Akhen y Ruth: Una historia agridulce (lhdld #0.5)

Parte 5. "Entre el mar y el cielo" (III)

Una vez allí, parte de la magia desapareció cuando él le soltó la mano y se disculpó, pero el camarero preguntó enseguida qué iban a beber y Ruth procuró distraerse de pensamientos peligrosos para aquel momento. Recordando de nuevo aquella vez, trató de disimular su ignorancia, pero el pedido final resultó ser vino blanco. La joven suspiró. Aquello no podía ser verdad. Más alcohol en una noche que en los últimos tres años. No podía ser bueno. No, señor.

Sin embargo, la decisión de la comida fue mucho más sencilla. Algo de marisco como entrante y pescado. En ese instante, Ruth cayó en la cuenta de que aquel era un secreto que no había compartido con él; aunque tampoco había tenido tiempo: adoraba el pescado.

—Este lugar es muy elegante –comentó–. ¿Vienes a menudo?

Él contestó y, cuando trajeron la comida, por fin Ruth se atrevió a preguntarle lo que llevaba quemándola por dentro desde que habían salido del Ávalon.

—Oye, Akhen, tengo que preguntarte algo —no le importaba llamarlo por su nombre, aunque fuese en un restaurante; al fin y al cabo, les habían dado un reservado, lo que significaba privacidad—. Lo que has dicho antes sobre que yo era altruista… —su irracionalidad y su parte lógica detuvieron su lucha, expectantes—, ¿lo decías en serio? —la estaba traicionando el alcohol, lo sabía, pero no podía parar por alguna extraña razón—. Porque, la verdad —Ruth soltó una risita algo avergonzada—, no es que haya sido un ejemplo de eso contigo desde que nos conocemos. De hecho —volvió a reírse por lo bajo. Debía ser todo un espectáculo, pero entre el nerviosismo y la bebida…— creo que hasta ahora te he metido en más líos que otra cosa.

«No sigas por ahí…», le recomendó su conciencia.

Y, por primera vez en toda la noche, Ruth optó por hacerle caso al cien por cien.

—¿Sabes? Me ha caído bien el camarero de tu bar —comentó, para cambiar de tema. Sabía que igual lo provocaba, pero si no sabía aceptar una broma…—. Si es el que ha preparado el Firework, mi más sincera enhorabuena. Aunque creo saber quién se trajo esa receta a la Tierra…

En ese momento, la joven enarcó una ceja burlona, esperando a que él contestara. Por suerte, el resto de la velada podría estar destinado a una conversación banal. Aunque hubiese algo que su subconsciente luchaba por sacar a la luz. Algo que sabía que podía hacerle mucho daño… pero de lo cual esta vez ella no sería culpable ni de una milésima parte. Más bien al contrario.

* * *

—No llegué a conocerte tanto como para poder afirmarlo, pero sí, lo creo —fue la respuesta que le dio el Hijo de Mercurio a la muchacha y le confirmó que sí, que había estado allí con anterioridad.

Se abstuvo de decir que nunca había sido con ninguna mujer, sino más bien en el plano de los negocios. Eso no debería ser algo para compartir durante la cena. Sobre el combinado y la alegre broma de su rubia acompañante lo único que pudo hacer Akhen fue soltar una risotada y recibir el vino blanco con un semblante relajado y agradable. Una vez el camarero se hubo marchado le dio un pequeño sorbo a la bebida, la mantuvo durante un rato en la boca, disfrutando de sus matices y finalmente lo tragó. El sabor era adecuado y seguramente quedaría a las mil maravillas con lo que habían pedido, en Tribec había aprendido esas cosas por obligación, pero ahora que lo hacía por diversión, no le parecía la pesadilla que había sido en sus años mozos. Observó a Ruth a través de la copa y cuando la dejó sobre la mesa, justo a su alcance, tenía una sonrisa plácida en el rostro.

—Hay unas cuantas cosas que no podía dejar detrás.

Probablemente estaba dotando a sus palabras de un doble sentido un tanto desconcertante, pero esta vez sabía lo que quería transmitir y así lo había hecho. Podía haber añadido que lo que sentía por ella seguía intacto, pero no estaba seguro de que fuera el momento adecuado.

Necesitaba un cigarrillo, sus dedos tamborileaban nerviosos por la mesa. Desde que había llegado a la Tierra había sentido que había muchas cosas que no podía haber hecho y quería hacerlas todas. Sabía que había tenido gran libertad en su tierra de origen, pero cuando se encontró allí tomó la decisión de aprenderlo todo y una de las cosas que seguía consigo era el tabaco. Lo había probado por curiosidad y, ahora, fumaba de modo habitual. No es que fuera un fumador empedernido, pero la nicotina le ayudaba a pasar algunos momentos complicados. Y tener una cita con Ruth Derfain era, precisamente, la mejor definición de esa palabra que se le ocurría.

Había cambiado desde sus tiempos en Ávalon, de eso no había duda. Dejando de lado su bonito cabello largo y su mirada algo más experta, sus formas eran también diferentes a las que recordaba en ella. Desde que la conocía había sido orgullosa, como toda Hija de Júpiter, pero había una cierta dulzura e inocencia en su modo de hacer las cosas; ahora parecía más segura de sí misma, pero un poco más calmada en cuanto a tener la última palabra se refería.

«¿Tanto has sufrido por mí?», no pudo evitar preguntarse, mientras observaba cómo ella volvía la cabeza para ver llegar al camarero.

Tenía que haber escuchado sus pensamientos, porque él así lo había decidido. No podía evitar su curiosidad al respecto. En cualquier caso, acababa de llegar la comida y tenía una pinta estupenda.

* * *

Cuando dijo que sí pensaba que fuese altruista, Ruth no pudo evitar sonreír ampliamente, a la vez que algo aleteaba bajo sus costillas con la fuerza de un huracán.

—Me alegro de que lo creas —respondió ella entonces, agradeciendo el cumplido y esperando que no sonara muy prepotente.

Porque, sí: para bien o para mal, aquel era un rasgo que no había podido controlar nunca y que, cuanto menos, le había dado más de un quebradero de cabeza. Primero, por el rechazo de sus padres a que se dedicase a algo que no fuese protocolo y política; a pesar de ser una segunda hija, seguía siendo de la Casa de Júpiter y, en Ávalon, la jerarquía se mantenía a rajatabla, tanto dentro como fuera de los muros. Ruth todavía casi no se creía el momento en que su padre le dijo que si quería marcharse era libre de hacerlo, de vivir su vida como gustase.



#24022 en Fantasía
#5159 en Magia
#48831 en Novela romántica

En el texto hay: new adult, romance, magia y amor

Editado: 10.03.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.