Akram: ¿un Príncipe árabe puede enamorarse?

CAPÍTULO 42

ADHARA

Al despertar esa mañana lo primero que sentí fue su ausencia, el calor se había ido y en su lugar quedaba un espacio frio.

La noche pasada confesamos mutuamente nuestros secretos, nos comprometimos a una vida juntos, ¿Debería sentirme diferente?

Tal vez no notaba cambios porque, por más que lo quisiese, mi subconsciente no se sentía libre, no creía que fuese capaz de concretar los planes hechos, y sobre todo, me recordaba que Malek estaba al acecho.

Esos pensamientos me atormentaron por la mañana, traté de alimentarme, practicar con la daga, mejorar mis técnicas, dar vueltas sin sentido por la habitación, pero nada funcionó. Temía que la puerta se abrirse en cualquier momento o que alguien me escuchase dentro y le avisase a Malek.

Fue necesario adentrarme en los pasadizos secretos de palacio para encontrar algo de paz explorando los largo túneles, empero, las horas pasaron, y mi mente recordó lo que se encontraba en la superficie, seguía sin conseguir descanso.

En algún punto decidí que era mejor seguir practicando allá abajo, volví por una de las tantas cimitarras, la que más ligera me pareció, y descendí una vez más.

Uno de los pasadizos era un tanto más amplio que el resto, no sabía a donde conducía, pero tampoco importaba mucho en ese momento.

Vendé mis ojos, y comencé con unos movimientos inseguros, el peso del metal no ayudaba, comprendía por qué Akram seleccionó la daga como mi primera y principal arma de defensa.

Poco a poco fui adquiriendo mayor seguridad, y pudieron ser horas o tan solo unos minutos, pero no sentía el tiempo pasar, solo mi cuerpo agotándose, y en cuanto mi mente intentaba regresar a ese lugar de miedos e inseguridades incrementaba los ejercicios para que el dolor apaciguase mis pensamientos.

El no ver ayudaba de cierta manera a ser más consciente de lo que hacía, podía sentir cada músculo, cada gota de sudor, el ritmo de mi respiración, e incluso la corriente de aire que pasaba por los pasadizos.

Me recordé junto a mis hermanas, en aquellas tantas veces que practicábamos alguna coreografía para interpretar las canciones favoritas de mi padre, y así animarlo.

Era capaz de bailar con los ojos cerrados, y de manera inconsciente mi cuerpo comenzó a moverse al ritmo de las notas que se reproducían en mi cabeza. Giraba y daba pasos a los costados imaginándome en la sala de mi antigua casa.

Los músicos entonando las más bellas melodías, mientras mi padre, junto con nuestras doncellas nos animaban con aplausos y cascabeles.

Alguien canta en algún rincón, cuenta la historia de dos amantes separados por el basto desierto, no se conocen aún, pero ella canta y él sigue su voz hasta encontrarla, se casan y son felices por un corto tiempo, tienen cuatro hijas, luego la mujer enferma y muere dejando al pobre hombre desdichado, pero con el regalo de sus pequeñas princesas, esperando el día en que Alá los una de nuevo.

La historia de mis padres transformada en canción siempre fue mi favorita, no podía evitar el derramar alguna que otra lágrima cada vez que la escuchaba, qué mejor manera de honrar la memoria de mi madre que dedicándole aquello que le hacía tan feliz: La música.

Podría moverme con mayor soltura ahora si no tuviese ese objeto tan pesado en las manos.

No sabía que Akram me estaría observando, de haberlo sabido me habría detenido de inmediato, no pretendía hacer el ridículo en frente suyo.

Sufrí un gran susto cuando intentó sujetarme, solo me tranquilicé al saber que se trataba de él.

Saber que Malek tenía pistas de dónde me encontraba solo confirmaba sus habilidades de rastreador, era tan alimaña que no le había costado más que un simple día encontrar pistas de mi ubicación

Dentro mío persistía la idea, casi al punto de la certeza, de que si ya había llegado tan lejos no se iría con las manos vacía, solo era cuestión de tiempo.

Si se enteraba que quien me había ayudado a esconderme era Akram entonces lo mataría. No le importaría que se tratara del mismo Rey, por eso había traído a sus adeptos consigo, tal vez incluso les habría prometido inmensas riquezas.

Ahora lo veía todo con mayor claridad, incluso si no lograba el cometido de atraparme, conseguiría el reino de Baréin, yo era simplemente la excusa perfecta para acercarse lo máximo posible, instalarse y atacar. Si además de ello me encontraba sería un punto extra, la cereza del pastel, pero de todas formas el premio mayor ya lo habría conseguido.

Temí por Akram, temí por su familia, temí por toda la gente que moriría, tal vez yo no sería la causa, pero era un camino a su conquista y debía hacer algo para evitarlo.

Me lancé a sus brazos para abrazarlo, sentir su calor, quería decirle que yo solo era una distracción, que debían acabar con todos ellos de una buena vez, incluso que debía entregarme para que así no tuviesen excusas para quedarse.

-¿Estuviste todo el día aquí abajo? -Trató de distraer mis cavilaciones.

-Si, no sabía qué más hacer. -Intenté separarme, pero él me lo impidió reforzando nuestro abrazo -Y no me sentía segura sin ti. -Oculté mi rostro en su pecho debido a la vergüenza que me provocaban mis confesiones.

-También estuve ansioso, -Admitió -quise volver mucho antes, pero debemos evitar cualquier sospecha.

-Lo se. -Suspiré resignada pues sabía bien que él debía estar con sus hombres y a la vista pública, como si de su antigua rutina se tratase.

-Subamos, ya debe estar lista la cena y nuestro baño.

Su tono sugerente interrumpió de manera abrupta todos mis pensamientos, ¿Qué había dicho?

-¿Nu… nuestro? -Quise cerciorarme de haber escuchado de manera correcta.

-Si, nuestro. -Dijo con simpleza, como si fuese algo natural

Antes de que pudiese decir nada me levantó en brazos y nos condujo de nuevo a su habitación, le sonreí en la oscuridad de los pasillos, aunque sabía que él no podía ver mi rostro en este momento, deseando estar protegidos siempre de lo que ocurriese allá afuera, solos él y yo.



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En el texto hay: romance, romancejuvenil, arabe

Editado: 20.03.2023

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