Akram: ¿un Príncipe árabe puede enamorarse?

CAPÍTULO 2

ADHARA

Hace tres meses...

-¡Papá, Adhara volvió a esconder mis perfumes!- los gritos de Kaamla se escuchaban por toda la casa- ¡Mis doncellas llevan buscándolos toda la mañana!

Podía escuchar las quejas de mi hermana mayor, pero eso le enseñaría a no tomar mis vestidos sin mi consentimiento.

-Mi señora, debe levantarse -Sabía que mis doncellas tenían razón, probablemente mi padre las castigaría si llegase tarde otra vez a las clases.

-Cinco minutos más, no hay prisa.

-Eso dijo hace media hora, si no se levanta ahora no habrá tiempo de arreglarla.

-Farah ya te dije que las formalidades te las reserves para cuando estemos en público, aquí trátame como a una de tus hermanas, lo mismo va para ustedes -dije señalando a mis demás doncellas.

-Las doncellas de sus hermanas podrían estar tras la puerta escuchando... -Podía notar el tono de advertencia de Farah, pero sabía que muy poco le importaba lo que pudieran oír -Además, hoy vienen visitas y ni siquiera hemos cepillado su cabello.

Su último argumento terminó por convencerme, hoy vendrían los jóvenes hijos del Jeque Yusuf, y probablemente encontrarían a sus futuras esposas en la casa de mi padre, pero yo no estaría entre las candidatas. 

Mi padre fue muy claro al señalar que era muy joven aún, y que no estaba lista para el matrimonio, pero yo se lo agradecía, sabía que me amaba y que yo era el mayor de sus tesoros.

Mis hermanas también eran parte de su tesoro, pero ya estaban en edad de casarse y en este momento era lo que más deseaban. Siempre insisten en lo mal que se vería pasar los 25 años sin estar casadas, y Kaamla estaba muy cerca, por eso estaba tan molesta.

Yo esperaba encontrar por mi cuenta a quien entregarle mi corazón, hasta que ese momento llegase disfrutaría los mimos de mi padre. Era su favorita -aunque él insistiese en negarlo, todos en casa lo sabíamos- por el gran parecido que tenía con mi madre. 

Mi madre no resistió mi nacimiento, pero dicen que sus ojos se iluminaron como nunca antes cuando me vió, y que le hizo prometer a mi padre que me cuidaría con su vida.

En cuanto me levanté, mis doncellas no perdieron tiempo y comenzaron a arreglarme, yo no debía hacer nada más que permanecer quieta y obedecer a sus instrucciones.

Mi cabello era tan largo que necesitaba a dos de ellas para peinarlo, el resultado era hermoso, aunque no podrían verlo porque estaría cubierto por un velo, y por eso me parecía una pérdida de tiempo, pero ellas insistieron.

-Farah, dile a las doncellas de mi hermana dónde encontrar los perfumes, no quiero que le prenda fuego a mis vestidos, ya debió aprender su lección.

-Si, mi señora -Por la sonrisa en su rostro sabía que me trataba con formalidad sólo para molestarme.

Mientras mis doncellas terminaban de vestirme y maquillarme soñaba despierta con el día en que llegara a casa un apuesto joven con uno de esos hermosos joyeros de damasco. No pude evitar reír ante la imaginaria reacción de mi padre al verlo, seguramente lo echaría de casa y le diría que yo nunca me casaría con nadie, aunque luego me preguntaría si ese joven era de mi agrado y de ser así le concedería mi mano, pero ese era un futuro lejano aún.

-¡Adhara, ya es hora hija, date prisa! -mi padre debía estar muy ansioso si había ido a buscarme personalmente.

Abrí la puerta y le di un abrazo, sabía que las muestras de afecto no son muy comunes en nuestra cultura, pero yo parecía estar siempre fuera de lugar de todos modos, mi padre miró a las doncellas ordenándoles salir de manera indirecta.

-Papá, ya te extrañaba, ¿Es que acaso te olvidaste de mi?

-Mi princesa, sé lo que haces, tratas de calmarme, pero te recuerdo que soy tu padre y que soy prácticamente inmune a tus encantos.

-¿Estás seguro?, porque esa sonrisa no es precisamente de enfado.

-Sabes que no podría molestarme contigo, pero eso no quita que estés demorada y que hayas enfadado a tu hermana -Puse los ojos en blanco -Sabes lo importante que es para ella este día -El rostro de tristeza de mi padre me partió el corazón, sabía que no quería que mis hermanas se marcharan, pero era la tradición que las esposas se fuesen a vivir con la familia de sus esposos -¿O es que acaso no tienes suficientes perfumes?

-Tengo de sobra amado padre, sabes bien que guardo cada uno de los regalos que me traes de tus viajes, solo le daba un recordatorio para no meterse en mis cosas de nuevo.

-Dale paz a tu viejo padre, y no olvides cubrir tu cabello y tapar tu rostro, ya están por llegar.

Observé mi imagen en el espejo una vez más, mis doncellas habían hecho un excelente trabajo. Les pedí que entraran para ultimar mis arreglos, solo debían verse mis ojos mientras fuese soltera, dicen que la belleza de una mujer respetable se debe reservar para su esposo y sus familiares más cercanos.

Me parece una gran ridiculez que la humanidad haya hecho tantos avances, pero que las mujeres tengamos tan pocas libertades y tantas prohibiciones y reglas por obedecer.

En cuanto bajaba supe que ya habían llegado, el ambiente estaba ligeramente tenso, los empleados corrían con bandejas llenas de manjares y vino para los invitados.



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En el texto hay: romance, romancejuvenil, arabe

Editado: 20.03.2023

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