Akram: ¿un Príncipe árabe puede enamorarse?

CAPÍTULO 54

ADHARA

Akram y Khaleb intercambiaron algunas palabras antes de que el primero ascendiese por una especie de palestra, desde la cual sería visible para el resto de sus hombres.

El ambiente se sumió en un silencio absoluto que le dio pie para dar las instrucciones de la batalla.

-Nuestro reino está siendo atacado -La voz de Akram resonó tan clara y fuerte que no cabía duda de que cada uno de sus hombres podía escuchar sus órdenes -Un grupo de aproximadamente diez mil hombres se aproxima por el noreste. -Un murmullo incomprensible comenzó a extenderse, por lo que aguardó un momento hasta que éste finalmente cesó. -Aún podemos defendernos y emboscarlos, una parte de nuestros hombres ya se encuentran tras las dunas del norte con el Fariq, pero primero debemos terminar con las escorias que se encuentran en nuestras puertas, que un grupo se encargue de ellos.

De inmediato las filas se separaron y reagruparon en varias secciones de al menos doscientos hombres cada una.

En cada una de ellas un hombre de la primera fila dio un paso al frente, era impresionante lo veloces y sincronizados que eran, claramente eran soldados con un entrenamiento previo.

-¡Nosotros nos ofrecemos!

Akram le dedicó una mirada con cierto orgullo, y con un leve asentimiento continuó.

-Recuerden que deben cuidar al Rey y el palacio, pongan a las esposas de su majestad, a las princesas y príncipes en un lugar seguro.

Khaleb tenía el ceño fruncido, en una muestra de clara preocupación, sería tal vez por su padre o madre, o incluso por su reciente esposa, ¿o es que le preocupaba el número de las tropas enemigas?, a simple vista su ejército sobrepasaba en número a los mercenarios.

-Los habitantes de la ciudad ya fueron alertados, están siendo evacuados a los refugios de seguridad, pero es deber de ustedes asegurarse de que ni uno de ellos pueda llegar tan lejos. -Esta vez fue Khaleb quien tomó la voz de mando y acompañó a su hermano en lo alto de la palestra. -No les pido que luchen por mi o por su Rey, nuestras vidas no valen su sacrificio, peleen por sus mujeres e hijos, por su tierra y su honor. Si este es el día en que debemos sucumbir, que sea tras haber dado lo mejor de nosotros mismos, que Alá nos proteja.

No conocía a Khaleb, pero distaba mucho de parecerse a su padre, con esas simples, pero significativas palabras, me había demostrado que primero velaba por su pueblo antes que sus propios intereses, algo que el Rey desde luego desconocía.

Terminaron por organizar cada uno de los escuadrones que se habrían formado, una parte de ellos se uniría a los hombres del norte por medio de los túneles que nos habrían conducido a este lugar. Ahora comprendía por qué no me había dejado en aquel lugar.

El resto avanzaría a su encuentro frontal y aguardaría su llegada para ser los primeros en combate, los enemigos por supuesto verían un reducido número y se confiarían de su ventaja, pero sería allí cuando el grupo del norte los rodearía y aniquilaría por completo.

Había una sola orden: Matar a todos.

Ni un solo mercenario debía quedar con vida, debido a la ofensa de atreverse a atacar el reino habían sido condenados, eso por supuesto incluía a Malek; y aunque lo sintiese por mis hermanas tal vez les estaría haciendo un favor.

No imaginaba lo que podía ser tener a uno solo de ellos como esposo y desde luego no pretendía hacerlo.

Una vez estuvieron todos completamente armados partieron hacia sus destinos.

No había duda en sus rostros, tenían la mirada puesta en su objetivo.

Akram y Khaleb encabezaron las tropas que irían por el frente, dotados de los mejores caballos iban seguidos de sus hombres y junto a ellos se encontraba la caballería de los que supuse también eran líderes de las tropas.

Poco a poco iban alejándose, hasta ser casi irreconocibles, de no ser por la brillante e inigualable armadura de Khaleb, la cual incluso en la noche era capaz de vislumbrarse, no habría sido capaz de distinguirlos en la multitud.

Al otro lado, el primer ataque a los mercenarios que habían quedado como señuelo comenzaba a escucharse, desde mi actual ubicación me era imposible verlos, empero me mantuve alerta por si alguno lograba ingresar por algún punto de la ciudad.

Acero contra acero, se fundían en un atronador sonido que solo podía ser superado por los gritos desgarradores de dolor que evocaban antes de morir tras ser heridos.

Las tropas que ahora estaban siendo lideradas por ambos príncipes ni siquiera parecieron inmutarse. A tal punto confiaba Akram en la capacidad de sus hombres, que no caería en el señuelo que había sido pensado para él, puesto que él ya sabía que Hakim esperaba distraerlo de lo verdaderamente importante.

Poco a poco los alaridos fueron cesando, debió pasar apenas un cuarto de hora, pero para mi había sido eterno y desesperante.

¿Cuántos soldados habían muerto ya?, Cuántas esposas y niños esperarían volver a ver a sus esposos y padres, quienes ahora yacían postrados y sin vida en las afueras de la ciudad.

Un dolor repentino atravesó mis dedos, había estado apretando con tanta fuerza la cimitarra todo este tiempo que había comenzado a hacerme daño.

A lo lejos la sombra oscura era cada vez más evidente.

Los nervios se apoderaron por completo de mi, las rodillas se me doblaron y caí al piso sin poder resistir estar un solo segundo más de pie. Me deslicé por la pared de mi pequeño escondite y esperé en silencio.

.

.

Abrí los ojos de golpe, sobresaltada por el sonido de miles de voces unidas en un solo grito, ¿Cuánto tiempo había pasado?, desde mi perspectiva apenas había pestañeado, pero aparentemente había sucumbido al cansancio.

Si yo estaba así no imaginaba cómo estaría Akram.

De inmediato me puse de pie, con cuidado de no ser tan visible, y observé con horror como el ejército de Akram y el de los Mercenarios corrían en direcciones convergentes.



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En el texto hay: romance, romancejuvenil, arabe

Editado: 20.03.2023

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