Akram: ¿un Príncipe árabe puede enamorarse?

CAPÍTULO 20

AKRAM

El resto del día estuvo lleno de movimiento, enviamos una brigada para inspeccionar los alrededores de la ciudad, de manera que se encontraran y pudiesen evitar posibles puntos de ingreso por los que podrían escabullirse sin que nosotros lo notásemos.

Como resultado se encontraron siete posibles entradas, la mayoría eran muros bajos de callejones, o alguna familia que había aprovechado el hecho de vivir a la orilla e instalado una especie de salida. Ante esto ordené que se levantaran los muros y se tape las salidas puesto que podrían poner en riesgo no solo a la ciudad, sino a la propia familia que sería asesinada sin dudar para lograr sus cometidos.

Una segunda brigada fue enviada para revisar y preparar los lugares en los que se instalarían nuestros hombres para vigilar el campamento de los mercenarios.

La tercera brigada se dividió en dos, una primera mitad se encargó de revisar las casas aledañas a donde sería ese campamento, e informar a sus habitantes sobre la instalación de algunos soldados en las mismas para poder vigilarlos de mejor forma. La segunda mitad se encargó de comenzar la construcción de dicho campamento, así sabíamos cuál era su distribución.

Los hombres restantes siguieron con los entrenamientos de batalla cuerpo a cuerpo, lo que me recordó el pedido de Adhara. Volvía a mi su recuerdo, ni siquiera era capaz de abandonarme en medio de todo este ajetreo.

-Fariq, avisa en los almacenes de alimentos que realicen el inventario, racionen la comida y que aparten lo necesario para esos bastardos, espero no prolonguen su estadía, se acerca la sequía y debemos asegurar la supervivencia de nuestra gente

-Como ordene majestad.

Volví a montar a caballo y me dediqué a recorrer las calles de la ciudad junto con mis escoltas, los ánimos estaban un tanto alterados, el rumor había corrido rápido y no era para menos ante un peligro como este.

Al llegar a la plaza central nos encontramos con los jefes de familia de la ciudad, estaban reunidos en una especie de asamblea; en medio de todos ellos se encontraba mi hermano Khaleb tratando de tranquilizarlos.

-Nuestro ejército ya comenzó a implementar las medidas de seguridad para nuestra ciudad. -Me miró. -¿No es así Fariq Awwai?.

Me limité a asentir como única respuesta, lo que menos deseaba era interactuar con los jefes, si pronunciaba palabra alguna entonces creerían que podían hacerme preguntas y detestaba tener que dar explicaciones de cualquier tipo, lo mío era dar órdenes, no rendirle cuentas a nadie.

-Príncipe Khaleb, -Dijo uno de los jefes. -Nuestras hijas no están a salvo aquí, esos hombres son unos depravados, hemos escuchado rumores de lo que hacen tras conquistar un nuevo pueblo, violan y toman a todas sus mujeres para dejar claro que ahora les pertenecen.

También había escuchado esos rumores, sin embargo, no creía que fuera del todo cierto, no dudaba de su depravación, empero no podría ser a su totalidad. Adhara parecía intacta y como ella debían de haber otras mujeres, aunque analizando la situación, ese hombre pretendía tomarla por la fuerza y su obsesión no tenía límites.

-No permitiremos que nuestras madres, esposas e hijas sean deshonradas, -comenzó Khaleb, -Os aseguro que mataremos a quien si quiera lo intente, eso lo dejaremos claro apenas lleguen. Sin embargo, les pido que aquellos cuyas casas se encuentran cercanas al campamento donde se quedarán, permitan que nuestros hombres ingresen, para así estar ocultos y poder tenerlos vigilados, evitando cualquier amenaza de ataque.

Intercambiaron miradas y murmullos, algunos movían sus cabezas de manera negativa, mientras otros parecían discutir los pros y contras de la medida.

-Está bien. – Finalmente aceptó el que parecía su representante.

-Es por vuestro propio bien y el de todas nuestras familias. Cualquier información sobre la mujer que buscan debe ser informado. -Aparté mi mirada de Khaleb en cuanto se refirió a Adhara. -Si es que saben de ella no la escondan, quién lo haga será igualmente ejecutados por poner en peligro a nuestra ciudad y su gente.

La reunión continuó, pero yo no estaba dispuesto a seguir escuchando.

En mi última vuelta y antes de dirigirme a palacio decidí hacerle una pequeña visita al herrero.

Dejé mi caballo en la entrada junto con mis escoltas.

-Espérenme allí, será breve.

-Sí, majestad.

Atravesé las destrozadas telas que servían de puerta y vi al herrero concentrado en lo que debía ser la daga que había encargado.

-¿Cuánto más te tomará tenerla lista?

La maza que sujetaba salió disparada antes de que pudiera chocarla contra el yunque.

-¡Su majestad! No lo esperaba. -Saludó mientras hacía una rápida reverencia.

-¿Es esa la daga que encargué?

-S…si, alteza.

-Déjame ver.

Me acerqué para que pudiera alcanzarme el adminículo.

Aunque aún no estaba del todo terminada era una pieza que, sin dejar de lado su letalidad, era bella. No tenía muchos detalles puesto que en teoría estaba hecha para mí, por ende, era sobria. El mango tenía curvaturas que hacían más sencillo y cómodo el sujetarla, los extremos del mango estaban cubiertos por piedras preciosas que suponía eran diamantes pequeños incrustados y mezclados con el metal, mientras que el centro estaba cubierto de un fino cuero negro que lo hacían elegante, dándole la sobriedad adecuada.

-Qué material empleaste para la hoja. -Pregunté mientras probaba su peso.

Era tan ligera que apenas la notaba en mi mano.



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En el texto hay: romance, romancejuvenil, arabe

Editado: 20.03.2023

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