—Akhen, oye —vocalizó, aún sin recuperar del todo el resuello—. Tú... Me atraes mucho, lo admito. Y me gustaría conocerte mejor y creo que podría funcionar, pero... —Ruth se mordió el labio—. Lo cierto es que, por mucho que mis padres se hayan empeñado, no puedo ni quiero casarme con alguien a quien acabo de conocer —Alzó una mano hacia la fortaleza—. No quiero esto, no quiero un matrimonio por conveniencia... Quiero... —Sintió cómo las lágrimas que llevaba reteniendo tantos años se le agolpaban en la garganta— ... Necesito alguien que quiera conocerme y que me ame por cómo soy... No por lo que represento —Ruth se giró hacia el mar para que él no viese su tristeza, aunque pudiese escucharla en su mente, y concluyó—. Lo siento. Estoy segura de que no es lo que esperabas y siento haberte decepcionado.
* * *
Akhen no había conseguido el compromiso. Lo que tenía hasta lógica: había brujos que decidían casarse sin apenas haberse visto y otros que apostaban por conocerse un poco más y luego dar el siguiente paso, llevar lo que era un noviazgo de toda la vida. No debía dar nada por perdido de momento, aunque no pudo evitar el mal sabor de boca que eso le dejaba. En cualquier caso, no despegó los labios hasta que Ruth no hubo terminado. Parecía un poco triste. Sus pensamientos eran como pétalos de flor recién cortados, lo que significaba que algo había significado el impetuoso beso que acababan de compartir. Para ambos.
—Ruth —la llamó, aunque ella permaneció tercamente vuelta hacia al mar. Akhen suspiró y volvió a acercarse a ella, esta vez para susurrarle al oído—, ¿cómo vas a decepcionarme? —Él mismo le había pedido paciencia; no podía tampoco dar por hecho que, como otras tantas, la rubia Hija de Júpiter se lanzase a sus brazos sin tan siquiera pestañear—. Creo que estás actuando con una cautela lógica. Tenemos que conocernos, hacer cosas juntos y ver si nos va bien —Aunque parte de su orgullo se había resentido, algo era obvio: la atracción entre ellos era tan evidente que no debía tomarse su "rechazo" como algo personal. La chica solo quería que la amasen por ser como era, no por su apellido. Le gustaba, no podía negarlo. Que Ruth quisiera algo así para ella le hacía sentirse identificado en cierta medida, él también quería ser libre. Antes de que pudiera darse cuenta la rodeaba con los brazos, desde atrás. Quizás aquello fuera un flechazo, era la primera vez que le ocurría—. Hablaré con nuestros padres —le prometió, ya convencido de que era lo mejor que podía hacerse—, les diré que queremos conocernos, pero que no nos casaremos de inmediato.
Si él mismo había pedido cierta paciencia, era de esperar que fuera capaz de tenerla porque, por mucho que lo negase o quisiera engañarse, una parte de él tenía muchas ganas de conocer a Ruth Derfain. Lo tenía intrigado desde que la vio por primera vez unas horas antes y quizás unos meses de reflexión, un noviazgo a la antigua, les sirviera para afianzar esa afinidad que había nacido entre ellos de modo espontáneo. De ahí que Akhen la cogiera de la mano y la condujese hasta la fortaleza. Pese a que Gregor era un idiota, el Hijo de Mercurio esperaba cierta comprensión por parte de su mujer, la hermana mayor de Ruth. No podía saber cómo ocurrirían las cosas, lo único que podía era esperar que salieran bien.
* * *
Estaba nerviosa. Nerviosa... Y muy feliz. Aún no entendía muy bien qué había sucedido aquella noche; Ruth Derfain, que se consideraba un espíritu libre, fuerte y decidido, había sucumbido a los hechizos de Cupido y Afrodita como una adolescente. Pero lo cierto es que no le importaba. Cierto que ninguno de los dos se había arrojado de entrada a la boca del lobo, pero quería pensar que, de aquella cautela y la necesidad mutua de hacer las cosas despacio y bien, podía salir algo muy hermoso. Mientras caminaban de vuelta hacia la fortaleza, iba pensando qué decirles a sus padres, cómo plantearlo. Akhen se había ofrecido a hablar con ellos; pero, no sabía por qué, a Ruth le daba la impresión de que, en este caso, la voz cantante debería llevarla ella... Como las otras veces.
Sin embargo, el momento que esperaba posponer todo lo posible se presentó nada más abrirse las puertas de roca. Porque, en efecto, congregados en el pasillo se hallaban... Los miembros de ambas familias. En cuanto la pareja se adentró en el corredor, iluminado por alegres antorchas, Ruth pudo ver cómo los rostros de todos ellos expresaban una perplejidad sin precedentes. Y, bueno... Dada la reputación de la mencionada, tampoco es que le sorprendiese lo más mínimo. La primera en recuperar el habla fue su madre, que musitó, con una voz entre sorprendida y emocionada:
—Ruth...
Sabía lo que quería decir y, por ello, su hija apretó la mano de Akhen con más fuerza a la vez que ambos cruzaban una mirada significativa.
—Madre —susurró acercándose a ella—. He escogido —la mujer se llevó las manos al rostro, emocionada, pero su expresión cambió en cuanto Ruth alzó una mano y agregó—. Pero no vamos a casarnos... Aún.
El efecto de aquellas palabras, obviamente, no fue nada agradable. Todos palidecieron y Ruth comprobó cómo los padres de Akhen abrían y cerraban la boca, sin ser capaces de articular palabra, a la vez que sus ojos volaban de su hijo a la princesa rubia y vuelta a empezar. Morgana, por su parte, se mordía los carrillos claramente tratando de contener la risa; pero no porque se burlase de su hermana, y esta lo supo en cuanto la miró directamente. Pero Gregor...
Ruth se estremeció. Sus ojos oscuros no decían absolutamente nada, pero su mandíbula ligeramente apretada y su posición altiva le dijo todo lo que necesitaba saber. Algo que tampoco debió haberle sorprendido pero que, sin saber por qué, le hizo tener un mal presentimiento.
—Pero... ¿se puede saber qué clase de broma es esta? —se escandalizó el padre de Akhen cuando consiguió recuperar el habla, para acto seguido dirigirse hacia el padre de Ruth—. Artorius... ¡por los Dioses, haz algo!