Aitana al acecho

Capítulo 28 'Una unión'

Tobías

Era estúpido, literalmente estúpido estar viendo el techo durante horas, pero no sabía qué más carajos hacer. Había tomado la decisión de pasar unos días en la casa del lago con el objetivo de estar solo y esclarecer mi mente, pero demonios, esto apestaba cómo la mierda. Encima de todo, estaba lloviendo con fuerza y eso empeoraba mi estado de ánimo.

Con un suspiro, me senté en el sofá y miré en mi móvil que no tenía notificaciones nuevas, al parecer, Aitana se había dado por vencida. En parte era bueno porque estaba demasiado molesto con ella y debía darle una buena lección por haberme mandado al demonio, a mí y a mis sentimientos, pero por otro lado, mi lado débil ..., luchaba con mis ansias de atender sus llamadas, siquiera para escuchar su voz.

Así de patético me había vuelto.

El sonido del motor de un auto, llamó mi atención y me puse de pie para dirigirme a la ventana, por un momento creí que se trataba de mi padre, ya que por la noche tendríamos que viajar a Seattle y resolver un par de asuntos, pero al mirar a través del cristal empañado, fruncí el ceño. Era el auto de mi hermana, y si en un principio me sorprendí de verlo, lo que pasó a continuación detuvo mi corazón.

Era Aitana, quien había bajado de él.

Pasé la manga de mi jersey por el cristal, tratando de ver con más claridad porque por un momento creí que estaba visualizando, pero no era así. Aitana en verdad estaba afuera de la casa.

Con un poco de adrenalina fluyendo en mi cuerpo, me apresuré a tomar una sombrilla y a abrir la puerta. Mientras bajaba por los escalones, la extendí y me acerqué a ella para cubrirla.

—Hola —tragó pesadamente al saludar.

Por su rostro se deslizaban algunas gotas de agua.

—No esperaba verte aquí —evadí su saludo. 
—No lo digas como si no quisieras verme.
—Es que no quiero verte, Aitana.

El enfado se cruzó por su rostro rápidamente.

—¿Crees que escuchar tu confesión fue fácil? ¿Esperabas que corriera a tus brazos y...?
—Esperaba que hicieras tu cobardía a un lado y admitieras lo que sientes por mí —la interrumpí y ella no dudó en bajar la mirada.
—No sé de qué me hablas —resoplé con frustración—. Tú y yo somos amigos —volvió a mirarme—. Mejores amigos, ¿ya se te olvidó?
—¿Y a eso has venido hasta aquí? —el dolor se hizo presente en mi voz—. ¿Para recordarmelo? Porque si es así, te sugiero que mejor te vayas.

Cerré la sombrilla y giré sobre mi talón para regresar a la casa.

—¡¿Por qué me haces esto?! —gritó deteniendo mis pasos—. ¡Me torturas a mí con tu frialdad cuando eres tú quien cambió todo entre nosotros! —comenzó a llorar—. ¡No fue mi proposición, sino la amenaza que sentiste que Tucker era para ti!
—¡¿Y cómo querías que me sintiera si en mis putas narices se estaba robando a la chica que amo desde que era un maldito mocoso?! —también grité al girarme—. ¡Dime cómo demonios no querías que me sintiera amenazado!

Sin poderlo evitar, mis ojos se empañaron con lágrimas.

—Todo siempre fue por ti, Aitana —moderé mi tono de voz—. Todos los cambios que hice en mi vida, fueron pensando en ti, en que algún día pudieras mírame como lo miras a él, y sí, sé que tardé demasiado en decírtelo, pero no puedes culparme por haber sentido miedo de perderte que es justo lo que está pasando en este momento.
—No me estás perdiendo —su llanto aumentó, dejándola apenas hablar.
—Miranos, Aitana —sonreí con ironía al abrir mis brazos—. Mira lo que él ha conseguido en tan poco tiempo ..., ¿realmente crees que nuestra amistad tendrá un futuro?
—Lo prometimos.
—Eso también lo sé, pero creo que tengo permitido romper mi promesa a continuar sufriendo por una chica que no me corresponde.
—Tobías ...
—Por favor vete —retrocedí—. Esto será lo mejor para los dos.

En mi garganta se formó un nudo luego de decir aquellas palabras, aún así, y sin añadir más, me mantuve firme y entré a la casa.

—¡Pues yo no lo acepto! —me siguió—. ¡No acepto que rompas tu promesa!

Al ver que la ignoraba, me empujó.

—¡Me lo prometiste! ¡Me lo prometiste! —gritaba mientras continuaba empujándome.
—¡Aitana, ya basta! —la detuve.
—¡No puedes hacer esto! ¡No puedes hacerme esto!
—¿Y con qué maldito objetivo seguir?
—Porque somos ...
—¡No te atrevas a volver a decirlo! —tomé distancia—. No puedo volver a ser tu amigo y verte en brazos de él.
—¿Esa será tu última palabra?

Lo pensé, por supuesto que lo hice, pero no daría marcha atrás. Aitana me estaba haciendo daño y no sabría si podría soportarlo.

—Vete —volví a pedirle.
—¡Eres un idiota! —nuevamente volvió a empujarme del pecho y salió de la casa.

No sabía qué o cómo había sucedido, pero no pude resistirlo, no pude resistir verla marcharse. Sólo me tomó un par de segundos recapacitar y correr detrás de ella. La tomé de la cintura, pero ella comenzó a forcejear.

—¡Suéltame, no me toques! 
—¡No lo haré! —me aferré a su cuerpo para que no escapara de mí—. ¡Ya detente, por favor!
—¡Que me sueltes! —logró distanciarse y ...

Sí, volvió a abofetearme.

Ladeó mi cabeza ante tremendo golpe, pero una vez que nuestras miradas volvieron a encontrarse, la cuenta regresiva fue para ella, ya que rápidamente, se arrojó a mis brazos y me besó.

No dudé en responder, también me moví con rapidez al tomarla en brazos y sentarla en el cofre del auto.

Con sus piernas rodeando mis caderas, ambos nos perdimos en un desenfrenado beso, no nos importó siquiera que la lluvia nos estuviera empapando. Estábamos solos en medio del bosque y en esa ocasión, no volvería a permitir dejar pasar la oportunidad de tomar su cuerpo.

Deslicé mis besos por su cuello mientras mis ansiosas manos, desabotonaban su suéter y vestido, con una velocidad impresionante, liberé sus pechos y como un pequeño niño frente a su primer dulce, comencé a devorarlos sin piedad, sin un poco de delicadeza. Los jadeos incesantes de Aitana no hacían más que excitarme más, me tenía increíblemente duro y listo para ella.




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