Akram: ¿un Príncipe árabe puede enamorarse?

CAPÍTULO 18

AKRAM

Adhara temblaba tanto que dudaba que pudiera dar un paso por si sola sin hacerse daño, así que me incliné y pasé mi brazo izquierdo por debajo de sus rodillas mientras mi brazo derecho se ubicaba en su espalda y soportando su peso nos conduje hacia el pasillo de mi habitación.

Una vez frente a la puerta que separaba el entramado de pasillos de mi habitación, la puse momentáneamente en el suelo, para activar el patrón de rocas necesarias y así abrir la entrada. Esperaba que esta vez funcionase y que no se trabase como en ocasiones anteriores.

Afortunadamente se abrió con éxito, de manera que la volví a sostener en brazos y cerré el librero que funcionaba como puerta con el talón.

Nos conduje hacia la cama y la recosté en ella, las lágrimas aún cubrían su rostro, aunque sus sollozos eran silenciosos, el miedo que le provocaba ese hombre era evidente.

-Él no podrá hacerte daño, porque yo estaré aquí.

-No lo conoces, no sabes de lo que es capaz. -Su voz era quebrada, apenas audible.

-En eso te equivocas, es solo un hombre que se dedica a matar por placer, en cambio, yo soy otro hombre de ocupación similar, sin embargo, yo mato para proteger a mi pueblo. Ambos conocemos el sabor de la sangre, así que te aseguro que lo conozco muy bien.

-No vendrá solo, estará acompañado de sus hombres, son decenas de ellos en mi casería. -Los temblores de su cuerpo se hicieron más evidentes.

-Tengo un ejército de cientos de hombres, no podrá hacer nada que no podamos controlar.

Estaba seguro y confiado de mis hombres, no importaba que tan despiadados pudieran ser ellos, nosotros podíamos ser diez veces peores.

Un silencio se instaló, y ninguno de los dos se atrevió a romperlo por varios minutos.

-Al volver no te encontré, una doncella estaba en tu lugar, por un momento temí que te hubiesen descubierto. -Rememoré la sensación que tuve al no verla en la habitación.

-Buscaba un lugar para cambiarme, pero descubrí el pasadizo y mi curiosidad me llevó a esas escaleras y luego las escuché, y… -Su voz comenzó a agitarse. -Él está mintiendo, dice que soy su esposa, que hui por miedo y deshonra la memoria de mi padre, pero nada de lo que dice es verdad, yo nunca…yo…

-Lo sé, no es necesario que me lo expliques, sé que miente.

-¿Y qué harás, cómo pretendes protegerme?

-A los enemigos es necesario tenerlos bien vigilados, y se debe ver la forma de debilitarlos.

-No se si eso responde realmente a mi pregunta.

-El Jeque y su hijo se quedarán en palacio.

-¡¿Qué?! -Alzó la voz mientras se incorporaba de golpe. -¡¿Es que pretendes entregarme tú mismo?!

-Cálmate Adhara, lo que menos pretendo es entregarte a ese bárbaro. -Intenté mantener mi voz neutra -Piénsalo, no hay lugar con más resguardo que el palacio, él estará en la parte más alejada y no podrá comunicarse con sus hombres, ni siquiera podrá acercarse a ti, me ganaré su confianza y apenas intente algo yo mismo me encargaré de matarlo. Si todo sale bien entonces no será necesario y él se habrá ido.

-No, no, no. - Comenzó a negar frenéticamente. -Si él pone un pie en palacio me encontrará y me llevará con él, me torturará y…

-No lo permitiré, te doy mi palabra.

-Júramelo Akram, -Me miró fijamente a los ojos y vi la desesperación en ellos. -Júrame que no me entregarás, prefiero estar muerta antes que irme con él.

Sus ojos ahora tan llenos de miedo y tristeza me derrumbaron.

-Lo juro.

Le había dado mi palabra, incluso sin una promesa de por medio habría hecho lo imposible por protegerla.

-Debo pedirte algo más.

-¿Qué más?

Tragó saliva y dirigió su mirada al rincón en el que guardaba mi colección de espadas y armaduras.

-Enséñame a luchar.

Su pedido me dejó un tanto aturdido, no había mujeres en el ejército y ciertamente nunca había visto a alguna sosteniendo siquiera una espada.

-¿Qué? -Pregunté.

-Malek no se detendrá, incluso si no es ahora, él seguirá buscándome hasta encontrarme y un día lo conseguirá, no puedo ocultarme por siempre, no quiero vivir con miedo toda mi vida, tal vez si aprendo a defenderme pueda sentirme más segura.

Comprendía su necesidad, pero también recordaba mi propio entrenamiento, los cientos de veces que sufrí cortaduras y moretones, las tantas veces que no podía levantarme debido al dolor y deseé estar muerto.

-No creo que sea lo mejor, en verdad no será necesario.

-No estaré aquí encerrada para siempre Akram. -Su tono era firme -No puedo depender de ti el resto de mi vida.

Por alguna razón deseaba que así fuera, hasta ahora no se me había pasado por la mente un futuro en el que todo volviese a ser como antes de ella.

Era cierto todo lo que decía, no podría mantenerla encerrada conmigo, como si fuera mi prisionera, incluso las esclavas podían disfrutar del sol de vez en cuando.

-Está bien, te enseñaré lo básico.

Tomó una respiración profunda, pareció haber estado conteniéndola todo este tiempo.

-Podemos comenzar ahora, estoy lista.

-Me temo que eso no será posible.

¿Por qué no? -Su desilusión era clara.

-Debo ir con mi ejército, debemos comenzar a organizarlo todo y estar preparados para su llegada.

-Comprendo.

Quería quedarme, pero el tiempo estaba en nuestra contra, más aún si debía enseñarle a defenderse en tan solo tres días.

-En cuanto regrese daremos inicio a tu entrenamiento, mientras tanto puedes ir escogiendo con cuál de todas esas armas deseas comenzar.

-¿No hay una enseñanza por niveles o algo así?

-A menos que desees ir a la misma guerra, no creo que necesites dominar todas las armas, -Su mirada se tornó desafiante. -No en un corto tiempo e inmediato.

-¿Cuándo llegarán?

Dudé al decirle, puesto que no quería alterarla otra vez, sin embargo, de nada serviría el ocultárselo.



#3383 en Novela romántica
#204 en Joven Adulto

En el texto hay: romance, romancejuvenil, arabe

Editado: 20.03.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.