Akhen y Ruth: Una historia agridulce (lhdld #0.5)

Parte 3. "No es oro todo lo que reluce" (Part V)

La Tierra. Otra vez. Y, sin embargo, ahora que había probado la libertad a su lado en muchos aspectos, Ruth se sentía segura para empezar una nueva vida incluso allí. Sobrevivir no tenía por qué ser un problema: durante sus años de estudiante le habían hablado de ese mundo del que, se decía, procedían sus cultos y los primeros habitantes de Ávalon. No había magia como tal, pero existían otros medios muy poderosos para sobrevivir. La cuestión que Ruth no tenía tan clara era si estaba preparada para utilizarlos sin que nadie sospechara nada.

Aunque le doliera, tenía algo claro: necesitaba alejarse de Ávalon un tiempo. Trataría de mantener correspondencia con Morgana de alguna manera sin que sus padres llegaran a saber dónde estaba ni que se comunicaba con ella. Y, si algún día volvía a estar preparada, regresaría y les explicaría todo.

Aquello provocó a la princesa benjamina tal sensación de vértigo que casi le hizo atragantarse con las uvas; pero, por suerte, esta vez Akhen no parecía prestarle atención. De hecho, cuando se vistió y Ruth vio su torso desnudo, cayó en la cuenta de que, antes de irse, tenían necesidades más inmediatas.

Así que, cuando vio la oportunidad, la joven tomó su mentón entre sus dedos y lo obligó a mirarla. En cuanto terminó de hablar, Ruth enarcó una ceja divertida y susurró:

—Todo ese plan está muy bien, pero... ¿Qué tal si antes te consigo una túnica y no me arriesgo a ... perderte por una pulmonía?

La joven se rio acto seguido para disimular que aquel verbo le había costado vocalizarlo. Era la primera vez que manifestaba su deseo de conservarlo junto a ella, pero no sabía si era exactamente el momento de dar el paso. Por ello, se volvió de inmediato y se bajó de la cama, buscando su ropa con cierta prisa. Casi le recordaba los minutos previos a acostarse por primera vez. Suspiró. Debía empezar a pensar fríamente. Sin embargo, no dejó de besarlo con dulzura y cierta ansia mal disimulada antes de encaminarse hacia el pasillo.

—Vuelvo enseguida —prometió.

Conseguir la túnica y un chaquetón de piel para ella fue sencillo y barato, la verdad; cuando regresó, esperaba que Akhen siguiera en el dormitorio. Cuando entró y comprobó que era así, le entregó su ropa –había calculado el tamaño a ojo– y sonrió.

—Espero no haberme equivocado con la talla —bromeó— y ... estoy de acuerdo en que nos vayamos a la Tierra... Los dos.

En realidad, por dentro temblaba como una hoja. Comenzaba la cuenta atrás para dejar para siempre la única vida que había conocido... Con el hombre por el que estaba completamente loca.

* * *

«No me arriesgo a perderte».

Las palabras eran de lo más comunes, no deberían significar nada y de hecho en ellas se había vertido un toque humorístico incluso, pero el hecho que las dijera Ruth hizo que el Hijo de Mercurio sintiera vértigo y un cálido bienestar en el pecho. Tal vez se estuviera haciendo ilusiones de más y no tuviera motivos para estar tan contento. Sin embargo, era algo contra lo que sentía incapaz de luchar, estaba fuera de su control. Algo completamente nuevo para él.

Lo mismo que aquel beso, que puso en jaque todas las terminaciones de su cuerpo. Ella quería más y, aunque solo fuera sexo, las emociones empezaban a nublar el juicio a Akhen. Le devolvió el beso y tiró con suavidad de una de las correas del chaleco que estaba torcida para, de paso, acariciar alguna parte del cuerpo femenino, como por casualidad. Lo hizo con una media sonrisa, que mantuvo mientras ella salía al pasillo en busca de algo que pudiera ponerse. No tenía problemas con su desnudez, ni él ni ninguna de las chicas con las que se había acostado, pero tampoco era cuestión de morir congelado por simple ego.

Se calzó las botas y se preguntó si realmente hacían lo correcto, si ella accedería. Aquella última broma parecía dar fe de ello, pero con Ruth uno nunca sabía a lo que atenerse.

Se levantó y buscó en la cesta de fruta; sí, el tabernero había sido lo suficientemente inteligente como para poner un par de frascas con agua. El rubio cogió una y le dio un buen trago. Si seguían a ese ritmo la congelación sería su menor problema, pues moriría deshidratado.

«Una muerte estupenda», se dijo, mientras recuperaba otros efectos personales: la bolsa de monedas, la daga y un cinturón de cuero del que colgó pequeños sacos con otros útiles.

En esas estaba cuando llegó Ruth, que le tendió la túnica y el abrigo con una sonrisa. Le quedaban como un guante, lo mismo que la respuesta final de la chica, que hizo que su sonrisa se ensanchase definitivamente en el rostro. Sí, lo había conseguido. Se irían juntos, serían libres y con el tiempo esperaba ser capaz de poder verbalizar aquello que no quería reconocer pero que no paraba de acosarlo a cada segundo.

Por toda respuesta la abrazó, envolviéndola con sus brazos como si jamás fuera a dejarla marchar. En parte era lo que quería, de manera que no se alejaba mucho de la realidad, las palabras que a continuación se le escaparon lo dejaron sorprendido incluso a él, pero no podía negarlas, ni arrepentirse:

—Te voy a hacer muy feliz —susurró contra su pelo.

Aunque esta vez tuvo la ocurrencia de colocarle a Ruth su propia capa sobre los hombros y hacerla salir por la puerta para bajar a por su caballo negro a las cuadras antes de seguir haciendo tonterías.

Notaba las mejillas arder y se maldecía por aquel comentario. Es demasiado pronto se repetía mientras veía al mozo preparar los aparejos y levantaba todas las barreras posibles en su mente para que la intuición de Ruth, ¿es qué sabía hacer de todo?, no leyera más allá de su rostro encarnado.

—Que tengan usted y su esposa buen viaje, señor.

De rojo como la grana pasó a estar más blanco que la cal, por eso fulminó al muchacho de curiosa piel púrpura con una mirada que, de ser cierto el refrán, lo habría dejado seco allí mismo. Ni siquiera le había pedido que se casara con él, cosa que sin duda haría antes o después. Ayudó a la chica –¿su... novia? –, a subir al caballo y montó delante.



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En el texto hay: new adult, romance, magia y amor

Editado: 18.01.2023

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