Akram: ¿un Príncipe árabe puede enamorarse?

CAPÍTULO 17

AKRAM

 

Una vez fuera Khaleb comenzó a hablar.

-Me alegra que hayas vuelto Akram, el reino estará seguro si tú estás aquí para protegerlo.

Si supiera que yo tenía a la mujer que buscaban y que la estaba protegiendo no opinaría lo mismo.

-Es mi trabajo. ¿Qué tal la vida de casado? Es una lástima que todo esto ocurra justo ahora -Traté de cambiar de tema.

-La Princesa Dalila es… -Me pareció notar un brillo especial en sus ojos, aunque su rostro pareciese disgustado -Especial. Apenas nos estamos conociendo.

-Estoy seguro que algo bueno debe tener.

-Está tan feliz como yo por el matrimonio arreglado. -El sarcasmo y la disconformidad era claro en su voz -Escuché que vas por el mismo camino con la hija del Jeque Zoram.

Un estremecimiento atravesó mi cuerpo entero.

-Tengo la esperanza de que nuestro padre recapacite.

-No creo que lo haga, ya vez mi caso, importó más “el bien del reino”. -Hizo comillas con los dedos en la última parte.

-Muchas cosas pueden suceder en un mes hermano. Por ahora iré a ponerme el uniforme, no puedo presentarme así ante mis hombres.

Nos despedimos y me dirigí hacia mis aposentos.

Tenía que ver a Adhara y advertirle lo que estaba punto de suceder. El peligro estaba más cerca que nunca y debía protegerla.

Ingresé a mi habitación y mi sangre se congeló de inmediato.

En medio de la sala se encontraba una mujer extraña tocado los vestidos que antes le había entregado a Adhara.

-¿Quién te dejó entrar?

Salí tan enojado que olvidé asegurar la puerta, con disimulo la busqué por la habitación, pero no había rastro de Adhara.

-Nadie su majestad, lo llamé para ver si quería que retirase la bañera, y al no recibir respuesta entré para esperarlo.

-Sabes muy bien que la entrada sin mi consentimiento está prohibida. -Me acerqué y la tomé por la mandíbula para que viese la furia en mis ojos -Estoy arto de estas intrusiones, si no te retiras de inmediato yo mismo te cortaré las manos para que nunca más puedas abrir puertas que no debes y para que de una vez les quede claro que no estoy para sus jueguecitos.

La solté con fuerza, de manera que cayó al piso. Se puso de pie de manera apresurada y salió corriendo por la puerta.

De inmediato cerré con llave y comencé a buscar a Adhara.

-¿Adhara?, Ya puedes salir de donde sea que te encuentres. -La llamé.

Busqué por toda la habitación, incluso en los cofres y Baúles, pero no había señal de ella, comencé a desesperarme y consideré la posibilidad de que hubiese escapado en mi ausencia.

No era un buen momento para que saliese de palacio, si alguien la veía y descubría que no era de aquí, podría terminar entregándola a ese tal Malek, el peligro era mayor con ellos en camino.

Miré alrededor buscando alguna señal, y noté la ausencia de una de las lámparas de aceite, había un único lugar restante en el que podía estar, lo suficientemente obscuro a esta hora del día como para necesitar una lámpara, pero ¿Cómo era posible que lo descubriese?, ni siquiera la servidumbre que había pasado toda su vida en el palacio sabía de la existencia de los pasadizos secretos.

Me dirigí al librero, y moví el libro que activaba la puerta secreta, no necesitaba ninguna luz, nadie mejor que yo conocía los laberintos de los túneles, podía caminar a ciegas por ellos.

Hace mucho que no empleaba esta entrada, había un defecto del otro lado que no permitía que se abriera del todo a veces, por ello al traer a Adhara había utilizado otro pasillo cercano que daba a los jardines que quedaban cerca de mi habitación.

Una suave iluminación provenía precisamente del pasillo vecino, subí las escaleras y entonces la vi, estaba retrocediendo peligrosamente con una mano en su rostro que trataba se ocultar sus sollozos, mientras que la otra sostenía la lámpara de aceite.

Apresuré mi paso para alcanzarla antes de que cayese.

Justo cuando su cuerpo se inclinaba hacia el vació pude sostenerla entre mis brazos, y en un movimiento reflejo la pegué más a mi cuerpo.

La lámpara cayó llevándose la luz y dejándonos en medio de la completa obscuridad.

-¿Qué haces aquí? -Pregunté.

Lentamente abrió los ojos, su cuerpo temblaba, pero dudaba que pudiese distinguir algo en medio de la obscuridad, sus ojos no estaban acostumbrados, en cambio los míos habían sido entrenados desde pequeño.

-¿Te encuentras bien Adhara? -La llamé por su nombre para que me reconociese.

Su cuerpo se relajó notoriamente de inmediato.

No me esperaba su siguiente movimiento, sus brazos se envolvieron a mi alrededor y no supe cómo reaccionar, estaba poco acostumbrado a este tipo de contacto.

Sentí cómo poco a poco sus lágrimas empapaban mi camisa.

-Me está buscando, -apenas pudo articular -y está cerca Akram. – Su voz se quebró por completo en la última parte.



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En el texto hay: romance, romancejuvenil, arabe

Editado: 20.03.2023

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