Aitana al acecho

Capítulo 2 'De nuevo estoy siendo la tonta yo'


Aitana

Mi mañana del domingo, adoraba esos días. Después de una larga noche en el trabajo, despertaba hasta tarde porque el vecindario estaba muy tranquilo a esa hora, no había claxon de autos, o el autobús recogiendo a los mocosos, inclusive, los perros cooperaban con mi descanso.

Todo era casi perfecto ... a excepción de un pequeño engendro del demonio.

—¡Despierta acosadora! —mi cuerpo sobresaltó al escuchar los estruendosos sonidos que hacía al golpear una olla con una cuchara.
—¡Voy a matarte! —me puse de pie, rápidamente para alcanzarlo.

Corrí de prisa hacia él para alcanzarlo antes de que cruzara la puerta, pero no lo logré, y la verdad era que aún seguía medio dormida como para perseguirlo por toda la casa, así que volví a meterme bajo el edredón, e intenté retomar mi sueño ...

—Buenos días, dormilona —dijo papá y maldije entre dientes.
—Por favor, quiero dormir —supliqué al retirar el edredón.
—Y a mí me gustaría que bajaras al almuerzo.
—Papá por favor —me senté—. Anoche tuve que lidiar con dos mujeres gritonas a punto de parir. No me hostigues más.
—De acuerdo, pero Tobías está abajo. Ha regresado de su viaje.
—Bien.
—Y ya que hablamos de él, no quiero que salgan por la noche, recuerda que hoy darán toque de queda.

La semana pasada había desaparecido una chica y todo el pueblo estaba preocupado, aunque no es como que yo fuera de los gustos del secuestrador, ¿cierto?

Era una mojigata para medio planeta.

—De acuerdo, papá.

Solté un largo suspiro antes de sacar mi trasero de la cama y tomar una ducha de diez minutos, al salir de ella, cepillé y trencé mi cabello rubio como todos los días, arropé mi cuerpo con un vestido holgado, mallas térmicas, botas y un suéter negro para las frías mañanas del otoño.

Comencé a buscar mi móvil por todos lados, ya que no sabía dónde mi despistada mente lo había dejado.

—Demonios —expresé con frustración al no encontrarlo.

Me arrodillé en el suelo para echar un vistazo debajo de la cama, tampoco lo encontré, lo que sí había, era un cuenco con palomitas.

—Voy a matar a ese pequeño engendro del mal —volví a expresar al sacar el cuenco y ponerme de pie.
—Te ayudaré.
—¡Ahh! —di un pequeño salto al escuchar una voz detrás de mí, en cuanto me giré, le lancé las palomitas—. ¿Quieres darme un susto de muerte?
—Si, bueno. Yo también te extrañé —ironizó Tobías.

Mi mejor y único amigo desde la infancia.

—Suelo ocasionar ese sentimiento en las personas —también ironicé al colocarme de rodillas para volver a meter las palomitas regadas en el cuenco.
—Ja ja ja, quién no te conozca que te compre —comenzó a ayudarme—. ¿Me explicas como es que te arrestaron dos días en una semana?
—Así que ya te enteraste, eh —sonreí.
—Fue lo primero que tu papá me dijo al entrar a la casa.
—Sí lo creo.
—Déjame ver la enorme herida que te dejó esos feroces colmillos del chihuahua —me lanzó a la alfombra y elevó mis mallas para ver mis tobillos.
—¡Déjame, idiota! —comencé a reír con fuerza mientras forcejeaba con él.
—No veo nada —expresó divertido—. A menos de que te haya mordido el trasero. Déjame verlo.
—No te atrevas a tocarme el trasero, tonto —lo empujé y el se soltó en risa.
—No puedo dejarte ni unas cuantas semanas sola, ¿verdad?

Tobías era un chico muy guapo, tenía el cabello negro y ligeramente largo, con algunos mechones pintados de azul. En su oreja izquierda, llevaba un piercing con un dije de cruz, además de tener un aro en la nariz, algo que lo hacía ver súper atractivo. No siempre fue así, en el pasado sufría de obesidad, tal vez eso fue lo que nos unió, ya que a ambos nos hacían bullying, él por tener demasiado peso y yo por ser demasiado delgada, además de una niña extraterrestre. Así era como mis ex idiotas compañeros del jardín de niños me llamaban.

Desde entonces nos volvimos muy unidos, incluso, nosotros mismos nos apodamos Timona y Pumba por nuestra canción favorita de aquella caricatura. Y sí, sé que es timón y pumba, pero él dijo que como yo era mujer, debía ser Timona, así que ... así se quedó y no lo contradije.

—¿Qué tal todo en Seattle? —pregunté al acostarme por completo en la alfombra. 
—Mejor de lo que esperábamos —sonrió al hacerlo a mi lado—. El espacio en el centro comercial es muy bueno y tiene una renta a un precio excelente —forcé una sonrisa.

No era que no estuviera feliz por él, simplemente ...

Tobías también se había quedado atrapado en Woodstock Vermont, pero no por las mismas razones que yo. Hacía más de ocho años que sus padres habían inaugurado su primera Cafetería, justamente en ese vecindario, de ahí todo fue viento en popa, ya que lograron tener una propia franquicia y Tobías le ayudaba a sus padres a manejar el negocio familiar.

Ese era mi problema.

El sueño de Tobías siempre había sido vivir en Seattle y gracias a que se estaban expandiendo, él por fin lo cumpliría, puesto que su padre le había dado la oportunidad de tener su propia Cafetería mientras continuaba con su carrera de Arquitectura.

¿Ahora entienden porque mi forzar en la sonrisa? Mi amigo se marchaba al otro lado del "mundo" y existía la posibilidad de no volver a verlo en un futuro próximo.

—Estoy feliz por ti, aunque no comparto tu idea con los días lluviosos, pero estoy feliz por ti
—Es mejor que querer ser una neoyorquina —se burló de mí antes de ponerse de pie—. Tu papá preparó esas ricas empanadas, ¿bajamos a desayunar?

Papá era bueno en la cocina.

—Ahora te alcanzo.
—Bien —se fue.

Suspiré ligeramente y también me puse de pie para terminar de recoger las palomitas del piso, enseguida, salí de mi habitación, pero en vez de dirigirme a las escaleras, atravesé el pasillo para llegar hasta la ventana del mocoso.

Hice el mismo procedimiento de acosadora, tomé los binoculares y comencé a fisgonear. Mi corazón latió con fuerza cuando lo miré a través de su ventana, estaba semidesnudo mientras se miraba al espejo.




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