Aitana al acecho

Capítulo 24 'El amor duele'


Aitana

Salí a paso veloz de la casa de Tobías, no quería estar ni un minuto más en ella. Me sentía triste y humillada por mi propio amigo, que ya no me veía capaz de mantenerme en pie.

Todo se había vuelto un desastre y sabía que en parte era mi culpa, pero él también la tenía por ser tan … tan … «Rayos.» Era verdad, yo era la única culpable, debí haber pensado mejor las cosas antes de proponer semejante estupidez a mi mejor amigo.

Limpié las lágrimas que recorrían mis mejillas y me abracé a mí misma, hacía un poco de frío y había olvidado mi suéter en la habitación de Tobías. 

Iba a acelerar mi paso por las calles solitarias, pero el rechinar de unas llantas sobre el pavimento, me hizo detenerme, en breve, el auto de Tucker frenó bruscamente frente a mí.

Si mi cuerpo ya estaba temblando, el verlo bajar del coche, provocó que mi corazón se detuviera por un momento y mi histerismo se desplomara hasta el cielo.

Literal, Tucker estaba emanado irá.

—¡Sube al maldito auto!

Un escalofrío recorrió mi piel al escucharlo.

—Tucker, yo …
—¡Que subas, carajo! —gritó en mi rostro, haciéndome estremecer de miedo.
—No tienes por qué gritarme —las lágrimas volvieron a salir de mis ojos.
—¿Qué no tengo qué? —sonrió con ironía—. Llevo una puta hora esperando a que salgas de la casa de ese imbécil y tú tan despreocupada cómo si no pasara nada. ¿Por qué estuviste tanto tiempo ahí? —me desafió con la mirada—. ¡¿Qué carajos estuviste haciendo todo este tiempo con él?! —elevó más la voz.
—Nada …

Mi llanto apenas si me dejó responder. Estaba tan sorprendida por su forma de hablarme, que a mi voz le habían salido pies para irse corriendo.

—¿Y esperas que yo te crea esa mierda? —bajé la mirada—. ¡Mírame, maldición! —me tomó del rostro para obligarme a verlo.
—Tucker, por favor, me haces daño —intenté retirar la mano que me sujetaba, pero fue inútil.

Estaba ejerciendo demasiada fuerza.

—¿Y qué crees que sentí yo cuando te fuiste con él? —su aliento golpeaba mi rostro—. ¿Qué crees que sentí cuando lo preferiste a él por encima de mí?
—Ya basta —reuní la fuerza suficiente para empujarlo y apartarlo de mí—. Quiero que te alejes de mí.

Giré sobre mi talón y comencé a caminar, pero como ya lo presentía, él me detuvo del brazo.

—¿A dónde carajos crees que vas?
—¡Suéltame! —forcejee—. Me haces daño, Tucker, suéltame.
—Sube al maldito auto —comenzó a arrastrarme hacia él.
—¡No iré contigo a ningún lado!

Volví a soltarme de su agarre, golpeando su rostro sin intención, algo que me hizo maldecir mentalmente por ser tan torpe, además de … querer morirme de miedo en ese momento.

Un segundo estaba de pie frente a él, y al otro, ya estaba en el suelo con un fuerte golpe en mi mejilla.

Tucker me había golpeado.

Quedé estupefacta, nunca antes en la vida alguien me había hecho daño físico, ni siquiera mis padres y sinceramente, no sabía cómo reaccionar, estaba sorprendida, alucinada y sobre todo … estaba aterrada.

—¡Demonios, Aitana! —pasó las manos por su cabello—. Mira lo que me has hecho hacer. 

Intentó acercarse a mí e inmediatamente, retrocedí temerosa, arrastrándome de espaldas por el suelo.

—Aitana, yo …

No lo dejé terminar su frase, por reflejo o instinto de supervivencia, me puse de pie ipso facto y corrí de igual forma para alejarme de él. A distancia, pude escuchar que él me seguía y gritaba que me detuviera, pero era como si mis piernas tuvieran vida propia como para ser tan estúpidas y hacerlo.

Corrí, corrí y corrí por mucho tiempo sin siquiera detenerme a tomar un respiro, no supe en qué momento pasó, si me perdí de su vista en el camino o si, simplemente, él tomó la decisión de dejar de seguirme, pero para cuando llegué al puente medio, ya no había nadie detrás de mí.

No esperé demasiado para dejarme caer de rodillas, sintiéndome destrozada por dentro. Sin soltar la baranda del puente, comencé a llorar desconsoladamente, pensando en cuánto había cambiado mi vida en las últimas semanas, y sobre todo, que Tucker estaba alejándose de todo lo que yo creí que era.

No quería, no debía, después de todo, yo no era cualquier idiota dispuesta a tolerar la violencia, pero no podía evitar pensar en que yo lo había provocado, conociendo su frágil temperamento.

🕜🕝🕞
 


Mi móvil había sonado por enésima vez, Tocker había estado insistiendo toda la noche, llamadas, buzones, textos … el último que leí, decía cuánto lo sentía y que me amaba como nunca antes había amado a alguien. Palabras sinceras para un hombre arrepentido, aún así, no me iba a atrever a darle la cara por lo tiempo que fuera suficiente.

—¿Te sientes mejor? —papá preguntó al abrir la puerta de mi habitación.

Al llegar por la noche a casa, evité a papá y a Jessy para que no miraran mi rostro. Me encerré en el cuarto de baño cuando papá intentó averiguar si iría al trabajo, sólo le respondí a través de la puerta que algo en la feria me había caído pesado y que faltaría. Él no preguntó más. Al salir, miré en mi pequeña mesita de noche un par de cápsulas y un vaso con agua, no las bebí, por supuesto, las tiré por el excusado para hacerle creer que sí lo había hecho.

—Creo que no iré a clases —le respondí, dándole la espalda.

Mis ojos y nariz eran los únicos que sobresalían del edredón.

—Pues eso no es normal, debería llevarte con un médico.
—Descuida, papá, no es necesario por el momento.
—De acuerdo, pero si llegas a tener algún otro síntoma, no dudes en decirme.
—Lo haré.
—Bien.

En cuanto cerró la puerta, eché un vistazo para asegurarme de que ya no estaba y salí de la cama para dirigirme al espejo del cuarto de baño. El costado izquierdo de mi rostro me dolía muchísimo y necesitaba ver cómo lucía, aunque rápidamente me arrepentí.

El sentimiento ganó al observar el horrible golpe y mis lágrimas salieron sin previo aviso. El daño había llegado hasta mi ojo, provocándome un derrame en él. No sólo sentía dolor físico, sino emocional, me dolía saber que el chico que quería se había atrevido a dejarme el rostro de aquella manera, ni siquiera sabía cómo demonios iba a salir de mi habitación sin que nadie lo notara.




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