Aitana al acecho

Capítulo 22 'Creo que ya la maté'


Aitana

Dos semanas, literalmente, había pasado dos semanas de no ver ni hablar con mi tonto amigo. ¿Qué demonios pasaba por su cabeza? No respondía a mis textos, a mis llamadas, incluso, había ido a buscarlo a su casa en repetidas ocasiones y jamás estaba. Entendía que estuviera molesto por nuestra última conversación —discusión—, pero fue él quien dijo que sin importar lo que pasara, no dejaríamos de ser amigos y vaya sorpresa ... él fue el primero en roper su promesa.

—Oye, patito feo convertido en cisne —miré con cara de asesina al engendro.

Estaba de pie en el umbral de mi puerta.

—¿Qué quieres, mocoso?
—Que me lleves al partido.
—Disculpa, pero no recuerdo haberme convertido en tu chofer personal.
—Papá aún no regresa y no quiero llegar tarde a las semifinales.

«Demonios»

No tenía cabeza para hacer nada, estaba furiosa con todo el mundo, hasta Tucker había pagado los platos rotos por mi mal humor. Esa mañana del domingo, me había invitado a desayunar en las afueras del pueblo, pero gracias a Tobías, no había aceptado, ese tarado estaba afectando mucho mi estado emocional.

—Esperame en el auto, ya bajo.
—No te tardes, ¿quieres, desquiciada?
—¡Ya voy! —elevé la voz y él se fue.

Con un suspiro, presioné 'enviar' al texto número "999" que ya le había escrito a Tobías. En él, le pedía que me llamara, que siquiera me dijera que estaba bien o que al menos tuviera el valor para decirme que me fuera al infierno.

«Carajo»

Guardé el móvil en mi bolsillo y me coloqué mis converse. Ese día no tenía ganas de vestirme adecuadamente, lo que explicaba mi pantalón de chándal y playera sencilla de color blanca. Si Donna me hubiese visto en ese momento, seguro le daba un infarto. Había vuelto a trenzar mi cabello y para colmo, llevaba una gorra muy poco femenina.

Al salir de casa, abordé el auto de papá, apenas días atrás se lo había entregado, así que por lo menos, ya no andaríamos a pie.

—¿Esta vez si jugarás o te quedarás en la banca? —le pregunté al mocoso mientras echaba el auto de reversa para internarme en la avenida.
—Por supuesto que voy a jugar, he mejorado muchísimo y ya no me he quedado en la banca.
—¿En serio? —mi tono de voz se volvió burlón—. Porque si más no recuerdo, la última vez que te vi ...
—¿Hace cuánto que no vas a verme jugar? —me interrumpió—. ¿Un año?
—Tal vez —me encogí de hombros.
—¿Lo ves? —frunció el ceño—. No hay manera de que puedas saber si he mejorado. Ni siquiera le preguntas a papá como me va en mis prácticas.
—No comiences a llorar, ¿quieres mocoso? 
—Ahs —giró los ojos al cruzarse de brazos.

Sonreí al verlo ponerse sus morros, sin apartar la vista del camino, golpeé su brazo con mi codo para llamar su atención.

—¿Te parece si esta vez me quedo?
—¿No tienes un novio con el cual regresar?
—¿Celoso?
—¡Nunca, lombriz de agua puerca! —extendí mi sonrisa.
—Tucker puede esperar, ¿qué dices?
—Pues no lo sé —se hizo el difícil.
—Mi propuesta se acaba en tres, dos ...
—¡Está bien! —elevó la voz.
—¡Bien! —sacudí su cabello con mi mano.

Continuamos con nuestro camino mientras escuchábamos Creep de Radiohead, era bueno saber que el cabeza de chorlito tenía buenos gustos en música, de lo contrario, el viaje sería torturador, para él obviamente, ya que yo no dejaría de escuchar mis canciones favoritas.

—Rayos —expresé al ver una calle cerrada.
—¿Qué sucede? —me preguntó observando lo mismo que yo.
—Debe ser la feria de halloween —respondí—. Por eso han cerrado esta calle.
—Llegaremos tarde si damos toda la vuelta.

A distancia, miré a los oficiales, desviando a los autos por el camino contiguo, camino que sí tomábamos, en verdad llegaríamos tarde como decía el mocoso.

—Descuida, conozco un atajo —giré el volante para ir en sentido contrario.

Si continuaba por el camino que llevaba a algunas residencias, lograríamos llegar a tiempo. En breve, giré a la izquierda para entrar a la terracería.

—A papá no le gustará ver el auto sucio —comentó.
—¿Quieres llegar o no?
—Obviamente sí.

Seguimos avanzando hasta que ...

—¿Ese es el auto de Tobías? —su pregunta hizo que mi corazón acelerara.

Seguí su mirada y observé el auto estacionado frente a una residencia, como si él estuviera de visita en aquella casa. Me pareció extraño y por un momento pensé qué tal vez se trataba de otro coche, pero lo que miré a continuación, hizo que frenara mi auto repentinamente.

El idiota de Tobías estaba bajo un árbol, besando a una chica.

«Hijo de las mil ...»

—Espera aquí —le pedí antes de descender.

Enfurecida, caminé en su dirección sin que ellos se dieran cuenta de mi presencia y ¿cómo no? Si no dejaban de besarse.

—¡Oye tú! —le grité a Tobías y ellos me miraron rápidamente—. ¡Ahora veo por qué demonios no respondes a mis llamadas!
—¿Quién es ella? —preguntó la chica.
—Tranquila, es sólo una amiga.

¿Sólo una amiga? Quería golpear a ese idiota por darle tan poca importancia a nuestra amistad de toda la vida.

—Paso por ti más tarde, ¿de acuerdo, preciosa? —elevé la cejas, impresionada al verlo besarla nuevamente.

Le importó un demonio que yo estuviera ahí.

—Te estaré esperando —ella le sonrió y después me miró—. Adiós.

«Vete al diablo»

Me crucé de brazos, esperando una explicación por parte de Tobías, pero ...

—¿Qué quieres, Aitana? —preguntó con frustración al pasar por mi lado.

Totalmente sorprendida por su evasión, abrí la boca, sintiéndome ofendida.

—Oye, oye —lo seguí—. ¿Podrías siquiera darme un poco de atención?
—¿Qué? —me miró antes de abrir la puerta de su auto.
—¿Qué rayos pasa contigo? ¿Por qué no respondes a mis mensajes y llamadas? Ni siquiera quieres recibirme en tu casa.
—No tengo nada que decir.
—¿Que no tienes nada qué decir? ¿Hablas en serio?
—Sí —dijo con obviedad.




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