Akhen y Ruth: Una historia agridulce (lhdld #0.5)

Parte 1. ¿Eres tú mi príncipe azul? (I)

Con cierta frustración, Ruth pasó de nuevo el cepillo por su cabello rubio; pretendiendo, o intentando desesperadamente –no estaba del todo segura– que se quedase donde debía. Pero, al cabo de unos minutos, tuvo que desistir. Era como si una bola de rayos de las que podía conjurar con los ojos cerrados se le hubiese escapado y hubiera aterrizado en su pelo, disparándolo y encrespándolo en todas direcciones.

La joven ahogó un gemido al mirarse de nuevo al espejo. A lo mejor la gente tenía razón: nunca encontraría a alguien que la aguantase. O, al menos, que fuese capaz de llevar su ritmo de vida. Ella, que siempre se había sentido orgullosa de su rebeldía, de querer salir de las cuatro paredes que suponía la fortaleza de Ávalon y ver mundo... ¿qué había de malo en eso? Y lo peor de todo es que no era la única que lo pensaba.

Su mente voló de inmediato a Morgana, su querida hermana mayor. Siempre tan responsable, tan educada, tan formal... Todo el mundo decía que sería una digna heredera, desde que fue proclamada a los quince años por los padres de ambas, de Ávalon y regentes de toda la Comunidad Mágica. Pero Ruth sabía que no siempre había sido así. Cuando eran niñas, Morgana y ella compartían un mismo sueño. Ruth suspiró. Se le hacía tan lejano...

Sin embargo, como si la hubiese invocado, su hermana apareció en ese instante por la puerta y se acercó a ella.

–Pero, Ruth... –la reprendió con cariño–, ¿aún estás así?

–No quiero bajar –repuso la interpelada–. No quiero conocer a ese tal... Akhen.

Porque, en efecto, aquella noche sus padres habían decidido traerle un pretendiente. Otro de tantos. Solo que a todos ellos los había rechazado. Uno a uno. Y este no iba a ser una excepción. A Ruth le daba igual tener casi treinta años, solo quería ser un espíritu libre. Pero ellos no lo iban a permitir, claro.

¿Una Derfain descarriada? ¡Ni pensarlo!

Sin quererlo, sorprendió en su hermana una mirada extraña cuando alzó la vista hacia ella.

–¿Qué sucede? –preguntó.

Pero ella se limitó a mover la cabeza con aire divertido antes de levantarse y, sin una palabra, salir del dormitorio. Furibunda por haber sido dejada con la palabra en la boca, su hermana pequeña se levantó, dando definitivamente por perdido el peinado, antes de seguirla. Sin embargo, nada la hubiese preparado para la visión angelical que la esperaba al pie de la escalera.

Era rubio, alto y de ojos azules. «En parte», pensó divertida, «se parece a mí». Lo que no tenían en común era que él parecía algo perdido en aquel pasillo, y Ruth se conocía la fortaleza como la palma de su mano. Sonriendo sin apenas pretenderlo, la joven se aproximó lentamente, a la vez que intentaba que su corazón ralentizase la marcha:

–Hola. ¿Puedo ayudarte?

* * *

Su madre había elegido la túnica que vestía Akhen aquella noche. Resalta tus ojos», había dicho mientras se la dejaba sobre la enorme cama de su alcoba de la vivienda familiar. Él le dedicó una sonrisa a la señora, que habitualmente no hacía esas cosas, y se quitó el pantalón de pijama que vestía para enfundarse la prenda por la cabeza. Con paso decidido se dirigió hasta el espejo de cuerpo entero y marco oscuro, se pasó una mano por el cabello, rubio y brillante por el reciente baño, y decidió que su madre tenía razón: los colores de su casa, verde lima y marrón, hacían que sus ojos azules brillasen con intensidad en su rostro agraciado. 

Akhen sabía lo importante que era el encuentro al que se enfrentaría esa noche, conocería a la que quizás fuera a convertirse en su prometida. Había estado reflexionando sobre ello durante las últimas semanas y había llegado a la conclusión de que debía conseguir aquel compromiso esa misma noche. Según había oído, Ruth Derfain había rechazado a todos sus pretendientes y él no pensaba ser uno más: no solo por lo ventajoso que sería aquel enlace, sino por su propio orgullo, esa mujer no iba a rechazarlo. No a él.

Bajó al salón y se dejó conducir hasta la mansión Derfain. Todo el trayecto lo pasó con la mirada fija en la ventana del carruaje, oteando la oscura noche y ensayando mentalmente qué diría; lo que no sabía era que todo aquello no iba a servirle de nada una vez tuviera delante a la rebelde Hija de Júpiter que estaba destinada a ser su esposa. 

Deslumbrado por la opulencia de aquella magnífica mansión apenas oyó las recomendaciones de sus padres, algo que solía pasar a menudo por otro lado, y acabó solo y perdido. Levantó las cejas, desorientado: ¿dónde demonios estaba?

Se acodó en una columna, tratando de calibrar la situación y de pronto una voz lo sacó de sus ensoñaciones y planes, tirándolos por el suelo sin orden o concierto. El estupor se pintó en su rostro cuando una joven preciosa, aunque con un pelo que podría tildarse de "complicado" apareció frente a él. «Es una belleza», no pudo evitar pensar mientras ella se dirigía a él.



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En el texto hay: new adult, romance, magia y amor

Editado: 18.01.2023

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