. —No podremos seguir esperando —dijo acongojado.

Al fin y al cabo, Maki recordó la charla de Peñasco e Iriok, aquel hombre con presencia formidable. Los ojos se le llenaron de lágrimas por ver el desastre que causó el temporal.

Cada uno llevaba un peso sin igual, los señores que cuidaban las tierras de los señores Korking, ellos estaban desconsolados por las cosechas que con tanto esmero cuidaron, ahora los manzanos estaban desechos y nada pudieron salvar, solo una almendro pequeño que resguardado bajo el alero de un álamo quedó intacto como un buen pastor de árboles guardó, los durazneros estaban hechos añicos, los maizales estaban llenos de agua y ya nada servía, las cebollas, las patatas, melocotones, pasas, y todo aquello que daba flores estaba arruinado, las ovejas habían desaparecido y estaban dispersadas, solo un puñado de ellas habían quedado resguardas debajo del gran álamo, pero las gallinas habían desaparecido y lo que quedó fueron algunos huevos rotos, una parte de la casa había caído y el techo de la galería por donde Darío había caminado hacia el baño había colapsado. Había arboles incrustados sobre lo más alto de la casa, como si un gigante los hubiera arrancado de raíz y arrojado sobre la casa.

—Hombres gigantes de los vientos nos visitaron en la tormenta, esto acontece cuando las tormentas arremeten contra los lugares bajos como en este momento —comentó Sguils.

—Eso define por qué el desastre en nuestras tierras —comentó el señor Peñasco.

—Alguien tuvo que sobornarlos —dijo Neigh.

—Y no solo eso, ¿quién tiene la capacidad de subir en lo alto? —preguntó Sguils. Mientras los niños escuchaban, poco conocían de esos gigantes.

—Creen que el innombrable pudo subir hasta los cielos, pero lo poco que sabemos es que ellos están aferrados a las brisas, llevando y trayendo recados, pero los rumores de su despertar son reales y afirmar su trono una vez más para ser destruido, ¿quién lo vencerá? —preguntó Max al final.

—Lo que creo firmemente es que nada podemos hacer, pero entiendo que el álamo puede tener la respuesta que necesitamos —dijo Elguin confiado.

—¿Quién hablará con él? —preguntó Sguils—, quién ha podido sacarle una palabra en estos años.

—No lo es, pero tendrá que cooperar, los álamos no son gratos al hablar, y tampoco nadie ha podido sobornarlos, son fieles y sus raíces son tenaces —dijo Neigh.

—¿Puedo probar? —dijo el niño—, la última vez he hablado con tres de ellos, y Maki lo ha llamado por su nombre.

Maki lo miró de reojo, su secreto había sido revelado. Neigh la miró casi regañándola con los ojos. Y Elguin se llevó la mano a la cara roja, ella sabía que no estaban permitidas tales cosas, como hablar con extraños y no podía detenerse en el camino y menos hablar con árboles.



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En el texto hay: fantasía fénix, aventura y magia.

Editado: 18.06.2024

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