Akram: ¿un Príncipe árabe puede enamorarse?

CAPÍTULO 7

ADHARA

Había intentado hacerme pasar por muda una vez más, sin embargo, había olvidado que le había pedido auxilio así que no pude sostener mi mentira.

No sabía si podía confiar en él, sin embargo, no tenía otra opción. Este era el único lugar en el que me podría esconder.

Me preguntaba qué estaría haciendo Malek en este momento, seguro me estaría buscando, pero ¿Dónde?

¿Mis hermanas se habrían enterado de lo sucedido? Las noticias corren rápido, aunque era posible que les ocultaran la verdad.

Solo podía esperar que se encontraran bien, aunque lamentaba que sus esposos compartieran sangre con un mercenario, lo lamentaba más por Fátima.

Me preguntaba qué habría pasado con el resto de los sirvientes y con mis doncellas, esos asquerosos hombres no tenían buenas intensiones y esperaba que fueran duramente castigados por Alá.

Akram…

De repente me vino a la mente el nombre del príncipe, lo había escuchado antes de desmayarme, cuando me rescató.

Debí saber que se trataba del príncipe en cuanto lo escuché, pero ni siquiera sospechaba que me encontraba ante la misma realeza del reino de Baréin.

Una serie de pensamientos inundó mi mente en ese momento, los recuerdos de su rostro serio y demandante de respuestas, su mirada penetrante me había desarmado en más de una ocasión, aunque había tratado no demostrarlo, su torso desnudo no permitía que me concentrara, había tenido que voltearme por no soportar más la tentación de tocarle.

Había sido el único fuera de mi familia en ver mi rostro, y eso me ponía nerviosa, pero a él parece no importarle ese detalle.

Me sentía casi desnuda sin mi velo, y hablándole como si nada, en nuestra cultura los extraños están prohibidos de conocer el rostro de una mujer soltera, algunas incluso cubren su rostro por completo y ni siquiera sus hijos llegan a verlo. Por otro lado, difícilmente se ve a una mujer hablándole directamente a un hombre que no sea su esposo y sin el consentimiento de su padre, sin embargo, el mío había sido siempre tan permisivo, que en casa todos hablábamos con todos, aunque algunas tradiciones se mantenían.

Una visión de él desvistiéndose había vuelto a atacar mi mente, sus músculos estaban tan bien definidos, que no cabía duda que eran producto de muchos años de entrenamiento.

Eso me recordó quién era y su mala fama, todos sabíamos de la crueldad del segundo hijo, a la vez que conocíamos su coraje y poco respeto por lo sagrado.

El Rey rara vez le permitía permanecer en palacio, siempre lo mandaba al frente de las batallas por la defensa del reino, parecía que quería deshacerse de su propio hijo.

Por otro lado, también era famoso por la cantidad de mujeres que habían pasado por su lecho, esto último me asqueó, seguramente esta cama había atestiguado cada encuentro, aunque claro, las sábanas eran cambiadas cada mañana.

Esto último por supuesto no era de mi incumbencia, ni debería importarme en lo más mínimo. Yo no sería una más de ellas.

Aunque en parte tenía miedo de lo que decidiera, si bien era cierto que había pagado por mi y que técnicamente yo era su esclava, yo no había nacido como tal y me negaba a ser reprimida.

Podría servirle el desayuno, limpiar su habitación, incluso podría alimentarlo, pero por nada sería capaz de entregarle mi virtud o de doblegarme a su poder, no había escapado de un déspota para ir con otro, yo no era la sumisa de nadie y debía encontrar la manera de dejárselo claro.

Ahora que me encontraba acostada, y que de cierta forma estaba tranquila, era consciente del miedo que me provocaba pensar en que Malek pudiese encontrarme en este lugar, no creo que sospeche siquiera que me encuentro en palacio bajo el cuidado del propio príncipe, pero podría encontrar la manera de dar con mi paradero.

El príncipe estaba seguido de dos personas cuando lo vi la primera vez, ahora sé que seguro era parte de su guardia, y aparte de él eran los únicos que sabían que me encontraba aquí.

Tal vez ya se había corrido la voz de que el más cruel de los príncipes había salvado a una esclava y la había llevado al palacio; aunque si ese fuera el caso, entonces ya se habría presentado aquí el Rey.

El Rey, poco se sabía de él, muchos lo respetaban debido a que había conseguido mantener la paz por muchos años. Otros pocos decían que era de poco fiar, e incluso un cobarde capaz de hacer lo que fuera por evitar la guerra.

Si llegaba a enterarse de mí, sin duda me entregaría a Malek, no podía correr ese riesgo. Akram era mi única esperanza, aunque de todos modos estaría encerrada en estas cuatro paredes, lo prefería a tener que pasar el resto de mi vida al lado del hombre que mandó a matar a mi padre.

Había pasado tanto que no había podido llorar su muerte, mi corazón estaba destrozado por dentro, e incluso en este momento no podía emitir sonido alguno por miedo a despertar al hombre que dormía en el sillón, sin embargo, sabía que de alguna forma me protegía, caso contrario no habría llegado hasta aquí con vida.

Enterré el rostro en las almohadas en un afán por callar mis pensamientos, pero estaban tan impregnadas de su olor que conciliar el sueño resultaba imposible. Reconocía el aroma del agar con un toque de almizcle, era un aroma varonil y digno de la realeza.



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En el texto hay: romance, romancejuvenil, arabe

Editado: 20.03.2023

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