Akram: ¿un Príncipe árabe puede enamorarse?

CAPÍTULO 5

ADHARA

Todo estaba obscuro a mi alrededor, sentía como una espesa bruma me impedía moverme o tan siquiera abrir los ojos.

Deseaba despertar y escapar de alguna forma de los recuerdos.

Fue Malek, no tenía ni la más remota duda.

Tras retirarnos de la boda de mi hermana con mi padre, nos dirigimos a nuestra casa.

Aún era de madrugada y sólo quedábamos mi padre y yo junto con mis doncellas y algunos sirvientes, aunque ellos se encontraban durmiendo en sus habitaciones.

-Fueron unas bodas espléndidas -Dije, refiriéndome también a las pasadas de mis otras hermanas, deseando que no se notase lo afectada que me encontraba tras las declaraciones de Malek.

 -Sin duda lo fueron, ¿Fátima parecía feliz?

-Si, padre, no se preocupe por ella, estará bien.

-Bueno pues ahora somos solo tú y yo, a menos que haya alguien que se esté metiendo en tu corazón.

-Padre, no debe preocuparse -Agradecía que el velo ocultaba mi sonrojo, aunque sospechaba que mi padre podía notarlo de todos modos -Aún no he conocido a nadie, tendrá que tenerme aquí por muchos años más.

-Si por mi fuese nunca te casarías, eres mi más bella flor.

Mis ojos comenzaban a cristalizarse con solo pensar que algún día tendría que dejarlo.

-Tal vez nunca lo encuentre.

-No digas eso -Mientras tomaba mi mano para acariciarla me dijo -En algún lugar de este inmenso desierto hay un hombre esperándote, preguntándole a las estrellas dónde te tienen escondida.

No pude contenerme y lo abracé, mi padre siempre había sido un buen hombre y sabía lo mucho que había amado a mi madre, al punto de nunca volver a casarse.

-Mi madre debió ser muy feliz con un poeta como mi padre, ojalá Alá me bendiga con un hombre que sea capaz de hablar como usted lo hace.

Soltando una carcajada se puso de pie.

-Pero que no te maldiga con un hombre que cante como yo. -Ambos comenzamos a reír puesto que mi padre era tan malo cantando como agarrando una espada -Adhara canta para tu viejo padre por favor.

De todas mis hermanas, quienes habíamos heredado las habilidades de canto de mi madre éramos Fátima y yo, aunque mi padre decía que mi voz era idéntica a la de mi madre, yo solo deseaba complacerlo en ese momento.

Antes de que pudiese comenzar escuchamos unos gritos y un alboroto proveniente de la zona en que se encontraban las habitaciones de los sirvientes.

De pronto la puerta principal se abrió, y unos hombres con los rostros cubiertos entraron armados con espadas.

-Tómenla a ella y llévenla con el amo, maten al viejo y a los hombres, amarren a las mujeres y llévenlas también, tal vez podamos tener algo de diversión esta noche.

-¡Nó! -Grité con todas mis fuerzas -Por favor no le hagan daño.

-¡Adhara corre!

No podía dejarlo, no podía abandonarlo.

-Por favor, piedad. -Supliqué mientras unos hombres me agarraban por los brazos -¿Quién los ha mandado? Puedo hablarle

Sabía perfectamente quién había sido, Malek

En cuanto vi cómo arrastraban a mi padre comencé a desesperarme aún más, a lo lejos escuchaba el grito de las mujeres y hombres, lo más probable es que los estuviesen matando o apresando como había dicho el que encabezaba este ataque.

-No lo lastimen, por favor, por favor, haré lo que quieran.

-Nuestro amo te dio varias oportunidades, desea que ahora recibas correctamente el mensaje.

Con horror vi cómo le atravesaban el filo de la espada por el cuello de mi padre, y cómo la vida se escapaba de sus ojos mientras la sangre salía sin parar.

-¡No! -grité con todas mis fuerzas, desenado que fuese suficiente, pero con el dolor de mi alma atestigüé cómo su cuerpo se desplomaba sin vida a mis pies.

No daba crédito a lo que mis ojos veían, de pronto todo se volvió rojo, había sangre por todo lado, y forcejeé con mi opresor para poder abrazar a mi padre, mi vista se nublaba por las lágrimas y no podía oír nada más que mis gritos.

-Sáquenla de aquí, el amo espera.

Traté de liberarme, de morder o arañar a mis captores, pero eran más fuertes que yo.

En medio de mi desesperación apareció uno de los más fieles sirvientes de mi padre, con lo que parecía un cuchillo de cocina en la mano, y apuñaló a quien me sostenía de los brazos.

Todo pasó muy rápido, en cuanto pude corrí lo más rápido que pude, sabía que ese sirviente acababa de sacrificar su vida por mí, pero ni siquiera pude ver atrás o darle las gracias, debía correr, esta era mi única oportunidad.

Conocía perfectamente el laberinto de casas de la ciudad, cada callejón había sido explorado por mi desde niña y por ello sabía que había un callejón que parecía sin salida, pero que al costado tenía un hueco tapado por unas tablas por las que se podía salir.



#3385 en Novela romántica
#204 en Joven Adulto

En el texto hay: romance, romancejuvenil, arabe

Editado: 20.03.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.