Aitana al acecho

Capítulo 35 'Un día nublado'

Aitana

Me encontraba limpia y vestida en espera de Tucker, era así como me había pedido estar para recibirlo. Me parecía relativamente estúpida su manera de ordenarme ese tipo de cosas, pero después de pensarlo y meditarlo por un cierto tiempo, recordé que eso no era nuevo, que él ya estaba controlando mi vida casi desde que habíamos iniciado nuestra relación. Era triste, pero esa había sido mi realidad desde el principio.

Era tarde, pero me había dado cuenta de que todas las advertencias de Tobías iban en serio, que él sólo buscaba protegerme y yo cómo una tonta ciega lo había ignorado.

Sentada en el borde de la cama, tomé un largo suspiro, haciendo a un lado mis pensamientos. Tucker estaba a punto de llegar y no quería que notara mi sufrimiento, mucho menos en ese momento que comenzaba a ganarme su confianza.

Miré el reloj por última vez y la manecilla de este apenas marcaba la hora exacta, las ocho de la mañana. Tucker no tardó en entrar por la puerta, era como si él mismo se hubiera establecido la hora para entrar a la habitación.

Había notado ese tipo de patrones en él y sí no me equivocaba, podría tratarse del trastorno obsesivo compulsivo. No sabía mucho del tema, pero con lo poco, podía relacionarlo con Tucker.

—Hola —le sonreí forzosamente al ponerme de pie.

Él no me respondió, sólo se acercó a mí y retiró el cinturón de cuero de mi cintura. No sabía que le sucedía, pero podía notar su tensión, así que mejor opté por no hablarle más para no provocar su mal temperamento.

Salimos de la habitación y caminamos hacia la cocina. Estando ahí, me pidió cocinar el desayuno, pero antes de eso, debía preparar su café para llevárselo mientras él miraba el televisor.

No hubo un "gracias, hermosa" cuando se lo llevé, no era que necesitara escucharlo, pero verlo con esa actitud me daba miedo. No sabía qué esperar con Tucker.

Después de un par de decenas de minutos, ya tenía sobre la mesa, fruta picada, jugo recién hecho y un poco de sopa con vegetales. Le indiqué a Tucker que el desayuno estaba listo y para mi sorpresa, él me sonrió al acercarse. Tan repentinamente, se había olvidado de su mal humor.

El desayuno transcurrió de manera tranquila. Moría de ganas de preguntarle algo acerca de Tobías, pero después de la última conversación donde hablamos de él, me había prohibido volver a tocar el tema, ni siquiera algo relacionado y por supuesto que no lo iba a contradecir.

—Yo fregaré los platos —me dijo—. Quiero que tú vayas al sofá y elijas la película que veremos.
—¿Película? —pregunté con sorpresa.

Después del desayuno o comida, no pasaba más tiempo en el interior de la casa. Él volvía a encadenarme y encerrarme en la habitación hasta su regreso.

—Hoy te dedicaré todo mi tiempo —me sonrió.
—Suena ... bastante bien —sonreí con timidez. Era claro para mí que no quería compartir más tiempo con él.

Hice lo que me pidió, ni siquiera me molesté en leer el título de la película, simplemente, fingí buscar una de mi interés y elegí al azar. A continuación, Tucker se sentó a mi lado en el sofá, pasando con mucha confianza uno de sus brazos por mis hombros.

Sentí de inmediato la incomodidad, cada vez me costaba más tolerar su cercanía, era como si de pronto mis sentimientos por él se hubiesen evaporado, es decir, aún sentía que algo me unía a Tucker, no sabía con exactitud qué era, pero me preocupaba, a pesar de todo, yo no quería que le pasara nada malo.

La película no lograba distraerme y parecía que Tucker estaba más entretenido en mirarme que darle su atención al televisor. En ocasiones miraba el reloj de la pared, deseando que el tiempo corriera más rápido, deseando que aquella pesadilla acabara.

—Te extraño —susurró Tucker en mi oído, provocándome escalofríos—. Extraño tu cuerpo, hermosa —besó mi cuello.

De inmediato sentí pánico, estaba aterrorizada. Lo que menos quería se estaba aproximando y no sabía cómo evitarlo.

—Tucker...
—Shuss, shuss, shuss —siseó antes de acercar mis labios a los suyos.

Comenzó a besarme con ferocidad, pero simplemente, yo no pude responder.

—No puedo —me puse de pie.

Su mirada autoritaria me decía que dejara de ser tan estúpida y lo complaciera.

—Vuelve aquí, Aitana —intentó controlar su voz grave.
—Tucker, por favor. No estoy lista —las lágrimas comenzaron a picar mis ojos.
—Tú no necesitas estar lista para entregarte a mí —se puso de pie y yo literalmente, me encogí de hombros, sintiéndome del tamaño de una hormiga—. Eres mía, Aitana.
—Lo sé —lo intenté persuadir—. Sé que soy tuya, pero todo lo que ha sucedido...

No me dejó terminar de hablar, se abalanzó sobre mi boca, tomándome con fuerza de la cintura. Quise soltarme de su agarre, pero la presión que ejercía sobre mí, era demasiada.

—¡Tucker, por favor! —forcejeé—. Por favor no me hagas esto —comencé a llorar.
—Te dije que te haría olvidar a ese imbécil y lo voy a cumplir.
—No, Tucker, por favor no.

Mis súplicas eran en vano, él no se detenía, sabía que no lo haría. Sólo tenía dos opciones, la primera era dejar que pasara y la segunda ... la segunda era luchar porque no me humillara de aquella horrible manera.

Tal vez no era el tiempo de huir, pero en cuanto Tucker me llevó de nuevo al sofá, mi mano derecha tocó a tientas el pequeño mueble que había a un costado, con la esperanza de encontrar algo con que defenderme, pronto lo encontré, era como una especie de estatuilla, misma con la que me armé de valor y lo golpeé en la cabeza.

El fuerte dolor que sintió, hizo que se alejara, pero por alguna razón creí que no había sido suficiente, así que sin pensarlo dos veces, me puse de pie y volví a golpearlo con el objeto, logrando que Tucker cayera inconsciente en el suelo.

—¿Tucker? —mi corazón latía muy deprisa—. Tucker —sollocé con más fuerza al ver que no se movía.

Con preocupación, di un paso hacía delante para auxiliarlo, pero una vocecita en mi cabeza me impidió hacerlo, así que retrocedí. Dejé que la estatuilla se deslizara entre mis dedos y giré sobre mi talón para correr hacia la salida.




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