—¿Qué estás haciendo aquí?, ¿Por qué estás tan molesta?—Le interrumpió un hombre que llegaba hasta ella.—No me gustaría ser ese costal.
—¿Qué quieres?, ¡Déjame en paz!—Edith no mostraba un carácter muy sociable con nadie que se le acercara, en especial con desconocidos o con brujos que consideraba de bajo nivel.
—No pretendo molestar, solo me llamó la atención tu rabia. ¿A qué se debe?
Seguía insistiendo el joven que parecía tener 20 años de edad. Tenía el cabello anaranjado lo cual le hacía resaltar mucho ante los demás. Su rostro era redondo, muy grande al igual que su naríz la cual también era muy ancha. Sus ojos eran de color verde pero eran tan pequeños que no resaltaban tanto. Era bajo, apenas de la altura de Edith y vestía una túnica negra de monje, algo que no era muy común en ese club de brujos.
—Si me sigues molestando lo menos que te va a preocupar es el porqué estoy así. Solo vas a conocer mi rabia estampandose en tu cuerpo.
—Mmm eso suena muy tentador. ¿A qué hora comienzas a hacerlo?—Sacó su lengua y la pasó por sus labios en círculos, una manía para demostrar el antojo.
—¡Estúpido, no me estés retando o lo vas a lamentar!—Lo miró ya muy molesta y sin ganas de detenerse para hacerle daño.
—Y siguen las promesas interesantes, estoy deseoso
de tener toda tu ira cerca de mi.—Le guiñó el ojo.
Edith se puso muy agresiva, prestó toda su atención al nuevo chico que acababa de conocer e insistía en retarla constantemente.
Con ese enojo que sentía no se preocupó en lanzar un hechizo de fuego rojo contra él. El fuego rojo era uno que no quemaba pero podía lastimar lanzando a quien lo recibia varios metros hacia atrás.
Pero ese hechizo no tuvo ningún efecto hacía su adversario pues reaccionó lo suficientemente rápido para él mismo invocar un hechizo de agua blanca. Aquel que es muy difícil de invocar y que requiere un amplio poder y experiencia. El agua blanca limpia todo haciéndolo trasmutar ha un estado de energía que se evapora rápidamente.
Cuando ambos hechizos chocaron se alzó una hermosa luz de color amarilla que lastimó los ojos de ambos dejándolos incapacitados en ese momento.
—Eres bueno. ¿Quién rayos eres tú?—Preguntó Edith aún tallándose los ojos después de lo que había pasado.
—Primero me agredes y después quieres recibir la cortesía de un nombre. Eso es muy poco inusual.—El también se tallaba los ojos para ver claro nuevamente.—Pero no te negaré ese deleite, después de todo se que te gusté.
—Eres un estúpido, alguien como tú jamás me gustaría.—Al fin recuperó la visión pero notó que él también lo había hecho y estaba listo para atacarla.
—Me llamo Kauscal Gris. ¿Te suena ese apellido?—En ese instante su rostro cambió a uno que expresaba coraje y sus ojos resentimiento con una amplia sed de venganza.
—El nombre no pero el apellido me suena de alguien.—Comenzaba a arrepentirse por la agresividad y el trato que mostró al inicio.—Pero esa persona ya no está aquí.
—Exactamente, esa persona es la que te ayudó a entrar en este grupo. Te dió la mano, te explicó todo y por si fuera poco cuando llegó el momento de tu venganza en solitario, te acompañó al instituto en contra de tus amigas.—Hizo una pausa para acercarse más a ella. Con cada paso su mirada se ponía mucho más intensa, los ojos aumentaban de tamaño y se ponían más rojos.—¿Y qué pasó en ese momento? Te defendió y lo dejaste morir a manos del enemigo. No le ayudaste para nada porque estabas comprometida con tus sentimientos y no quisiste pelear. Lo llevaste a una muerte segura aprovechándote de él. A un lugar en el que ni siquiera estabas segura de poderte vengar y él pagó el precio.
—Siento mucho la muerte de tu hermano pero no fue mi culpa. Él quiso ir por su cuenta.—Ella comenzó a retroceder unos pasos. Se le había pasado totalmente el deseo de pelear contra él.
—¿Lo sientes mucho? Eres una hipócrita mujer. Lo sientes tanto que le dejaste ahí. No tuviste el valor de arriesgarte y traerlo de vuelta. Dejaste su cuerpo con el enemigo. ¡Por tu culpa no tuvo un funeral digno!
—Yo no pude hacerlo, no estuviste ahí para ver cómo se complicó la situación así que no juzgues sin saber.
—Puedo juzgar lo que ví y principalmente que mi
hermano está muerto por tu culpa.—Llegó hasta donde ella estaba, quedaron frente a frente hasta que se retaron con las miradas uno mucho más enojado que la otra.
—Yo lo único que deseo es venganza y tú me la vas a dar.—Dijo con una voz imponente y con sus ojos rojos fijos en Edith.
—¿Quieres pelear? Vas a perder contra mi te lo advierto.—Edith no se echó para atrás y comenzó hacer fluir su energía mostrandola ante los ojos del brujo. Todo indicaba que ella estaba lista para responder el reto.
—Claro que quiero pelear contigo pero primero es mi venganza original... contra la persona que la mató.
—Entonces, ¿qué quieres conmigo?
—Si no logro encontrar al culpable entonces me conformaré contigo.
—Pues buena suerte, ve a intentarlo y si fracasas aquí te estaré esperando.—Edith se giró nuevamente para quedar de frente con los costales de entrenamiento e intentar practicar.
—Fue la directora de ese colegio. ¿Verdad?
—¿Estás aquí para pedir mi ayuda o para retarme?—Dijo Edith riéndose sarcásticamente.—Te estoy dando una oportunidad de redimirte. Se que pasó ahí pero no sé quién fue exactamente. Si me das el nombre puedes evitar que mate a tus compañeras y solo me cargue al culpable.
—No me importa en lo absoluto lo que les pase a ellas. Puedes matarlas o ellas a ti.
—¿Crees que ellas podrían matarme? o ¿Eso es lo que desearías dada tu lealtad que aún conservas con ese bando.
—Solo te estoy diciendo que ambas posibilidades existen y que ambas me importan poco. No estoy diciendo lo que me gustaría.
El brujo tuvo que contener su ira y controlarse un poco para poder sacar la información que deseaba.
—Yo se que tú tampoco quieres a la directora y que tu objetivo aquí es ascender. Te propongo un trato entonces: Tú me ayudas a vengarme de ella y obtendrás el crédito. Estoy seguro que el gran líder estará muy satisfecho al enterarse que la líder del bando enemigo cayó.