Aitana al acecho

Capítulo 18 'Sentimientos encontrados'


Aitana

Tucker lucía guapísimo, usaba un esmoquin común, pero puesto en él, hacía que aquel traje fuera lo último en la moda, y yo ... pues, no había dejado de recibir halagos por parte de los padres de Donna, inclusive de ella misma, de quien no había escuchado ni una sola palabra, era de Tobías, parecía que estaba molesto con todo el mundo.

—No tenías que haber rentado un auto lujoso —le dije a Tucker mientras lo miraba conducir—. El tuyo habría sido suficiente.
—Bueno, en primer lugar, este es uno de los autos de mi tío, y en segundo, él mío no habría sido el más adecuado para este tipo de eventos, aunque si no te gusta, podemos ir ahora mismo a cambiarlo.
—No, no, está bien —sonreí.
—Está noche estaré dedicado a complacerte, Aitana —me miró rápidamente, una mirada con picardía.

Yo sólo mordí la parte interior de mi labio, sintiendo como mi pulso aceleraba. Estaba completamente nerviosa por lo que podría llegar a suceder esa noche.

—¿Le dijiste a tu padre que te quedarías conmigo esta noche?
—No ... bueno, es que ...
—¿Te has arrepentido? —se tornó un poco serio.
—No —respondí con obviedad.
—¿Y entonces? —suspiré.
—Es sólo que no quise ser tan directa —me encogí de hombros—, tú me entiendes —volvió a sonreír.
—¿Y qué fue lo que le dijiste?
—Le dije que me quedaría en casa de Tobías.
—Mhmm, bien —su sonrisa se volvió forzada.
—Pero no será así, ¿cierto? —intenté ablandar su gesto con desagrado—, porque pasaré la noche contigo.

Tucker salió de la carretera y detuvo el auto por un momento.

—Así es, Aitana mía —me gusto que me llamara así—. Estarás a mi lado la noche entera.

Se acercó a mí y besó mis labios, ligeramente. Quería que el beso fuera más intenso, pero gracias a que traía un kilo de maquillaje, no hubiese sido lo más adecuado.

—¿Nos vamos? —le pregunté.
—A menos de que tengas un plan sucio en mente, podríamos quedarnos.
—Cállate —le dije divertida mientras él calor subía por mis mejillas.

Él sólo sonrió y volvimos a internarnos en el camino.

Al llegar al gran salón, Tucker entregó nuestras invitaciones en la entrada y accedimos al lugar, un lugar que gritaba "lujo" en todo lo alto. Las mujeres habían dado lo mejor de ellas para lucir radiantes esa noche, y los hombres, bueno, también vestían muy elegantes. Algunos de ellos me miraban con morbosidad sin importarles que estuvieran acompañados.

No tardé en sentirme intimidada, a pesar de que eran miradas que jamás creí recibir, me incomodaban.

—Vaya —expresó Tucker al mirar a una chica haciendo acrobacias en un aro, suspendido—. Parece que no escatimaron en gastos.
—Me doy cuenta —sonreí, pensando en que todo eso era una exageración.

Había más de cuatro personas haciendo un espectáculo para entretener a la gente, uno de ellos, lanzaba fuego por la boca.

Mi vista, rápidamente, ubicó a Tobías y sus padres, enseguida, di un paso adelante con la intención de caminar en su dirección, pero ...

—Por allá está mi tío, vamos —Tucker colocó una mano en mi espalda desnuda para guiarme.

Había olvidado por un momento que no estaba acompañando a Tobías, sino a mi novio y su tío.

Caminamos en dirección al doctor Jenkins, quien se encontraba conversando con otro hombre, un hombre que me parecía conocido, pero no recordaba de dónde.

—Tío —Tucker llamó su atención.
—Hey, llegaste —le sonrió al estrechar su mano, en breve, me miró—. Aitana, luces bellísima esta noche —le sonreí con timidez.
—Muchas gracias, doctor Jenkins.
—Oye, sales con mi sobrino, creo que fuera de la clínica puedes tutearme, ¿cierto Tucker?
—Así es. Sé que ustedes ya se conocen y todo, pero tío, oficialmente te presento a mi novia —mi sonrisa se extendió. 
—Pues es un placer, señorita Pevensie —el doctor estrechó mi mano—. Me da mucho gusto saber que mi sobrino por fin encontró a una chica decente.

«¿Eh?»

¿Cómo que una chica decente? Pues, ¿con quién rayos se involucraba Tucker? Con chicas huecas y de un físico perfecto, debía ser. Tal vez conmigo había hecho una excepción.

—Tío, no hagas esos comentarios frente a mi novia, ¿quieres?
—Me disculpo, el alcohol comienza a surtir su efecto —se justificó de una manera divertida—. Oh, por poco y me olvidaba de ti —pasó su brazo por los hombros de la persona con la que conversaba antes de que nosotros nos acercáramos.
—Que buen amigo eres, Jenkins —le sonrió el hombre. No parecía tener más de treinta años.

Lucía joven y atractivo.

—Chicos, él es Josep, estará un año de su residencia con nosotros. Se unirá al club de los anestesiólogos, ¿cierto, compañero?

Era verdad, en los días pasados, lo había visto caminar por los pasillos de la clínica. Mi tonta memoria lo había olvidado.

—Muy cierto —respondió él al sonreírme—. ¡Mucho gusto, Aitana! Estás en recepción, ¿cierto? 
—Así es —le asentí con la cabeza.
—Te reconocí en cuanto entraste al salón. Luces divina esta noche.

El brazo de Tucker se aferró a mi cintura. Un poco sorprendida por la acción, lo miré hacer un gesto con molestia.

—Muchas gracias —respondí a su halago con más timidez aún, no quería incomodar a Tucker.
—Nos vemos más tarde, ¿de acuerdo?

Sin siquiera dejarme decir adiós, Tucker me alejó de ellos como si me estuviera salvando de ser devorada por cocodrilos. Una vez que él sintió que ya no era una especie de carnada, nos detuvimos.

—Oye, ¿está todo bien? —le pregunté.
—Claro que no —respondió tajante—. Estoy comenzando a odiar tu vestido.

Mordí el interior de mi labio, sintiéndome culpable, ¿por qué? No lo sabía, pero no podía evitarlo.

—Lo siento —bajé la mirada—. Yo creí que te había gustado.
—No, discúlpame tú a mí —me tomó de la cintura y unió su frente a la mía—. Te ves radiante con él puesto, Aitana y aquel imbécil que te devoraba con la mirada, lo sabía.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.