Akalaeb

Capitulo 7: La encrucijada de los Reyes, Movidas Sutiles, Advertencia

Erasyl, Palacio de las Luminarias,

En la sala privada, justo en el corazón del Palacio de las Luminarias, el Rey Elandor y la Reyna Sylthera, discutían en un tono moderado, aunque sus rostros delataban preocupación. En la mesa de estrategias, varios mapas y cartas oficiales se hallaban desplegados, cada uno con anotaciones que hablaban de alianzas, movimientos militares, y mensajes diplomáticos. Pero lo que les preocupaba, eran las movidas del Rey Emisarius de Sylverthorn: Vaelthyr, sobre todo, en las zonas colindantes al Reyno.

—Vaelthyr no actúa sin motivo —dijo Elandor mientras trazaba con el dedo una línea sobre el mapa, señalando las regiones fronterizas entre Yrandor y las rutas a Sylverthorn—. Desde hacia semanas a aumentado la presión en nuestras rutas comerciales que conectan con su región con pretextos burocráticos, y a ralentizado nuestras caravanas más importantes.

Sylthera, sentada junto a él, frunció el ceño. Sus ojos observaban un pergamino en el que se detallaban las demandas recientes del Rey Emisarius.

—Quiere algo más que comercio. Estas maniobras son demasiado calculadas. Está empujándonos hacia una posición defensiva, como si buscara ver nuestra reacción. —Su tono era firme, pero su mirada revelaba que ya estaba considerando varias posibilidades.

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Este Meridional de Sylverthorn, Valenar

Mientras los monarcas de Yrandor debatían, al Este Meridional en el corazón de Sylverthorn, Vaelthyr observaba desde un alto ventanal las torres de su capital, Valenar. Era un elfo Sylvaranae imponente, de cabellos negros y porte regio, pero su semblante estaba endurecido por la presión de su rol. Aunque ostentaba el título de Magistus Rey Emisarius, su posición era mucho más compleja de lo que dejaba entrever.

Detrás de él, en las sombras de la sala, una figura femenina se movía con elegancia. Nymeria, la nueva Reina Regente, caminó hasta quedar a su lado. Su presencia era etérea, casi fantasmal, pero su mirada era aguda y su voz, cuando habló, cortó el aire como una daga.

—Yrandor todavía no sospecha de mi existencia, ¿cierto? —preguntó, inclinando levemente la cabeza mientras observaba el reflejo de Vaelthyr en el vidrio.

Él negó con la cabeza.

—No tienen idea. Siguen creyendo que estoy viudo, que no tengo más apoyo que el de mis consejeros.

Nymeria sonrió, pero su expresión no era cálida. Había un filo en ella, una astucia calculadora que emanaba de cada gesto.

—Perfecto. Esa ignorancia es nuestra mayor ventaja. Mientras ellos se enfocan en tus movimientos, nosotros podemos trabajar en los míos. —Se acercó a la mesa cercana, donde había un mapa similar al que estudiaban los reyes de Yrandor, pero con marcas que detallaban puntos de influencia que solo ella podía comprender.

Vaelthyr la observó por un momento, con una mezcla de admiración y cautela. Aunque Nymeria había sido la mente detrás de muchas de las estrategias exitosas de Sylverthorn, su capacidad para manipular situaciones le resultaba tan fascinante como inquietante.

—¿Estás segura de que es el momento de presionarlos? —Preguntó.

Nymeria alzó la vista hacia él, y su mirada se endureció.

—Elandor y Sylthera están demasiado enfocados en sus problemas internos. Los nobles de Yrandor están divididos, los druidas hablan de señales en el cielo, y su hija está demasiado ocupada intentando probarse ante ellos. No hay mejor momento que este para debilitar sus fronteras.

Vaelthyr asintió lentamente, aunque aún parecía dudoso.

—Pero si nos descubren...

—Si nos descubren —lo interrumpió Nymeria con una voz suave, pero firme—, será demasiado tarde para que reaccionen. Nuestra red ya está en movimiento, Vaelthyr. Ahora solo necesitamos paciencia y precisión.

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Erasyl,
Palacio de las Luminarias,

De vuelta en el Palacio de las Luminarias, Sylthera dejó el pergamino sobre la mesa y miró a Elandor con una mezcla de preocupación y resolución.

—Si Vaelthyr está detrás de estas presiones, entonces debemos suponer que tiene un plan más grande. —Su voz bajó de tono, como si temiera que las paredes pudieran escucharla—. Pero algo no cuadra. Vaelthyr nunca ha sido un estratega tan meticuloso. Estas tácticas... tienen un matiz diferente.

Elandor asintió, rascándose el mentón con gesto pensativo.

—Podría estar recibiendo consejo de alguien. Quizás alguno de sus generales, o incluso un consejero nuevo. Pero no podemos descartar la posibilidad de que Sylverthorn esté trabajando en conjunto con otra nación.

Sylthera cruzó las manos sobre la mesa, reflexionando.

—O podría ser alguien más cercano a él. Alguien que permanezca en las sombras.

Elandor la miró con curiosidad.

—¿Crees que no está solo?

Sylthera asintió lentamente.

—Es solo una intuición. Pero si estamos en lo correcto, quien sea que esté detrás de esto podría ser mucho más peligroso de lo que pensamos.

Los dos reyes compartieron un momento de silencio, sus mentes trabajando en los mismos dilemas. Yrandor estaba rodeado de enemigos, no solo en Sylverthorn, sino en las otras naciones que esperaban un momento de debilidad para atacar. Y ahora, con estas señales en el cielo y los rumores entre los druidas, parecía que el futuro del reino estaba en un punto crítico.

—Quizás —dijo Elandor finalmente—, todo esto sea solo un símbolo, como hemos pensado. Tal vez el viajero del cielo no sea más que una metáfora para un cambio político o una alianza inesperada.

Sylthera lo miró, con una leve sonrisa triste.

—Tal vez... pero los símbolos tienen una forma extraña de manifestarse en la realidad.

Y con aquello, la conversación quedó en suspenso, mientras las estrellas sobre Yrandor parecían girar en un ritmo desconocido, marcando el inicio de movimientos que aún estaban lejos de ser comprendidos.




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