Aitana al acecho

Capítulo 3 'Tengo una cita'


Aitana

—Permíteme ayudarte —mi vecino me tomó del brazo, pero en lugar de sentir aquellos escalofríos que leía en los libros, sentí dolor.
—Au —me quejé.
—Lo siento, no quise hacerte más daño —me tomó de las manos y me ayudó a salir de entre la basura—. Parece que fue un fuerte golpe, ¿cierto? —expresó mientras retiraba de mi hombro una cáscara de huevo.
—Esto sería menos vergonzoso si no pusieras tus cestos de basura a medio paso —sonrió ante mi estupidez.
—¿Así que es mi culpa? —elevó las cejas, divertido.

«Está tan guapo»

—Porque desde donde yo lo veo ... —continuó—. Los cestos de basura están en la acera de mi casa.

Miré en su dirección, era verdad, estaban al mismo nivel que los de mi casa.

—Lo siento —bajé la mirada totalmente avergonzada.
—Descuida. Ven conmigo, te ayudaré a limpiar esa herida —caminó hacia su casa y dudé en seguirlo—. No muerdo, Aitana —añadió al girarse.

¿Cómo demonios sabía mi nombre?

—Siento mucho tutearte, pero el otro día conversé un poco con tu padre y mencionó tu nombre. Espero que no te moleste.

«Rayos»

—Mientras no haya sido nada vergonzoso, está bien.
—¿Más vergonzoso que esa caída? No lo creo —resoplé divertida al volver a bajar la mirada.
—Toma asiento en una de esas sillas —señaló las del jardín—. Iré por un botiquín de primeros auxilios —volvió a girarse y entró a su casa.

Yo comencé a morderme las uñas de mi mano de una manera nerviosa, pero al sentir el sabor de la basura en ellas, me dio asco y no lo volví a hacer.

Con piernas temblorosas y el corazón desbocado, caminé hacia una de las dos sillas que estaban ahí para tomar asiento, esperé unos cuantos segundos más a que él regresara, en cuanto lo hizo, tomó asiento en la otra silla y mi nerviosismo creció.

«¿Cómo rayos enfrentaré esta situación?»

"Sé tú misma"

A mi mente llegaron aquellas palabras que Pumba me decía con frecuencia.

—Déjame ver —tomó mi muñeca con delicadeza y observó la herida—. Creo que no necesitas ir al hospital —me sonrió.

Comenzó a pasar un algodoncillo con antiséptico por el área afectada y yo volví a quejarme como una tonta cobarde. La herida ni siquiera era grande. «Tonta exagerada»

—Lo siento —volvió a disculparse.
—Descuida —intenté sonreír—. A veces soy un poco cobarde.

«Bueno, siempre»

—No eres la única. En ocasiones yo también lo soy.
—¿En verdad? —me sorprendí.

Es decir, lucía tan fuerte y masculino que me era difícil creerlo.

—No tengo por qué mentirte —me sonrió de una manera que me intimidó.

«Es tan lindo»

—Ahm ... —desvíe la mirada de la suya mientras vacilaba con los dedos de mi otra mano—. Ayer por la mañana ...

Me interrumpí a mi misma al tragar pesadamente, no sabía como expresarme, inclusive, mi cuerpo había comenzado a temblar y, realmente, esperaba que él no lo sintiera. Eso sería más vergonzoso.

—Siento mucho haber cerrado la puerta en tus narices —tomé una respiración profunda y silenciosa al terminar.

En verdad me había costado mucho trabajo decir aquellas palabras.

—No te preocupes —le restó importancia—. Aunque la verdad heriste mi ego —admitió.
—¿Ah, sí? 
—Sí, es la primera vez que una chica linda lo hace.

¿Qué ...? Qué ¿qué dijo?

—¿Qué? —le pregunté aturdida. Había escuchado mal.

Él frunció el ceño al mirarme y sonrió.

—Ahm, dije una chica linda. Eres una linda chica, Aitana —reiteró y mi corazón se detuvo.

Estaba lista para morir. El chico más guapo de todo el planeta me había dicho que era linda a pesar de que creía que estaba mintiendo, pero al demonio, eso fue increíble y ..

—Gracias por todo —retiré mi brazo de un tirón y me puse de pie muy a prisa.
—Pero aún no cubro tu herida —dijo sorprendido por mi impulso.
—Estoy bien, muchas gracias por todo —casi corrí hacia mi bicicleta—. Y siento mucho el incidente —añadí sin mirarlo.

Si lo volvía a hacer, moriría infartada frente a él.

Monté la bicicleta, rogándole a Dios no volver a caer de ella, aunque para mi suerte, eso ya no sucedió y pude alejarme de ahí lo más rápido posible.

Mi corazón iba a "trescientos mil latidos" por hora, mi piel sudaba frío y podía sentir mi cuerpo temblar hasta las pestañas. No podía creer lo que me había dicho, me había pasmado mentalmente, jamás había vivido algo así y para ser mi primera vez, todo había sido un desastre, empezando por mi torpeza en la bicicleta.

Mientras pedaleaba, pensaba en mi patética vida, del cómo no había tenido una sola relación sentimental desde la adolescencia y no era por falta de oportunidades. Mamá decía que siempre había un roto para un descosido, pero mi temor para tratar con los chicos, era grande y con mi vecino estaba la prueba.

Era un hecho lo siguiente que haría, esconderme bajo una piedra y no volver a salir nunca de ella.

🕜🕝🕞
 


—¡Nos vemos mañana! —le grité a papá antes de salir por la puerta. Ya iba tarde para el hospital.

Bajé de prisa el pórtico y corrí al auto de Tobías para abordarlo.

—Pumba, voy a matarte —le dije al colocarme el cinturón de seguridad.
—Lo siento, había mucho tráfico —se excusó al avanzar.
—¿Y de casualidad el tráfico tiene que ver con tu novia la hueca? —giró los ojos.
—Se molestó porque te visité primero a ti y no a ella. Debía recompensarla, ya sabes ... —me sonrió con picardía.
—Cállate.
—Mejor dime cómo sigues de ese accidente en bicicleta —fruncí el ceño.
—¿Cómo te enteraste?
—Tu hermano subió el video a su Facebook.
—¡¿Que el engendro del diablo hizo qué?!

Mis ojos casi salían de sus órbitas.

—Obsérvalo tú misma —lo buscó en su móvil y me lo entregó.

El taradito grabó el video desde su ventana, claramente, se podía ver mi torpeza andando en la bicicleta.




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