Akhen y Ruth: Una historia agridulce (lhdld #0.5)

Parte 4: "Azul como el mar" (Parte II)

—No te he dicho que no vaya a escucharte —le explicó.

Seguía siendo tan complicada como tres años antes. En parte, era bueno que se hubieran separado: no estaba seguro de poder estar con una persona tan difícil. Ya no. Definitivamente, había cambiado, o al menos las capas de hielo en las que se había ocultado lo habían convertido en alguien frío y desapasionado. Si estaba bien o estaba mal, poco le importaba. Suspiró, desganado; no entendía qué llevaba a Ruth a darle tantas vueltas a las cosas. Si quería decir algo, que lo dijera. Era libre de hacer lo que quisiera, como ir al chiringuito en el que él había estado hasta hacía un rato. Ya nada tenía que ver con él: habían tenido un romance intenso, pero había acabado.

—Te he preguntado qué querías de mí, en ningún momento he dicho lo contrario.

Sí, tan complicada como siempre. Él solo quería las cosas fáciles, así había sido desde que se separaron; no entendía por qué ella debía aparecer para trastocarlo todo. Se volvió a maldecir. No había razón para que lo que dijera o dejase de decir la mujer que lo había dejado de aquella manera en el pasado lo afectara tanto. Se aferró a la rabia, como hacía las veces que pensaba en ella, y esta pronto se volvió fría e impersonal. Dudaba que aquello fuese bueno para su interior, pero era el modo que había encontrado para echarse a la espalda el dolor y seguir adelante.

Apuró el cigarrillo y lo aplastó; ya no iba a fumar más. Escucharía lo que ella tenía que decir y se marcharía. El encuentro entre ellos dos se quedaría en una simple mancha en su vida.

«Esta fase ya la he superado», se repetía mientras se entretenía observando la melena de Ruth, inexistente tres años atrás, o su nuevo modo de vestir, “a lo terrestre”.

Sin embargo, y a pesar de que el cambio le parecía interesante, nada dijo. Sino que se la quedó mirando, a la espera de esas disculpas que había prometido.

* * *

—No hace falta ser desagradable —le espetó Ruth de inmediato, dolida, aunque sabía que llevaba toda la razón.

Sin embargo, antes de que pudiese seguir hablando, un estridente sonido rompió la tranquilidad del lugar y la joven rubia puso los ojos en blanco al reconocerlo. No era posible. Con un bufido, sacó el móvil. En la pantalla parpadeaba el nombre de Marianne. Por un instante, estuvo tentada de contestar y alejarse de aquella playa que se asemejaba a un tártaro para su conciencia y, como sugería la parte más racional de su cabeza, meterse en la cama a dormir y olvidar de una vez por todas a Akhen. Pero la parte más terca de su cabeza la obligaba a no moverse ni un centímetro más allá de donde estaba.

«Tienes que hacerlo, maldita sea».

Cierto que ya no había nada entre ellos, pero sabía que, si no se disculpaba ahora que por fin le tenía delante, viviría con ese peso durante el resto de su existencia. Nadie decía que tuviesen que caer de nuevo uno en brazos del otro; simplemente, era una cuestión de paz interior.

Por ello, con un par de movimientos rápidos, colgó y silenció el móvil, metiéndolo acto seguido en el bolsillo trasero de sus pantalones cortos.

—Perdona —se disculpó, aun sabiendo que probablemente no tendría efecto alguno. Al menos, no esa palabra. Nerviosa como nunca en su vida, se obligó a mirarlo a los ojos a la vez que, sin querer, echaba los dedos al colgante que siempre llevaba colgado del cuello desde que supo la verdad: un topacio azul en forma de lágrima colgado de un sencillo cordón de cuero. Llegó el momento—. Oye, Akhen. Solo quería que supieras que, aunque haya pasado tanto tiempo, quería pedirte perdón por cómo te traté en Puerto Calea. Me comporté como la cría infantil que era entonces, me pudo el miedo y la pagué con el único que no tenía nada que ver —había soltado el discurso de corrido y era posible que estuviese roja como un tomate, aparte de que no derrumbarse suponía un esfuerzo adicional; por ello, apartó la vista en ese instante hacia el mar, incapaz de seguir sosteniendo su mirada de acero, y se rodeó el cuerpo con los brazos. Un gesto instintivo que durante toda su vida le había hecho sentirse segura ante la adversidad—. Y como hasta ahora no he sabido nada de ti… —sonrió a medias—, aunque no te sirva de nada… También quería darte las gracias por todo lo que hiciste por mí aquella vez.

En cuanto dejó de hablar, su cuerpo acusó toda aquella liberación de tensión, pero no quería sentarse allí a su lado sin permiso. Estaba muy molesto con ella, eso quedaba claro y no quería que saliese corriendo, debido a cualquier gesto imprudente por su parte. En ese momento, el móvil volvió a vibrar en el bolsillo. Un mensaje de texto. Probablemente, Marianne estaría que echaba humo; pero, si en otro momento eso la hubiese preocupado, ahora no lo hacía. Podía ser que entre Akhen y ella ya no hubiese nada, pero no se rendía a perderlo porque sí. Quería arreglar las cosas con él por diversos motivos y, no solo, por el hecho de que hubiese sido el único hombre al que había amado en su vida. En ese instante, una de las últimas frases que le había dicho en Puerto Calea resonó con fuerza en mi mente:

«¡Espero que tu padre te encuentre a un prometido pelele que te quiera la mitad que yo!»

Ruth cerró los ojos, mareada. Él le había dicho que la quería y ella no había tenido el valor de hacerlo. Bueno, aquella vez tenía que conseguir que lo supiese… aunque ya no quedase ni una sombra de ese sentimiento en su corazón.

Por ello, Ruth ignoró el mensaje y, en cambio, optó por preguntar al hombre que tenía delante:

—¿Te importa si me siento?

* * *

«Lo siento, perdón, me equivoqué».

Esas fueron las palabras que la chica utilizó para dirigirse a Akhen y al desastre de tres años atrás, cuando había sido tan estúpido como para decirle que la amaba. Se sentía ridículo solo de pensarlo, aunque por otra parte era lo que sentía en esos momentos y no le pareció descabellado. Si a eso se le sumaba que estaba lleno de ira, dolor y desesperación, era una reacción lógica. Ella, por su parte, ahora le explicaba que no había estado bien el modo en el que le había tratado. Efectivamente.



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En el texto hay: new adult, romance, magia y amor

Editado: 18.01.2023

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