Akalaeb

Capítulo 2: Susurros de la Corte.

Yrandor,
Erasyl,
Palacio de las Luminarias,

En la majestuosa sala de mármol blanco del Palacio de las Luminarias, atravesada por los vitrales multicolores, proyectando patrones de luz que bailaban sobre las mesas de madera tallada y los nobles reunidos en consejo, Vaelthyr, rey de Sylverthorn y señor de Valenar, se encontraba de pie en el centro de la sala, irradiando una presencia serena, pero calculadora. Aquel día había sido una de propuestas y promesas, donde los diversos Reynos para una unión matrimonial y varios emisarios, habían lanzado sus propuestas de unificacion. Sin embargo, ninguno había lanzado lo crucial: la libertad de opinión de la Princesa Aerith al adquirir un consorte que la respaldace. Sonrió, pues por fin lo habían llamado al centro del consejo.

Su túnica de seda verde oscuro, bordada con hilos de plata que brillaban con la luz, se acentuaba con la peculiar tonalidad esmeralda de su piel. Los rasgos afilados y los ojos, marca característica de los Sylvaranae, añadían un aire enigmático a su figura. A su lado, permanecía su hijo, Vaelnyr, vestido con una armadura ceremonial que evocaba a las hojas de los árboles ancestrales de Valenar, símbolo de su linaje y herencia.

Vaelthyr se dirigió al consejo con una voz suave, pero firme, que llenaba la sala con una autoridad innegable.

—Altos nobles y consejeros de Yrandor, me presento hoy no solo como un aliado, sino como un servidor del equilibrio entre nuestras naciones vecinas. Hemos compartido siglos de paz, pero la estabilidad no se mantiene con recuerdos, sino con acciones.

Hizo una pausa, dejando que sus palabras se asentaran como el eco de una campana en la mente de los presentes.

—Yrandor, bajo el sabio liderazgo de Su Majestad Elandor y la gracia de la reina Sylthera, ha florecido. Sin embargo, en estos tiempos de incertidumbre, cuando los susurros de amenazas en las fronteras comienzan a alzarse, el pueblo busca señales de fortaleza y continuidad.

Vaelthyr giró la mirada hacia el trono vacío de Aerith, una pieza imponente de cristal azulado que simbolizaba el vínculo eterno entre la casa real y el reino. Sonrio por lo bajo, pues sabia que sin la presencia de la Princesa convencer a la corte, por lo menos, seria escencial.

—La princesa Aerith, brillante en mente y alma, debe convertirse en el pilar que asegure esta continuidad. Sin embargo, incluso los pilares más fuertes requieren un cimiento firme.

El consejo se removió inquieto en sus asientos. Algunos consejeros intercambiaron miradas discretas, mientras otros fijaban la atención en el soberano de los Sylvaranae.

—Propongo que mi hijo, el príncipe Vaelnyr, sea considerado como consorte de la princesa Aerith.

El silencio que siguió fue profundo, pero no vacío. Era el silencio del cálculo, del análisis cuidadoso de lo que significaba aquella oferta.

Vaelthyr avanzó un paso, elevando su barbilla ligeramente.

—Esta unión, no solo asegurará la estabilidad de Yrandor, sino que también consolidará la alianza entre nuestras naciones. Valenar es rica en recursos y nuestras legiones han defendido las fronteras orientales de Ublanthyr durante generaciones. Con el príncipe Vaelnyr al lado de la princesa Aerith, nuestros reinos no solo prosperarian, sino que se convertirán en un bastión infranqueable.

Sus ojos, recorrieron la sala, deteniéndose un instante en cada rostro.

—Les hablo no solo como un rey, sino como un visionario. Juntos, podemos forjar un futuro donde nuestras casas no sean meros aliados, sino una sola familia.

El murmullo de los nobles llenó la sala como un río subterráneo. Algunos, especialmente aquellos que llevaban tiempo descontentos con el liderazgo de Elandor, comenzaron a asentir lentamente. Reconocían en Vaelthyr no solo a un diplomático, sino a un estratega capaz de ofrecer algo que hacía tiempo faltaba en Yrandor: seguridad y certeza. Desde las esquinas, las miradas más jóvenes de la corte, los Altos Elfae que aspiraban a grandes cambios, veían en Vaelnyr no solo a un posible consorte, sino a una conexión con un linaje poderoso. Otros, más conservadores, permanecían en silencio, evaluando los riesgos de semejante unión. Y esque, Vaelnyr, aparte de ser un Sylvaranae, podia ser el urdidor de un casta nueva. Y esque desde la Era de Ublantyr, no habian mezclas entre Elfae y Sylvaranae, es decir, un elfo de piel blanca con un elfo de piel verdosa; la union de ambas castas podria traer al mundo una casta que podria, si bien cabe, desequilibrar el mundo entero

Uno de los nobles, un elfae de cabello plateado y rostro severo, se puso de pie.

—Rey Vaelthyr, su propuesta es… interesante. Sin embargo, ¿cómo podemos confiar en que esta unión beneficiará a Yrandor más que a Sylverthorn?

Vaelthyr esbozó una sonrisa controlada.

—Mi estimado lord Faenarth, no se trata de beneficios individuales, sino de supervivencia colectiva. Mi hijo no solo será un consorte; será un defensor de Yrandor y un puente entre nuestras culturas. Un sacrificio mutuo por un bien mayor.

El noble asintió, aunque no totalmente convencido.

Vaelnyr, hasta ese momento en silencio, inclinó la cabeza con respeto.

—Mis intenciones son claras, honorables consejeros. No deseo nada más que servir a la princesa Aerith y a este reino que siempre he admirado.

La reverencia calculada de sus palabras fue suficiente para ganar algunas miradas de aprobación. Vaelthyr sabía que había sembrado la semilla del debate, y como buen estratega, ahora dejaría que creciera en las mentes de la corte.

"Muy bien, que las dudas florezcan," pensó, mientras sus labios se curvaban en una leve sonrisa al salir de la sala. "Es solo cuestión de tiempo."

Vaelthyr se detuvo un instante, dejando que el murmullo de los nobles se disipara como la niebla ante la luz del amanecer. Su mirada, cargada de intención, se dirigió directamente al rey Elandor y a la reina Sylthera, quienes, aunque mantenían sus rostros impasibles, no pudieron ocultar del todo el brillo de atención en sus ojos.




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