Su corazón latía desesperado, sintió un fuerte golpe en su cabeza, al llevarse la mano a la cabeza sintió su cuero cabelludo viscoso, supo enseguida que su herida era profunda, miró a su alrededor dolorido con un zumbido en su oído, uno de sus compañeros le gritaba que se levantase, que se ponga a cubierto, un brazo fornido lo tomó por debajo de su hombro llevándolo hasta un sitio que creyó ser el mejor, él le gritó, pero su vista estaba perdida. Entonces lo depositó sobre la piedra lisa y ahuecada para dejarlo al resguardo, salió como un conejo asustado huyendo, tratando de buscar una salida. El volcán había tronado su furia sobre la isla comiendo con lava voraz todo a su paso, las erupciones seguían unas tras otras como si nada pudiera detener su enojo sobre la tierra de aquella isla, la erupción había cubierto de ceniza gran parte de la isla. Shelda, y Grom-kohm saltaban para no ser alcanzados por las lavas que seguían cayendo como una lluvia torrencial.
—¿Qué haremos? Perdimos esta batalla, Erveriock no muestra su fuerza sobre las cosas —dijo Grom-kohm.
—¿Derrotados? ¡No! —vociferó Shelda.
En ese momento Nissrom llegaba agitado diciendo que había un camino. —Grom-kohm, tienes que venir a ver esto, ayúdame, tú conoces bien esta isla, es nuestra única salida.
Grom-kohm acompañó a Nissrom, salteando obstáculos, se habían formado ríos de lavas, la tierra crujía con dolor, agrietando el suelo, apareciendo lagos de lava a medida que el volcán escupía su lava.
—Allí está la entrada —advirtió Nissrom.
Grom-Kohm paró en seco su marcha examinando la entrada, y dijo: —Es aquí, trae a los demás rápido, hemos llegado, Huolem nos espera.
Nissrom salió huyendo antes de que las cosas empeoren, Grom-Kohm entró sin ser llamado, frente a la entrada había otro letrero. Sin hacerle caso al letrero ingresó sin llamar, dentro había oscuridad, el ambiente estaba frío y húmedo, avanzó por un corredor que poco a poco se fue iluminando por una luz verde pálida, avanzó unos metros y detrás escuchó susurros, su corazón se precipitó de repente parando su corazón porque sintió un escalofrío delante, cuando una sombra se dibujó delante, al instante la sombra lo invitó a pasar.
—Perfecto idiota —se dijo Grom-Kohm—, no tenías que volver, esto tenía que quedar en el pasado, allí tenía que morir —y se dijo nuevamente—, allí ya no está mi pasado, ahora ha vuelto a mí como la noche, ahora aquí estoy, nuevamente en este lugar, saldremos de aquí, ahora estoy delante, y él me invita a pasar, espero que no se haya olvidado de mí.
Sin chistar más, siguió su camino, llegó a un puente donde debajo había un río rumoroso, el puente seguía igual como la última vez, siguió avanzando y las maderas bajo sus pies chirriaban, se tomó de una de las sogas para sujetarse, continuó avanzando hasta llegar al otro lado, miró detrás por si alguno de sus compañeros se acercaba, pero no había más susurros, ningún índice de que alguien lo siguiera, al mirar al frente había una silla con un esqueleto de un hombre que parecía esperar algo y detrás otro camino que serpenteaba el río rumoroso, ahora estaba más clara la luz, el río parecía estar límpido en el fondo se veían peces que nadaban contra la corriente, y unas rocas sobresalían del suelo, Grom-Kohm tomó algo reluciente de la mano del cuerpo y lo metió en el bolsillo, también tomó su espada en mano y avanzó.
—Tendré que enfrentarme solo —se dijo tomando fuerte su espada.
—¡Grom-Kohm! —dijeron varias voces—, espéranos.
Grom-Kohm miró hacia atrás, y la compañía corría tras él.
—¡Perfecto idiota! —increpó Orvej a Grom-Kohm—. Perfecto idiota —volvió a increparlo, Orvej venía montado sobre el hombro Nissrom.
—Disculpe, mi señor —dijo apesadumbrado Grom-Kohm—, él me ha llamado, tenemos una cita. Lo he conseguido —dijo con el corazón en la mano—. Huolem nos espera.
—¡Perfecto idiota! —dijo Orvej—, tenías que esperar a que lleguemos todos —dijo enfurecido—, ahora tenemos que seguir, estas son buenas noticias.
Delante de ellos, había una roca marcando el camino.
Shelda la examinó. —Creo que debemos correrla, nos mostrará una entrada.
Flobergh se acercó y la observó, la tomó y en un abrir y cerrar de ojos la piedra se movió, el camino era estrecho y con falta de aire, en el aire volaba un olor rancio.
—Un pasadizo viejo —dijo Grom-Kohm—, hubiera jurado que ya estas cosas no existían, pero algo me dice que vamos por el buen camino.
Dentro la oscuridad reinaba, tomaron unos trozos de madera del puente y la encendieron. Al introducirse, Grom-Kohm iba guiando el grupo, Flobergh estaba a la retaguardia por ser el más alto y no podía ir tan rápido con los demás, en varias ocasiones creyó perderlos cuando el camino torcía hacia algún lado, poco a poco fueron avanzando, y el olor a muerte se hacía más penetrante, el hedor se volvió más fuerte, al llegar a una antecámara había una mesa negra con frutas podridas y un animal despedazado, sobre la mesa a unos diez pies había una piedra lisa y una luz pálida entraba por ella.
—¿Qué es este lugar? —preguntó Shelda.
Grom-kohm estaba nervioso, y sin darse cuenta volvió a tener sentimientos de no tener que estar en ese lugar.