Aitana al acecho

Capítulo 4 'Esa perr*'


Aitana

Odiaba los inicios de semana, lucía y me sentía como una Zombie, pero aquella mañana del lunes era diferente, aquel inicio de semana había comenzado con demasiada energía fluyendo en mi cuerpo.

Era el día de mi cita con Tucker.

En toda la noche, apenas si me había concentrado en el trabajo, no dejaba de pensar en la charla que había tenido con él, además de apuñalarme a mí misma con mis inseguridades. Creía que había algo oculto detrás de todo esto porque era, literalmente, increíble que alguien como él se hubiese fijado en mí, así que sí no era atracción, entonces ¿qué demonios quería conmigo?

Tomé un largo suspiro al ver el auto deportivo de Tobías, mi turno en el trabajo había terminado y lo estaba esperando.

—¿Pidió servicio de taxi, señorita? —me sonrió a través de la ventana.
—¿Cuántas veces te tengo que decir que no vengas a mi trabajo en este auto? —me quejé al abordarlo. Era un BMW negro—. La gente pensará que no necesito el empleo.
—Tienes un amigo adinerado. lidia con eso —giré los ojos—. ¿Lista para el día de clases?
—No.

Por supuesto que lo estaba, quería que el día ya terminara, pero no se lo diría, no le diría que tenía una cita con mi vecino, ¿porque? Por vergüenza, ¿qué tal si yo sólo me estaba creando ilusiones tontas y al final todo resultaba en un desastre? No quería que mi amigo presenciara mi desgracia.

—¿Qué ocurre contigo? —preguntó y yo fruncí el ceño—. Estás diferente.
—No lo estoy, ¿escuchamos música? —encendí el Estéreo del auto.
—¿Segura que todo va bien?
—-Claro.

Pensó por un momento mientras intentaba descifrar alguna señal de lo contrario en mi rostro.

—De acuerdo —comenzó a avanzar—. Pon la canción número cuatro de la lista —pidió y yo suspiré por lo bajo, agradeciendo mentalmente que no hubiera insistido con su interrogatorio.

Al colocar la canción número cuatro, comencé a reír y él lo hizo conmigo.

—¿Qué rayos es esto, Pumba?

Era la canción de Hakuna Matata.

—¿Recuerdas que nos aprendimos hasta la última palabra cuando éramos niños? —preguntó.
—¿Cómo olvidarlo?

Sin preocuparse ... es como hay que vivir,
al vivir así, yo aquí aprendí 
¡Hakuna Matata!
 


Cantamos los dos y reímos de lo más divertidos.

Después de quince minutos, llegamos a la universidad hablando de viejos recuerdos de nuestra infancia, algunos extraños, otros graciosos y algunos un tanto tristes. Al estacionar su auto, ambos descendimos de él para encontrarnos con una furiosa Brittany, la novia hueca de Tobías.

—¿Así que por esto no pasaste por mí para llegar juntos? —le preguntó con los brazos cruzados mientras me miraba.
—No comiences con tus dramas, ¿quieres? —le pidió Tobías—. No sabía que querías que pasara por ti.
—¡Debiste suponerlo! —la loca elevó la voz.

Suspiré con fastidio.

—¿Acaso crees que es Dios para ver las tonterías que pasan por tu hueco cerebro? 
—Aitana ... —Tobías me advirtió.
—No, déjala, bebé —la maldita sonrió—. Déjala que demuestre su envidia al vernos juntos.
—Ahs —expresé al girar los ojos—. Nos vemos luego —le dije "al bebé" y caminé hacia la entrada de la universidad.

No tenía porqué soportar sus estupideces.

Aún faltaban unos diez minutos para entrar a mi primera clase, así que decidí pasar por un café, no quería que mis ánimos y energía bajaran por el encuentro con aquella tarada.

—Un Capuchino por favor —le pedí a la chica que estaba detrás del mostrador.

Al intentar sacar dinero de mi bolsillo para pagar, una suave mano detuvo la mía para no hacerlo.

—Aitana, yo invito —me sonrió radiante la chica y yo fruncí el ceño.

En breve, la miré pagar mi café y el de ella.

—Y ¿cómo estás?
—¿Quién rayos eres?
—Vanesa, del club de lectores —elevé las cejas. No sabía quién era—. Fingiré que no me ofende el que no me conozcas, nuestro círculo social no tiene nada en común.

Giré los ojos por segunda vez.

—¿Qué quieres? —le pregunté.
—Invitarte a una fiesta en mi casa, este fin de semana —volví a fruncir el ceño—. Puedes invitar a Tobías, si quieres.

«Demonios»

Ya sabía por dónde iba el asunto.

—Olvídalo. Si tantas ganas tienes de acercarte a él, búscalo tú misma.
—¿Al menos podrías hablarle bien de mí?

Pero qué cínica.

—¿Por qué habría de hacerlo? Ni siquiera te conozco. Además, a simple vista se nota que eres igual de hueca que su novia —miré toda la vanidad que en ella fluía.
—Disculpa, ¿cómo me llamaste? —se puso a la defensiva.
—¡Hueca! Mastícalo, saborealo y trágatelo —me giré para tomar mi café del mostrador—. Y gracias por el café.

Salí de la cafetería hecha una furia.

Era feliz por Tobías, verlo salir de la depresión en la que estaba por su peso, era algo que me hacía sentir orgullosa, pero en ese momento, odiaba que se hubiese convertido en todo un adonis y que las chicas sólo se acercaran a mí para llegar a él y, no era envidia como decía la otra hueca, repito, era feliz por mi amigo, pero sí era un fastidio tener que lidiar con eso.

🕜🕝🕞
 


La mañana se había ido volando, habían terminado las clases y estaba lista para irme a casa, pero antes debía hacer algo que no quería ... buscar ayuda. Caminé hacia la salida de la universidad en busca de la odiosa hermana de Tobías, al verla con su montón de amigas, me acerqué a ella.

—Donna, ¿podemos hablar? —pregunté a sus espaldas y ella se giró.

Era una de las "populares". Cabello negro, cuerpo tonificado, uñas perfectas, labial perfecto, cutis perfecto, todo era perfecto en su físico, aunque también creía que era una hueca.

—¿Tiene que ver con la salud de mi hermano? —respondió con otra pregunta.
—No.
—Entonces sí podemos hablar —ella y sus amigas comenzaron a reír.

Yo sólo giré los ojos ante lo estúpidas que eran.




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