Akalaeb

Capítulo 8: Informe, Presagio

Salón Privado del Trono, Palacio de las Luminarias,
Primera luz del día,

Aerith se encontraba frente a sus padres, ambos sentados en los imponentes asientos de madera blanca adornados con filigranas doradas que reflejaban la luz del amanecer. Su semblante era sereno, pero sus pensamientos, eran como una corriente inquieta. La tensión en el aire era palpable mientras ella relataba con precisión las revelaciones de Vaelnyr.

—Los sabotajes en Aquilionarys no son obra de oportunistas ni de bandas desorganizadas. Son operaciones orquestadas desde dentro, posiblemente apoyadas por los infiltrados que mencionó Vaelnyr en su carta. —Aerith hizo una pausa, buscando alguna señal de respuesta en los rostros de sus padres, pero no encontró más que concentración contenida—. Además, las alianzas entre algunos nobles y Sylverthorn, han estado en juego durante años. Las piezas se han movido en las sombras mientras nosotros mirábamos hacia otro lado.

El Rey Eldarion entrelazó los dedos, su mirada fija en la superficie de la mesa. La Reina Sylthera, por su parte, mantuvo los ojos puestos en su hija, sus labios apretados en una delgada línea que denotaba preocupación.

—¿Y crees que esta información de Vaelnyr es confiable? —Preguntó Eldarion, su voz grave y pausada.

—Sí, padre —respondió Aerith sin titubeos—. Vaelnyr no tenía razones para mentirme. Si hubiese querido dañarnos, habría sido más fácil callar y dejar que estos planes continuaran sin oposición.

El Rey asintió lentamente, aunque no parecía del todo convencido.

—Las implicaciones de esto son graves, Aerith. —Su tono era más severo ahora—. Si lo que dices es cierto, estamos hablando de una amenaza interna tan peligrosa como cualquier invasión externa. Procederemos, pero debemos hacerlo con extremo cuidado. Si estos nobles sospechan que estamos investigando, podrían adelantarse a nuestros movimientos.

—¿Qué propones entonces, mi amor? —Interrumpió la Reyna Sylthera, sus ojos aún fijos en Aerith. Había un tinte de reproche en su voz, pero también una notable preocupación maternal—. ¿Dejarla cargar con esta responsabilidad sola?

—No he dicho eso, mi vida —respondió Eldarion, ahora dirigiendo su mirada a su esposa—. Pero tampoco podemos permitirnos actuar precipitadamente.

Aerith aprovechó el breve silencio que siguió para reforzar su postura.

—No estoy pidiendo que actuemos ahora, pero necesitamos un plan. Vaelnyr sugirió prudencia, y coincido con él. Debemos abordar esto con sigilo, exponiendo estas traiciones poco a poco.

La Reina exhaló profundamente, sus dedos tamborileando en el brazo del asiento.

—Tienes razón, hija, pero para enfrentarte a estas amenazas necesitarás más que un plan. Necesitarás aliados, apoyo político... y personal.

Aerith frunció ligeramente el ceño. Sabía adónde conducía aquella declaracion.

—Madre, no creo que este sea el momento para...

—Sí, lo es. —Sylthera cortó sus palabras con una firmeza que no permitía réplica—. Desde hace años has rechazado cada sugerencia que hemos hecho respecto a un consorte. Pero el mundo está cambiando, Aerith. Si quieres mantener tu posición, si deseas que te tomen en serio como líder, necesitas más que tu inteligencia y tus habilidades. Necesitas de un consorte, que pueda ser tu pase para una participacion mas amplia. Sobre todo en las lides politicas.

— Amor... —Intentó intervenir Eldarion.

Pero su esposa, la Reyna, lo silenció con un gesto de la mano. Aquel asunto tenia que concretarse ya. A esto, el tema del Presagio que habia recibido por parte de la matriarca de los Druidas, la Gran Alysara, aun seguia fresco, Pero ante la situacion, Sylthera, no podia esperar a futuros inciertos.

—No estoy diciendo que debas aceptar un enlace por simple conveniencia política, pero tampoco puedes ignorar la importancia de fortalecer tu posición. Con un consorte adecuado, podrías consolidar alianzas que ahora mismo están al borde de quebrarse. Y mas aun, tu voz en la corte ya no tendria restricciones.

Aerith sintió que sus mejillas se calentaban. Odiaba esta conversación, más aún en un momento tan crítico.

—¿Crees que un consorte resolverá esto? —preguntó, tratando de mantener su voz tranquila, pero no logrando ocultar del todo su irritación—. ¿Crees que un matrimonio político detendrá las infiltraciones o evitará los sabotajes?

Sylthera inclinó ligeramente la cabeza, su mirada ahora era más suave.

—No, Aerith. Pero fortalecerá tu posición cuando necesites enfrentarte a los nobles y Altos Elfae que conspiran contra nosotros. No puedes luchar estas batallas sola.

El silencio se instaló nuevamente en el salón. Aerith sabía que su madre tenía razón, aunque no estaba dispuesta a admitirlo en voz alta.

—Lo pensaré —dijo finalmente, sus palabras cuidadosas, pero no comprometidas.

El Rey, por su parte, se levantó de su asiemto, caminando hacia ella con pasos medidos.

—Tu madre, en parte, tiene razón, Aerith. No puedes luchar sola. Pero la decisión final será tuya. —Colocó una mano sobre su hombro, su mirada más cálida ahora—. Solo recuerda que no basta con identificar la oscuridad. Debemos estar listos para enfrentarnos a ella juntos, como reino.

Aerith asintió, sintiendo el peso de las palabras de su padre. Mientras salía del salón, su mente volvía a la carta que había enviado a Vaelnyr y a las decisiones que ahora debía tomar. Había mucho en juego, y cada paso que diera tendría consecuencias que podrían cambiar el destino de Yrandor.

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4 dias despues, Palacio de las Luminarias,

Las festividades se habían extendido por cuatro días en los vastos salones del Palacio de las Luminarias. Los ecos de música élfica y risas resonaban por los pasillos, mientras nobles y príncipes de distintos reinos intentaban demostrar su valía ante los reyes y, en especial, ante la princesa Aerith.




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