Akhen y Ruth: Una historia agridulce (lhdld #0.5)

Parte 2. "Reencuentro en Tribec" (IV)

Los ojos de la joven se clavaron en él con curiosidad, a la vez que una amplia sonrisa se adueñaba de su rostro. Con mucho esfuerzo, consiguió reprimir una risita divertida. Así que, detrás de aquel aspecto de seductor galante, parecía haber algo más. Aquella petición, como si se tratase de un adolescente, le hizo gracia. Pero en aquel terreno llevaba, probablemente, todas las de perder; así que optó por ocultar sus labios tras un sorbo de bebida mientras meditaba su propuesta.

—Creía que ya estábamos en una —respondió, con cierta coquetería que no pudo reprimir por mucho que lo intentó.

«Pero lo cierto es que no tendría problema ninguno», pensó aun sabiendo que la podía escuchar perfectamente.

Algo cohibida por aquella declaración sin ambages, la de él y la de ella misma, Ruth desvió ligeramente la vista hacia la ventana a la vez que daba un trago más largo de lo normal a la bebida. Apenas sería la hora del almuerzo, todavía había mucha luz y el día era aprovechable; contando con que su hermana hubiese podido contener al embajador Marquath, claro. Entonces, Ruth tuvo una idea y volvió su vista hacia Akhen. Ambos coincidían en una cosa: no querían que nadie decidiese por ellos. Y eso, aparte del aleteo en la boca del estómago cada vez que lo miraba, eran sensaciones nuevas para ella.

—Se me ocurre una idea —murmuró esta en voz baja—. ¿Qué tal si pagamos, salimos de aquí, y me enseñas la ciudad? Hace años que no vengo —confesó—, pero quién mejor que alguien de aquí con quien recorrerla...

Lo estaba adulando, lo sabía y tampoco era su intención. Su única pretensión en ese momento era moverse, caminar junto a él, conocerle mejor... y lo que tuviera que pasar.

* * *

Si según Ruth aquel encuentro ya era una cita, ¿significaba que había sido cosa de ella? Es decir, él había sido quien le había propuesto tomar algo, pero ella la que había ido hasta su casa en Tribec y le había pedido que quedasen después. Se mordió el labio inferior reflexivamente y acabó por negar con la cabeza; ya estaba bien de aquello, lo que no era sencillo para un Hijo de Mercurio como Akhen. En cualquier caso, con las mujeres no había tenido que pensar demasiado a lo largo de su vida: solía tener a la chica que quisiera. Aunque luego se cansaba enseguida cuando la conseguía, no quería ponerse en plan psicólogo, pero estaba seguro que parte de culpa de su comportamiento con el sexo opuesto era culpa de sus padres y su mal ejemplo.

Los pensamientos de Ruth lo golpearon, de manera que sus propias reflexiones se deshilacharon entre sus dedos. Sonrió, con la boca torcida, y apuró lo que le quedaba en el vaso con una sonrisa burlona; esperaba que ella quisiera un segundo –o tercer, según se mirase– encuentro, pero que fuera tan abierta a la hora de expresarlo lo alegró más de lo que pensaba reconocer. Le hubiera gustado decirle algo más; pero, como ella había vuelto a tomar la palabra, optó por escucharla, mientras el licor purpúreo bajaba por su garganta hasta su estómago para darle calor por todo el cuerpo.

«Así que quieres conocer Tribec, por mí estupendo».

Levantó la mano y chasqueó los dedos; en un segundo, el tal Tommy estaba a su lado y apuntaba en la cuenta de los Marquath las bebidas que Akhen y Ruth habían tomado.

«Tú pagas, viejo».

A continuación, ambos se levantaron y salieron del local. Los colores de la Casa de Mercurio, el amarillo, el marrón y el verde lima, eran las notas predominantes tanto en casas como en diferentes detalles que decoraban la ciudad. De Tribec se habían dicho muchas cosas, pero en todas las historias se hablaba de la belleza del lugar. Akhen había pasado prácticamente toda su vida allí y coincidía con lo que se decía. Se sentía orgulloso de su ciudad, aunque no era muy dado a hacer de guía por ella, las chicas no buscaban eso de él. Negó con la cabeza de modo imperceptible y caminó junto a Ruth mostrándole los diversos lugares: los templos dedicados a los dioses Mercurio y Ogmios, el evocador puerto, las avenidas llenas de vida...

En estas últimas se detuvieron un rato, puesto que había tiendas y puestos donde se podían encontrar algunos productos hermosos. Un escaparate con piedras preciosas llamó la atención de la pareja y se detuvo a contemplarlas. Mientras la chica se encontraba con la nariz apoyada en el cristal se le ocurrió una idea, le pidió que esperara y entró en la tienda con una clara idea en la mente: hacerse con un colgante para la chica. Al presentarse como el hijo del embajador no le pusieron pegas y acabaron por darle lo que quería: una piedra azul en forma de lágrima sostenida por un cordel de cuero negro, lo suficiente delicado para una princesa, pero con la fuerza de una guerrera. Así veía a Ruth y así se lo dijo mientras le cerraba el colgante desde atrás con manos firmes.

* * *

Ruth tenía que admitir que la ciudad era más hermosa de lo que sus escasos recuerdos le mostraban cada vez que pensaba en ella –lo cual había sido frecuente en los últimos días–. El colorido, el bullicio de la gente que iba y venía, la magnificencia de los diferentes templos y altares. Pero debía confesar también que ninguna de esas maravillas fue comparable a sus ojos como aquel regalo. Cuando se detuvieron frente al escaparate, Ruth no pudo evitar quedarse embobada contemplando las joyas expuestas en las delicadas vitrinas de cristal que se alzaban al otro lado. Pendientes, colgantes, pulseras, esclavas, camafeos, diademas... De todas las casas. Los precios ni siquiera llamaron su atención, la verdad; al fin y al cabo, era una princesa. Siempre había tenido todo lo que deseaba en cuanto a lujos se refería.

Sin saber por qué, aquel pensamiento le produjo un desagradable nudo en el estómago. Por suerte, se encontraba de espaldas a Akhen, que además en ese instante se dirigió hacia el umbral de la puerta para desaparecer en el interior de la tienda. Tratando de calmar su desazón, en cuanto él desapareció, Ruth se dio la vuelta, observando a los transeúntes para distraerse. Pero, cuando un par de minutos después unas manos suaves colocaron algo sobre su cuello, la joven dio un respingo y volvió en sí.



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En el texto hay: new adult, romance, magia y amor

Editado: 18.01.2023

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