Akhen y Ruth: Una historia agridulce (lhdld #0.5)

Parte 3. "No es oro todo lo que reluce" (Parte II)

—Siéntate. Déjame verlo —le pidió, aunque aún había cierta brusquedad en sus gestos y en su tono.

Él obedeció y ella, después de tocar alrededor de las heridas, cuyo borde había adoptado un desagradable tono violáceo, miró a su alrededor con urgencia.

«¡Sí!»

En la esquina había una jarra y una palangana. Sin embargo, no había trapos a mano, a excepción de las sábanas. Con un suspiro, la mujer se dejó llevar por su intuición, a la que siempre apreciaba en momentos como este. Sacó el cuchillo que aún guardaba bajo el chaleco, se despojó de este y rasgó con dos tajos las mangas de la camisa. Rápidamente, las echó en la bacina de madera y vertió agua sobre ellas, corriendo acto seguido junto a Akhen.

—No te muevas —le pidió. Una de sus manos se apoyó sobre su pecho, en la zona de piel sana, mientras la otra limpiaba con cuidado la sangre medio coagulada de los cortes. Durante el proceso, Ruth evitó mirarlo a los ojos todo el tiempo que fue capaz, hasta que se dio cuenta de que sus habilidades curativas requerían una explicación—. Hace años Morgana se cayó del caballo mientras galopábamos cerca de Ávalon. Se hizo daño en una mano, y yo tuve que ayudarla a subir de nuevo a la silla y guiarnos a ambas hasta casa. Cuando el Hijo del Sol que trabajaba allí la atendió, me quedé mirando cómo lo hacía —se encogió de hombros como para quitarle importancia, a la vez que cogía el chaleco del suelo, lo cortaba e improvisaba una venda con sus restos—. Confieso que nunca me han llamado las artes de otras Casas, ni siquiera cuando tenía que aprenderlas a la fuerza con corta edad. Pero la habilidad que tenía ese hombre... —dio la última vuelta y lo ató con una de las cuerdas del chaleco, haciendo un agujero con el puñal—. En fin, supongo que si no hubiese nacido Hija de Júpiter me hubiese gustado ser una Hija del Sol... Por ello traté de aprender todo lo posible sobre primeros auxilios. Al fin y al cabo, es una habilidad de Fuego... —sonrió—. Y, ...esto ya está.

Mañana habrá que buscar un desinfectante pero, hasta ese momento...

Ruth contempló satisfecha su trabajo. Aquel vendaje debería aguantar al menos hasta que pudiese verlo un médico competente. Y únicamente en ese instante se permitió volver a adentrarse en sus ojos de un azul profundo como el del mar. Debía reconocer que aún estaba asustada por todo lo que había vivido en los últimos dos días y no tenía ni idea de qué hacía Akhen en las Tierras Lejanas; pero una cosa sí tenía clara. En caso de que fuese necesario, no podía imaginar otro compañero de viaje que no fuese él.

* * *

Era sorprendente que Ruth tuviera aquellos conocimientos más apropiados de los Hijos del Sol que de los de Júpiter. Sintió curiosidad por saber la razón de ello, de manera que su explicación fue bien recibida, lo mismo que sus cuidados, pues tener la herida vendada era mucho mejor que la sangre chorreando a su antojo. Hasta le dolía menos, lo que unido a la visión de la chica con aquel conjunto tan seductor era algo positivo. Sin lugar a dudas. Retiró la mirada, ¿en qué demonios estás pensando?, se recriminó y se dedicó a observar el escaso mobiliario de la habitación: un arcón, un aparador con una palangana y una jarra con agua, la ventana, la dichosa cama y Ruth. Mala idea, había que distraerse con otra cosa y la mirada azulada de la rubia no era la mejor.

No le gustaba sentirse de aquel modo. Si aquello hubiera sido una situación más normal, probablemente no se sentiría tan nervioso. Ninguna chica se le resistía a Akhen Marquath, pero con la muchacha que ahora lo acompañaba era como si anduviese por un suelo invisible, como si no supiera dónde poner el pie en ningún momento. Quería hacer bien las cosas y poco tenía que ver con que fuera una Derfain o la mejor opción de matrimonio que se le presentaría jamás. Era todo muy confuso y, por muchas vueltas que le daba, nunca llegaba a una conclusión que le convenciera. Suspiró, dejando que toda la tensión que había acumulado en el combate.

—Gracias por esto —y se señaló la herida con una media sonrisa bailando en su rostro. Se sentía muy cansado, un poco febril incluso; y sabía que no debía presentar un aspecto muy lozano, pero sentía que había hecho lo que debía hacer. Salvar a la muchacha que ahora le miraba con tanta preocupación. Así las cosas, no era de extrañar que le importase más bien poco la reunión a la que se supone que debía acudir, lo que supondría una nueva decepción para su padre, pero le daba igual. De hecho, estaba tan distraído con el rostro de la muchacha que, cuando la besó con suavidad, no le pareció inapropiado, aunque se retiró enseguida. Seguía siendo un caballero, por mucho que le pesase. Debían tomárselo como una muestra de agradecimiento—. ¿Estás bien? —preguntó entonces, intentando cambiar de tema. Teniendo en cuenta su herida, debía estarlo; se sentiría francamente imbécil si, además de haber sido golpeado por esos tres impresentables, ella no estuviera en perfecto estado. Por lo que podía ver todo estaba en orden, así que suspiró y clavó la mirada en sus botas, manchadas por el barro del camino—. Ruth, me has dado un susto de muerte —reconoció, sintiéndose aún más tonto—. Si llegan a hacerte algo esos tres no hubieran tenido lugar dónde esconderse, lo juro.

Sí, debía estar enfermo.

* * *

Se estaba disculpando...

«Por todos los...»

Y además estaba preocupado por ella. Una de dos, decidió Ruth: o bien alucinaba, o bien soñaba. Pero no parecía el caso. Su rostro pálido empezaba a perlarse de sudor y la joven sospechó que una simple limpieza de la herida no iba a hacer mucho por mejorar su estado general. Durante la cabalgata, a juzgar por el estado de su túnica, había perdido bastante sangre. Debía admitir que cuando la besó, deseó más; muchísimo más. Al cuerno su herida y el mundo entero... Pero cuando se separó de ella, la princesa recuperó algo de lucidez y la adrenalina que corría por sus venas le devolvió recuerdos mucho menos placenteros de lo que había sucedido durante el día. Por un momento, se quedó quieta sin saber qué hacer, hasta que su oportuno estómago le dio la solución. Reprimiendo las ganas de devolverle el beso, Ruth se sacudió las manos en el pantalón y respiró hondo antes de sonreír.



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En el texto hay: new adult, romance, magia y amor

Editado: 18.01.2023

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