Aitana al acecho

Capítulo 20 'Un secreto revelado'


Aitana

—Parece que pasaste una mala noche —Trish al fin había llegado. No era tarde, pero yo ya moría por que mi turno terminara.
—Fue algo estresante —mentí.

La noche había estado muy tranquila en mi pequeño espacio de trabajo, pero mi estado de ánimo había estado por los suelos y todo se debía a mi discusión con Tobías.

—Pues con ese cambio de look y el chico con el que sales, deberías estar radiante todos los días —comentó y yo ladee mi sonrisa.
—La paciente de las once, cambió su cita para mañana a la misma hora —cambié de tema. No quería seguir hablando de mi desastrosa vida—. Ah, y también, no se ha podido recibir pagos con tarjeta, algo sucede con la terminal. Vendrán a checar más tarde.
—¿Algún otro pendiente? 
—Ninguno —tomé mi mochila—. Nos vemos en la noche, ¿de acuerdo?
—Que tengas buen día —me sonrió.
—Adiós.

Al salir del hospital, esperaba ver un bonito Impala rojo con mi novio, abordándolo, en lugar de ello, una fastidiosa Donna, descendió de su auto rosa y se acercó a mí.

—¿Por qué rayos te volviste a trenzar el cabello? —preguntó con horror.
—Porque es mi habitual peinado.
—Eso era antes, cuando tu cabello era un asco.
—¡Oye!
—Es la verdad, tu cabello estaba espantoso y ahora que yo he hecho maravillas en él, deberías siquiera cuidarlo como agradecimiento, ¿no lo crees?

Era verdad, Donna había conseguido dejar mi cabello hermoso, pero me aterraba la idea de dejar de ser quien era y convertirme en una de ellas.

—¿Por qué mejor no me dices que rayos haces aquí? ¿Dónde está Tucker?
—Le envíe un texto, informando que yo vendría por ti.
—¿Tienes su número?
—Obvio.
—¿Debería preguntarte cómo lo obtuviste?
—No —suspiré—, pero ya deja de hacer preguntas tontas y ven conmigo.

Me tomó de la mano y me llevó a su auto.

—Quiero que te pongas esto —metió su mano por la ventana y sacó un atuendo completo para mostrármelo—. A partir de hoy, vestirás acorde a ese increíble cambio que te hice —abrí los ojos como platos.

Era una blusa muy escotada para mis gustos y los leggings ... los malditos leggings eran de cuero, haciendo juego con una chaqueta del mismo material.

—¿Te volviste loca o qué? No, espera, ya estabas loca, quise decir: ¡Ni siquiera lo pienses, lunática! —giré sobre mi talón para largarme, pero obviamente, me detuvo.
—No te lo estoy preguntando. Te subirás a mi auto y te vestirás, o si no, yo misma lo haré.

«Maldición, ¿por qué a mí?

—Ya eres popular, Aitana, compórtate como una.
—¿Popular? ¿De qué rayos hablas? —sonrió.
—Toma —me entregó el atuendo—. Sube al auto y te contaré todo mientras te cambias.

No me dejó protestar, rodeó su llamativo coche y lo abordó. Yo sólo suspiré con pesadez, esperando que ese día terminara.

De camino a la universidad, Donna iba felizmente contando que su Instagram había estallado con una foto mía que había publicado. Casi se salía mi alma del pecho al escucharla, de saber que haría una cosa como esa, jamás la habría dejado fotografiarme, la muy perra me había dicho que era algo así como el antes y el después, y yo de bruta, le creí.

En fin, no paraba de decirme que demasiados chicos habían comentado y reaccionado a la foto con mucha positividad, y que lo más posible era que todos querrían llevarme a la cama.

«Cristo, Jesús»

—Ya no quiero escuchar más tus bobadas —le dije mientras intentaba subirme los leggings en los asientos traseros—. Mejor dime si sabes algo de Tobías ... ¡Ahhhh! —grité al golpear mi cabeza contra la ventana.

La tonta de Donna había girado el volante con agresividad.

—¡¿Te importaría conducir con precaución?! 
—Oye, no fue mi culpa. El anciano del otro auto ya no debería conducir.
—Auch —sobé mi cabeza.

Fue un fuerte golpe.

—Será mejor que te apresures a vestirte para que te coloques el cinturón, ya que no me haré responsable de tu muerte si nos volcamos —giré los ojos.

Aparte de perra y hueca, bruta.

—¿Y qué hay de Tobías? —continué con el reto de vestirme en un auto en movimiento, que para colmo, tenía una conductora pésima. 
—Ha estado como alma que lleva el diablo —suspiré al mirarla por el retrovisor—. ¿Le dijiste que te habías tirado a Tucker?
—¿Como sabes que tuve sexo con Tucker?

La perra, repentinamente frenó y yo fui a parar de narices al tablero.

—¿Tuviste sexo con Tucker? —preguntó impresionada.
—¡Donna, voy a matarte! —expresé al tocar mi frente.

Ese también había sido un fuerte golpe.

—Hazlo después. ¡Quiero saberlo todo! —sonrió—. Ni siquiera creí que te atreverías a hacerlo.

—¡Fíjate demente! —un conductor le gritó a Donna por la ventana al pasar por nuestro lado.
—¡Muérete idiota! —ella también le gritó.

—Recuérdame que por mi propia vida, no vuelva a subir a tu auto —regresé a los asientos traseros sin dejar de sobar mi frente.
—¡Cállate, Aitana! —giró su cabeza para mirarme—. ¿Qué no te das cuenta de lo que está pasado? ¡Ya no eres virgen! —elevó la voz, emocionada.
—¿Quisieras bajar la voz?
—Esto tenemos que celebrarlo. Por favor, dime cómo la tiene.

El calor subió por mis mejillas ante sus estupideces.

—Yo, no lo sé, no ... no sabría con quién compararlo.
—Déjame ayudarte —elevó ambos dedos índice para simular la medida—. ¿Es así? —era pequeña su medida, así que negué con la cabeza—. Ok, ¿y así? —abrió un par de centímetros más, pero volví a negar.

La tarada extendió su sonrisa.

—De acuerdo, de acuerdo —intentó controlar su emoción—. ¿Qué tal así?
—Mhmm, sí, creo que es así.
—¡Ahhhhhh! —mi cuerpo sobresaltó ante su grito—. ¡Lo sabía! Sabía que un hombre como ese tendría un gran pene —de nuevo giré los ojos.
—¿No vamos? No quiero llegar tarde a clases.
—Está bien, pero tienes que decirme cómo estuvo tu noche.

Continuamos con nuestro camino y como era de esperarse, me obligó a contarle hasta el último detalle, estuve a punto de confesarle lo que mi mente imaginó al terminar, pero me contuve, conociéndola, me molestaría infernalmente con ello.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.