Akhen resolvió que estaba llevando a cabo una buena interpretación, porque apenas demostraba estar nervioso y hablaba con una normalidad que le pareció de lo más acertada. Su cita de aquella noche, –¿quién lo habría dicho? –, parecía levemente turbada y, aunque el Hijo de Mercurio no quería hacerse ilusiones, era imposible no hacerlo. Negó con la cabeza y encajó con una sonrisa el cumplido sobre el local que ella la había hecho. Sí, era bonito y había supuesto un pequeño bálsamo para el ánimo del joven. Además, el hecho de tener el piano allí y poder tocar de vez en cuando significaba mucho para él, mucho más de lo que admitiría.
Cuando ella le pidió una bebida conocida de sobra para él sintió una leve punzada de nostalgia en el pecho, pero asintió e hizo que la acompañara hasta la barra, donde Joe ya había retirado su whisky sin terminar
—Ponle un Firework a la señorita —pidió, antes de señalarle a la chica un taburete y ambos tomar asiento—, para mí una soda —tendrían tiempo para beber después de la cena; a fin de cuentas, había reservado mesa en el “Catamarán”, un restaurante muy famoso por sus platos con gambas y su buen servicio. Luego irían a tomar algo a otro lugar lejos del Ávalon.
Suspiró, aliviado: al menos Ruth no lo había escuchado tocar la canción que había compuesto para ella. No es que tuviera nada que ocultar, había dejado claro cómo se sentía unas horas antes en la playa; pero no sabía muy bien cómo explicarle que aquella desgarrada melodía viniera a manifestar sus oscuros pensamientos y que, además, la tocase al piano. En esos momentos, algo había cambiado: ¿su confesión? ¿El hecho de haber accedido a quedar con ella? Intentó que no se notara en sus gestos lo que estaba pensando y, cuando sirvieron sus bebidas, intentó parecer lo más relajado posible
—He reservado mesa en un restaurante muy interesante para dentro de un rato y, luego, podemos tomar una copa y dar un paseo, ¿te parece?
Dio un sorbo a su soda; comparada con el whisky que había estado degustando antes, le supo un poco sosa, pero ya le tocaría tomar unas buenas bebidas espirituosas. Se volvió hacia Ruth. Que se le quedara la boca seca cada vez que la mirase era un inconveniente; de ahí que la soda, pese a ser un poco insípida, fuera la bebida perfecta para aquel encuentro. Tamborileó con los dedos sobre el mostrador: cuando lo compró le pareció muy caro, pero era de una calidad excelente y merecía el gasto. Volvió a mirarla de nuevo. Aquel vestido empezaba a convertirse en una pequeña obsesión y eso no estaba bien; no solo por aquellos tres años llenos de oscuridad, sino también porque pretendía ser un caballero. No podía comérsela así con los ojos, de manera que pasó a contarle lo que había en su local: la hermosa cristalera, la zona reservada a la música, donde ya preparaban un pequeño concierto de jazz, los combinados… Aquello se parecía cada vez más a una cita. Que fuera justo con ella era un poco preocupante.
* * *
Cuando le propuso su plan, Ruth aceptó, por supuesto. Cierto que la idea de salir había sido de ella, pero el hecho de que él ya hubiese pensado en el resto de detalles y hubiese reservado dónde cenar hacía renacer la esperanza en su pecho.
«Paciencia, Ruth. Te estás dejando llevar».
Para camuflar su euforia, dio un trago a su cóctel. Delicioso, como lo recordaba. Sin embargo, a medida que seguía las explicaciones de Akhen, o Alex, como se hacía llamar ahora, sobre el local, su ánimo se fue enfriando paulatinamente y se vio obligada a dar sorbos, pequeños pero cada vez más frecuentes, a mi bebida. Pero ni siquiera eso caldeaba su última impresión.
«¿Qué?», preguntó su subconsciente. «¿Acaso creías que el hecho de haber estudiado en la universidad lo iba a impresionar?».
«¡Claro que no!», pensó Ruth de inmediato.
De hecho, impresionarlo no entraba en sus planes cuando había decidido buscarlo; solo quería decirle lo que sentía. Pero las cosas no habían salido como ella planeaba y ya no estaba segura de si eso era maravilloso o aterrador.
Cuando su mirada se posó sobre el piano, además, su estómago se retorció y se estremeció sin poder evitarlo. Por suerte, él miraba hacia otro lado en ese instante. Sabía que no la había visto escucharlo tocar; pero, aun así, ella había sentido cada nota de su canción interpretada al piano como si fueran diminutos dardos envenenados clavándose en su piel. Porque sabía perfectamente quién era la responsable de tanta amargura y tristeza.
Por si fuera poco, tampoco pudo evitar empequeñecer de vergüenza cuando comprobó lo diferentes que habían sido sus respectivos caminos en aquellos años. Ruth, que hasta hacía quince minutos se había sentido tan orgullosa de su título y del proyecto que había decidido emprender en la Tierra, se percató entonces de que para Akhen, probablemente, solo supondría una decepción. Otra vez.
El nivel de su bebida había descendido hasta la mitad de la copa a un nivel alarmante, y procuró serenarse. ¿Es que acaso iba a suceder algo entre ellos? No parecía probable, aunque lo deseara con locura.
—Veo que te has hecho un hueco en la sociedad —Ruth quiso bromear, o al menos lo intentó, pero sabía que de fondo en su voz debía resonar cierta hiel mal disimulada—. Yo mañana volveré a Sídney –«¿se lo cuento? ¿no se lo cuento?… y, ¿por qué no? ¿qué puedo perder?»—. Me gradué en Enfermería la semana pasada —siempre había imaginado que se avergonzaría ligeramente al contárselo; como una niña que ha hecho una trastada, pero en el fondo se siente orgullosa de ello; sin embargo, percibió perfectamente su tono desapasionado mientras sus ojos se mantenían clavados en la barra— y me han ofrecido empezar a trabajar el lunes que viene.
En ese momento la joven se atrevió a alzar un segundo los ojos hacia él, pero no vio nada.
«Por supuesto, su mente no va a ser un pasen y vean y menos para ti, cabeza de chorlito», se recriminó.
Pero aquello no fue lo peor. Lo peor fue que, mientras hablaba, Ruth fue consciente de la imagen que pasaba por su cabeza: él y ella sentados en el borde de una cama, las manos de Ruth vendando su hombro… Aquello que finalmente la había empujado a estudiar aquella carrera. La joven sacudió la cabeza, reprimiendo la nostalgia como pudo.