Akhen y Ruth: Una historia agridulce (lhdld #0.5)

Parte 1. ¿Eres tú mi príncipe azul? (III)

Realmente no era aquello lo que esperaba. Si se hubiera tratado de cualquier chica a la que hubiera querido «llevarse al huerto» estaría contento, porque todo indicaba que eso era lo que quería Ruth, pero lo que pretendía en ese momento nada tenía que ver con la piel... o casi nada. No debía permitir que se le acercara tanto, porque aquella figura bien formada y sus labios tentadores no eran algo a lo que fuera fácil resistirse. De hecho su entereza estaba a un milímetro de quebrarse y no debía permitirlo. Cuando ella se le echó encima notó como su espalda golpeaba la balaustrada. Había dado un paso atrás para evitarla, pero no podía hacer mucho más estando allí.

Akhen soltó una risilla nerviosa, intentando encontrar una respuesta que no fuera pretenciosa ni manida, pero no era tan fácil. Mucho menos cuando la respiración de la chica que esperaba convertir en su prometida lo golpeaba el rostro con aquella insistencia. Era la primera vez que una mujer se mostraba tan directa con él. No os confundáis, no debía hacer prácticamente nada para seducir a la chica que se le antojase, era solo que no solían ser tan claras. Y, maldito fuese él y todos sus ancestros, porque le gustaba. De ahí que su mano derecha acabara por descansar sobre la cintura de la joven. «Párate», se exigió, pero no lo hizo.

–¿Yo? –susurró; su mano izquierda le retiró un mechón rebelde del rostro y negó con la cabeza–. No te hablaré de vino, me gusta beberlo no hablar de él. ¿Cultivos, por quién me has has tomado, por un agricultor? No, Ruth. Yo no quiero comprarte o impresionarte –el dedo que había colocado el cabello dorado en su lugar se movió junto a sus hermanos para acompañar a la mano derecha, al otro lado de la cadera de la hija de Júpiter–, yo solo quiero conocerte.

Podría haber agregado que debían charlar, pasear y ver si lo suyo era posible antes de comprometerse o decidir las cosas a lo loco, pero no tuvo tiempo, una voz se acercaba a ellos y no tuvo más remedio que soltar la cintura de la joven y guardar las manos en los bolsillos de su elegante túnica.

–¿Señorita Ruth? –venía diciendo un hombre mayor que parecía un sirviente, ¿un mayordomo tal vez?, rechoncho y calvo como una bola de billar–. Señorita Ruth, sus padres y su hermana están... –el anciano primero le dedicó una sonrisa a la joven y luego a Akhen, que elevó una ceja, divertido, a modo de saludo–. La cena está lista –dijo el recién llegado, con la vista clavada en el suelo.

* * *

Cuando los dedos se posaron en su cintura, Ruth pensó que el corazón se le iba a salir del pecho. Cuando le apartó un mechón de flequillo con la mano izquierda para, acto seguido, posarla sobre la cadera contraria, la joven deseó que su cabeza terminase el movimiento que había comenzado con la última pregunta, fundiendo sus labios en un beso apasionado. Pero se contuvo a tiempo, tragó saliva procurando serenarse y reprimió el impulso de morderse el labio inferior con deseo.

Lentamente, alzó la vista hasta cruzar sus miradas, tratando de discernir por enésima vez si estaba siendo sincero. Ya había materializado sus sospechas sobre su intención nula de impresionarla pero... ¿Que deseaba conocerla? Aquello sí que era nuevo. Lo cierto es que a ninguno de los anteriores pretendientes le había permitido conocerla apenas en persona, no digamos verse a solas o... tocarle un pelo. Pero la casualidad había querido que Akhen y ella se encontrasen antes de su presentación oficial y, francamente, había algo excitante en todo aquello. Sin la mirada de halcón de sus respectivos padres y parientes, Ruth sentía que realmente podían ser ellos mismos. O eso quería creer.
Una idea empezó a tomar forma en su mente –a salvo detrás de la bendita barrera– en ese preciso instante. Si conseguía hacer suyo a Akhen, era muy posible que aquello fuese el billete para salir de Ávalon. Después de casarse, nada ni nadie la obligaría a permanecer en aquella fortaleza... o en aquella condenada isla. Sería libre. Y si, llegado el caso, debiera doblegar su voluntad para hacerlo... bueno, podía ser un daño colateral.
Sin embargo, sabía que no debía mostrarse demasiado provocativa o abierta en ese sentido, puesto que él podría pensar horriblemente de ella. Por suerte, la aparición del chambelán mayor le dio la oportunidad que estaba buscando. Lástima que en ese instante las manos de Akhen se retirasen de su cuerpo...
–No te preocupes, Sahan –tranquilizó la joven al cohibido sirviente–. Bajamos en un minuto.
Cuando se retiró, Ruth se volvió lentamente hacia Akhen y posó sin disimulo un dedo bajo su pecho. El juego había empezado. La cuestión era, ¿sería capaz de superarlo?
–Si quieres conocerme –susurró entonces junto a su mejilla, muy cerca de la comisura de sus labios, a la vez que bajaba un dedo por la línea de su ombligo, hasta retirarlo unos centímetros más abajo– reúnete conmigo esta noche en esta playa de aquí abajo –hizo un gesto significativo con la cabeza en la dirección indicada–. Si no «te pierdes», claro.
Recalcó a propósito esas dos palabras, dado que ese había sido el motivo de su encuentro, antes de girarse con elegancia y salir de la galería sin mirar atrás.



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En el texto hay: new adult, romance, magia y amor

Editado: 18.01.2023

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