Akhen y Ruth: Una historia agridulce (lhdld #0.5)

Parte 5. "Entre el mar y el cielo" (I)

Habían pasado varias horas desde que Akhen y Ruth se habían despedido en aquel chiringuito. Ahora, recién caída la noche, la joven bruja se encontraba hecha un manojo de nervios delante del espejo del baño de la habitación de hotel que compartía con Marianne y Carey. No recordaba haber estado tan cerca de la histeria en toda su vida –salvo, quizá, aquel fatídico día en el que no quería pensar– y, de hecho, el armario y la habitación habían sufrido las consecuencias apenas media hora antes. Toda la ropa que había llevado al viaje le parecía o demasiado simple, o demasiado sosa, o excesivamente provocativa. Al menos hasta que había encontrado aquel vestido que no recordaba haber metido en la maleta. Los armarios de la Tierra no eran como los mágicos, no había posibilidad de encontrar ropa cuando la necesitabas; de ahí que dependiese exclusivamente de aquello que había escogido dos días antes en Sídney antes de subirse al coche de Marianne.

Pero, al final, parecía que había encontrado el toque que buscaba. Pelo suelto cayendo sobre los hombros, sus ojos azules apenas destacados por una ligera raya oscura y un toque de rímel y el cuerpo cubierto por un sencillo vestido de color berenjena con adornos de color azul turquesa en las costuras, sin demasiado escote pero que dejaba los hombros casi al aire. La falda cubría dos tercios de sus muslos, aproximadamente, y el pico de la espalda quizá podía considerarse más atrevido de lo que Ruth buscaba en ese instante, pero procuró no pensar en ello mientras se calzaba unas sandalias a juego con un poco de cuña bajo los talones. Bastante poca estatura tenía ya…

Hacía un año aproximadamente que se había comprado aquel vestido. Era de los colores de su Casa y quizá por ello le encantaba, pero hasta ahora no se había atrevido a ponérselo. ¿Por qué? No tenía ni idea; pero, pensándolo bien, quizá era un buen momento para estrenarlo. Por último, engarzó el colgante con el topacio alrededor de su cuello y se puso dos sencillos pendientes a juego. Lista.

En ese momento, escuchó la puerta abrirse y suspiró. Marianne acababa de llegar con la cena para Carey y ella: nada sano, todo delicioso. Ruth no conocía a nadie capaz de resistirse a ese aroma; pero, ella, particularmente en aquel momento, tenía un nudo en el estómago que le impedía pensar en comer nada. De hecho, su rostro debió ser bastante elocuente al respecto un segundo después, porque Marianne dejó de inmediato las bolsas sobre la cama y se acercó a ella.

—Rose, ¿estás bien?

La aludida tardó un instante en darse cuenta de que únicamente la llamaba así porque Carey estaba delante, no por falta de cariño. Con un gesto vago, la bruja rubia meneó la cabeza de un lado a otro. Y entonces, aquella negra gigantesca la estrechó entre sus brazos hasta casi ahogarla. Su mejor amiga.

—Todo saldrá bien —la animó cuando se separó, tras darle un beso en la mejilla—. Nunca dudes de ti misma ni de lo que vales, ¿de acuerdo?

Ruth le devolvió una sonrisa sincera.

—De acuerdo.

Sin embargo, mientras tomaba su bolso y salía al pasillo, un retortijón volvió a retorcer su estómago y tentada estuvo de regresar a la habitación a ver alguna película ñoña en la televisión con sus amigas.

«No, Ruth», se recriminó. «Lo último que te falta es darle plantón». Y era verdad. Porque, aunque inicialmente hubiese intentado convencerse de que, en el fondo, ya no quería nada con él, que aquello sería un puro trámite para disculparse, rápidamente había descubierto que no era así. Ni de lejos. Quería volver a abrazarlo, tocarlo, besarlo… Cuando cerró los ojos, una nítida imagen en la que aparecían los dos fundidos sobre el colchón de una modesta posada invadió su cerebro y se obligó a sacudir la cabeza con fuerza.

«Eso no va a pasar, métetelo en la cabeza».

Cuando el ascensor se detuvo con suavidad en el último piso, Ruth salió casi con prisas y con la cabeza gacha; como si cualquiera, con solo mirarla a la cara, pudiese adivinar sus pensamientos.

«Cualquiera no, pero él sí», le recordó una voz maliciosa en su cerebro.

«Que te den», pensó ella de inmediato, procurando relegarla al rincón oscuro del que había salido.

Sin embargo, el eco de aquella frase la persiguió mientras salía del hotel, cogía un taxi, pagaba y se bajaba enfrente del local.

«Ávalon», pensó con cierta amargura.

Allí era donde se habían conocido, donde había empezado todo. ¿Una broma macabra del destino? Bueno, solo había una forma de averiguarlo. En la puerta había cola, pero no le importó. Con un floreo de la mano, dirigido hacia el guardia, Ruth pasó la primera de la fila sin despeinarse siquiera. Respiró hondo un par de veces, trató de tranquilizarse lo suficiente y cuando creyó que lo había conseguido, empujó la puerta del local y se adentró en él.

* * *

Sus manos volaban por las teclas. Sentía que la melodía se metía en lo más profundo de su ser y debía sacarla al exterior. Daba la sensación que aquello que ahora era el sonido ambiente del bar de copas naciese directamente desde el fondo de su alma. Y era lógico, pues esa melancólica canción la había escrito cuando tenía el corazón hecho pedazos; diseminados y diferenciados, pues cada uno parecía gritar una nota diferente de agonía. Había tocado desde que era muy pequeño, era una de las únicas cosas que su madre le había pedido y había tenido a bien hacer. Durante años había pasado horas delante del piano que tenían en su casa en Tribec y, aunque al principio solo lo había hecho para contentar a la estirada que lo había traído al mundo, con el tiempo llegó a convertirse en algo que realmente adoraba.

De vuelta a la canción que interpretaba, se llamaba “Del cielo al infierno” y se había dedicado en cuerpo y alma a ella, prácticamente desde que llegó a la Tierra. Después de pasar noches en blanco, bebiendo o perdiéndose en el cuerpo de cualquier mujer que le resultase atractiva, había vuelto a tocar; y, aunque su coraza de escarcha se había ido fijando poco a poco, aquello había sido una pequeña alegría. Eso y el local que se había comprado.



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En el texto hay: new adult, romance, magia y amor

Editado: 10.03.2025

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