Akalaeb

Capítulo 5: Rumores de un Presagio, ONYRIA.

Erasyl,
Bosque de Ariethyl,
Entrada la noche,

Alysara, la druida de Yrandor, se hallaba preparando la segunda ceremonia ritual, todo con tal de predecir el futuro de la Familia real, su figura menuda iluminada por el resplandor suave de los hongos lumínicos que colgaban de las ramas más bajas. La atmósfera era solemne; el viento susurraba entre las hojas como si los antiguos espíritus del bosque escucharan atentamente. Habían pasado tres días desde que Elandor y Sylthera, los Padres de Aerith, acudieran a ella con una solicitud inusual: bendecir el quinto día del plenilunio y confirmar, mediante un ritual de visión, si la joven Aerith, su hija y heredera, tendría un consorte digno de su creciente influencia. Y esque, la princesa heredera del Reyno, se había convertido rápidamente en una figura crucial en la corte. Su palabra resonaba entre los nobles y sus ideas comenzaban a reformar viejas tradiciones. Esto, por supuesto, despertaba interés... y temor. Un enlace inadecuado podría desestabilizar alianzas centenarias, pero uno acertado podría consolidar el poder de los Padres de Aerith durante generaciones.

Alysara, envuelta en una túnica tejida con las hojas caídas del Gran Roble de Ariethyl, comenzó su marcha hacia los Robles Sagrados, un grupo de árboles antiguos que servían como pilares espirituales en el bosque. A cada paso, sus hermanos y hermanas druídicos la seguían en silencio, sus movimientos sincronizados con la cadencia de los cánticos. Cada uno llevaba un amuleto tallado en madera blanca, un símbolo de la conexión que los unía al Bosque de Ariethyl.

Al llegar al círculo de los Robles Sagrados, Alysara se arrodilló sobre un manto de musgo. Cerró los ojos y extendió las manos, sus dedos tocando las raíces de los árboles. La conexión fue inmediata, como un torrente de energía cálida que se precipitó desde el suelo hasta su mente. Comenzó el ritual, entonando palabras antiguas que resonaban con una armonía que sólo los espíritus del bosque comprendían.

Y entonces, la visión llegó.

Primero, fue un destello de luz, cegador y abrasador, como un golpe a la mente. Luego, imágenes fragmentadas comenzaron a formarse: gigantes de hierro y fuego que se enfrentaban en los cielos de los astros ennegrecidos, sus cuerpos metálicos brillando bajo un firmamento teñido de rojo. El rugido de las explosiones llenó sus oídos, una cacofonía aterradora que hizo eco en su mente. Vio colosos de hierro atravesar las alturas, envueltos en llamas, lanzando rayos de luz que desgarraban el cielo. Por un instante, se sintió pequeña, diminuta frente a aquella guerra incomprensible.

Entonces apareció un nombre: Albion.

Alysara gritó y cayó al suelo. Su cuerpo se sacudió con convulsiones, su mente atrapada entre el presente y la visión. Sus hermanos y hermanas se apresuraron a sostenerla, sus rostros tensos mientras recitaban oraciones protectoras. Finalmente, los temblores cesaron, pero Alysara permaneció inmóvil, sus ojos abiertos y desorbitados, mirando algo que sólo ella podía ver.

Cuando recuperó el aliento, sus labios temblaron al articular una pregunta.

"¿Qué fue todo eso?"

Nadie tenía una respuesta.

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Horas después,

La luna había alcanzado su punto más alto cuando Alysara, emprendió su camino hacia otro de los Árboles sagrados, un Árbol de Arietita de nombre, Leset'loth'har, el único lugar donde podría buscar más claridad sobre lo que había visto. El Árbol de Arietita era un antiguo guardián del bosque, cuya savia contenía fragmentos de la memoria del mundo, del pasado, presente y futuro. Solo allí podría intentar comprender la magnitud de las imágenes que habían desgarrado su mente.

Mientras avanzaba bajo la bóveda estrellada del bosque, sus pensamientos giraban en torno a los colosos de hierro y fuego que habia visto. Su mente, buscaba respuestas en lo conocido, pero todo parecía insuficiente.

"¿Es esto un presagio? ¿Un aviso de los espíritus? ¿Qué significa Albion?"

El viento nocturno acariciaba su rostro, y en el fondo de su ser, Alysara sabía que las respuestas que buscaba no serían fáciles de encontrar. Lo único claro era que lo que había visto algo que trascendía lo normal, lo inmortal y los sobrenatural. Algo se acercaba, algo que cambiaría el destino de Erasyl para siempre.

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Erasyl,
Bosque de Ariethyl,
Medianoche,

Se acercó al Árbol de Leset'loth'har, cuyo inmenso tronco se alzaba sobre un pequeño montículo de tierra, rodeado por una laguna de aguas cristalinas que reflejaban el brillo plateado de la luna. El aire estaba cargado de una calma inquietante, como si el bosque mismo contuviera la respiración.

Alysara detuvo sus pasos al borde de la laguna, observando cómo su superficie parecía moverse de manera antinatural, como si las raíces del árbol estuvieran extendiéndose en ondas invisibles. Sin dudar, avanzó descalza, sintiendo el frío del agua en sus pies. A medida que cruzaba, sus pensamientos seguían atormentándola.

"Albion."

El nombre resonaba en su mente como un eco que no podía acallar. Los colosos de hierro y fuego no dejaban de manifestarse en su memoria, una imagen tan ajena y descomunal que le resultaba difícil de interpretar.

"¿Por qué los espíritus me mostrarían algo tan imconexo a nuestra realidad? ¿Qué propósito tiene esto para Aerith?" Se pregunto.

Al alcanzar el montículo, se detuvo frente al Árbol de Arietita. Sus ramas, cargadas de hojas doradas que nunca caían, parecían inclinarse hacia ella, como si el árbol la invitara a acercarse. Extendió sus manos temblorosas y tocó la corteza con ambas palmas. Una energía cálida y antigua la envolvió, y de inmediato, su visión se oscureció.




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