Las semanas habían pasado rápidamente y Rachel se sentía muy contenta, la magia la había ayudado a sentirse un ser pleno, además de las nuevas amigas que había conseguido. Sentía que estaba viviendo el mejor momento de su vida aunque su familia pensara lo contrario.
—Estás perdiendo el tiempo ahí.—Comentó su madre durante la cena familiar.—Esas cosas no te llevarán a nada bueno.
La señora de nombre Carlota era el ejemplo perfecto de una madre rígida y sin emociones a la hora de hablar con su familia. Estaba acostumbrada a siempre tener la razón y dirigir todo según su perspectiva. La familia era muy pequeña lo cual le,favorecía el trabajo. Estaba formada por su esposo, un hombre que casi no estaba en casa debido al trabajo y que cuando estaba presente solo se ocupaba de leer revistas y ver televisión. Su atención por el hogar era nula y prefería darle la razón en todo a su esposa antes de discutir.
A la jóven hechicera tampoco le prestaba atención, solo,la saludaba y la miraba al llegar, pero por el resto del día prefería hacer lo suyo. Sabía que su hija había entrado en una escuela de magia, pero nunca le prestó atención a eso, era de las personas que evitaban el tema.
La señora Carlota siempre tenía el control y se frustraba cuando alguien la contradecía como era el caso de Rachel al decir estudiar.
—No lo voy a dejar.—Dijo ella muy animada.—Es mi sueño hecho realidad.
—Si es un sueño.—Le respondió sin perder el tono engreído.—¡Ya tienes que despertar!
Rachel se sintió terrible. No comprendía como su madre podía bajarle los animos tanto. No la culpaba del todo, su familia eran profesionistas, la mayoría ejercían como abogados e ingenieros, ella era la única que buscaba una profesión diferente a lo social. Incluso su padre, llevaba 20 años como contador, era una familia muy alejada a lo que ella deseaba.
Con lágrimas en sus ojos y un nudo en la garganta, intentó defenderse pero cualquier discusión con su madre era en vano. Sin importar los argumentos ella simplemente decía que nadie tenía razón más que ella, y cuando se sentía atrapada, pedía la intervención de su esposo para ayudarle.
—Dile algo por favor.—Le pidió mientras le tocaba el hombro. —Es una necia.
—Hazle caso a tu madre.—Habló solo por compromiso, no quería discutir, solo seguir leyendo su revista.—Deberias buscar una profesión de verdad ahora que estás joven.
Esas fueron las únicas palabras que dijo a su hija, y lo hizo sin quitar la mirada del artículo que estaba escribiendo.
Esas actitud molestó mucho a Rachel quien no hizo más que llorar plenamente. Se levantó rápidamente del comedor y se fue a su habitación mientras su madre aún le gritaba “¡Estás castigada!”
Rachel se desahogo un rato lanzando las almohadas de su habitación, lamentándose por la, situación y preguntándose en el espejo el por qué.
Después de unos minutos de rabieta, tuvo una idea. “Les voy a enseñar lo que he aprendido” susurró mientras se veía en el espejo. “Soy una disculpa de Ajaw, en verdad tengo talento. Cuando lo demuestre quizá cambien de opinión”
Su idea venía más del ego por ser reconocida por su elección que por hacer magia en si, sabia que estaba prohibido siendo una de las leyes más importantes del instituto, pero en ese momento no le importó.
Salió de su habitación sumamente decidida.
—Escuchenme bien. Yo soy una de las mejores alumna.—Sus padres, quienes seguían en el comedor, la miraron.—Les voy a mostrar mis talentos.
Rachel juntó sus manos y emanó una energía de ellas, era muy similar en color al fuego pero no daba calor, era un viento muy fuerte que hizo volar los objetos de la mesa.
—Esto no es nada a lo que puedo hacer.
Sus ojos cambiaron de color, no pretendía detenerse. Hizo la bola más grande hasta que se salió de control, provocó un impacto tan fuerte muestra ella levantaba en la sala, el impacto hizo volar a sus padres junto con la mesa, está última quedó rota debido al impacto.
Al ver esto, Rachel recapacitó y detuvo su energía. Se acercó a sus padres para ayudarlos, pero su madre le quitó la mano muy enojada.
—¡No importan tus trucos de magia!—La miró fijamente.—A lo mucho que aspiras con eso es a trabajar en fiestas, pero nada importante para la vida real.
Después de decir eso se levantó y se fue a su habitación dejando nuevamente a Rachel con lágrimas en sus ojos.
La jóven bruja giró para ver a su padre y buscar su aprobación, pero este, con un tono más amable le dijo.
—Deberias reconciderar, aún estás a tiempo.
Después de eso también se levantó y se fue de ahí siguiendo a su esposa.
Rachel se quedó en la habitación mirando el destrozo que hizo, preguntándose si sus padres tenían razón.
Pasaron varios minutos mientras ella estuvo sentada mirando su realidad. Por primera vez desde que inicio el curso, se sentía desilucionada. El interés por ganar el respeto de su familia haciendo lo que más le gustaba, era aún más que su ilusión por ser bruja, deseaba retirarse de aquello seriamente.
La tranquilidad en la que se había subido durante sus reflexiones se vió interrumpida. A través de las espesas cortinas que cubrían las ventanas, se pudo observar una intensa luz que a cada instante se hacía más penetrante. Se levantó para acercarse y poder descifrar de qué se trataba.
Su duda no duró demasiado, cuando la luz estuvo lo suficiente cerca se abrió un portal muy tenue por el que pasaron tres personas.
Vestían un traje negro y pertenecían al instituto donde ella estudiaba.
Se sorprendió mucho al verlos y se planteó el qué habían ahí.
—Estuduante Rachel, venimos del departamento de seguridad.—Dijo el del centro mientras se acercaba rápidamente a ella.—A incumplido una norma muy importante del colegio. Tiene que acompañarnos.
El hombre lanzó una luz hacia sus manos, está luz se transformó en un tipo de esposas muy brillantes que sujetaron sus manos.