Al Acecho

Que comience el juego

Tenía suficiente experiencia como para saber que su plan era absurdo. Sin embargo tenía una sensación que no podía reprimir por mucho más tiempo. Aquel sentimiento se había plantado en su pecho y en su mente desde hacía más de un año pero él no era impulsivo. Por el contrario, era metódico, calculador y paciente.

Pero ya no podía resistirse por más tiempo, por lo que por primera vez en su vida, actuaría de una forma errante.

Recordó su primera vez: ella era una abogada, parecía poderosa, parecía la mujer más confiada sobre la faz de la Tierra. Le encantó doblegarla. Ella gritó y gritó por clemencia hasta que en un acto de bondad... le cortó el cuello.

La policía nunca la encontró y nunca lo haría. Él era inteligente, mucho. No era una persona especialmente narcisista, pero conocía sus cualidades.

Dejó su ensoñación a un lado pensando que pronto se escondería en su dormitorio y volvería a recordar el precioso color rojo que tanto adoraba, pero por lo pronto, tenía trabajo que hacer.

La casa de su nueva "mujer", o víctima si algunos se ponían exigentes, era perfecta para el trabajo. Nada de vecinos muy cerca, nada de luces penetrantes, solo un pequeño foco proveniente del porche... simplemente perfecto.

Pero solo en cuanto a la primera fase. Por lo general le gustaba visitar primero la casa, llegar disfrazado de electricista, fontanero, encuestador o cualquier otro personaje que se le ocurriera. Pero estaría bien, la mujer estaba sola. No se le veían amigos, casi no salía más que a regar sus plantas en la noche y mañana, y recoger el periódico. Lo repetía: Perfecta.

Escondido por los árboles, se acercó a la casa. Caminó alrededor y llegó a la ventana de la cocina. Sólo se veía su sombra en la cortina, pero sabía que era hermosa. La sombra se movió. Él también.

Con sus herramientas ligeras y prácticas abrió la puerta de la cocina. Entró a la casa y cerró la puerta con llave.

Escuchó pasos en la planta superior. Llegó a la sala donde vio las escaleras, no prestó atención al lugar, lo haría una vez que saliera. Subió hasta el segundo piso y caminó hacia la habitación en la cual creía haber escuchado los pasos. Abrió la puerta lo más lenta y silenciosamente que pudo. Esa era la recámara principal, sólo la lámpara de la mesa de noche estaba encendida, pero no había rastros de ella.

Los pasos se escucharon detrás de él. Dio media vuelta y caminó hacia el lugar del que creía provenía el sonido. Abrió la puerta... un medio baño. La casa era antigua, seguramente tendría defectos en las tuberías. Sin embargo, ¿dónde estaba ella?

El televisor se encendió en la sala y un grito le hizo estremecerse, pero alguien empezó a hablar y sonidos de cadenas se escucharon. Sin duda, una película de terror.

Bajó al primer piso, pero la televisión estaba apagada.

Ahora lo entendía. Estaba jugando con él. Ella sabía que ahí se encontraba. No sabía cómo, pero era lo más probable. Él jugaría a su juego, y al final, ella lloraría por haberlo empezado.

Recorrió la casa de arriba abajo, ¿dónde se había escondido?

La situación le recordó una de sus primeras veces: Él había sido un novato, por lo que la mujer se dio cuenta de sus intentos por abrir la puerta. Ella había corrido a esconderse debajo de su cama y llamó a la policía. Con ella no se había dado su usual tarea de "aprovecharla". La sacó de debajo de la cama, le rasgó la ropa y cuando la tuvo desnuda debajo de él, sacó una de sus preciadas navajas. Puso la punta en el ombligo de ella y presionó levemente para empezar a subirla lento hasta la base del cuello. El placer que sintió al escuchar los gritos, los llantos; el sentirla retorciéndose debajo de él, lo hizo excitarse, pero tuvo que huir. Logró hacerlo a tiempo y nadie supo su identidad.

Ahora ya no era un novato. Tenía años de experiencia... muchos años.

Subió a la habitación principal de nuevo y buscó bajo la cama... nada. La situación dejaba de ser interesante a ser completamente frustrante. Cuando la encontrara la aprovecharía por más tiempo que ninguna otra.

Su mujer, la que más había durado, había llegado a las dos semanas. Todas eran unas débiles lloronas.

Se estaba desesperando. Creía que estaba en la cocina y al llegar, veía una sombra en la sala; escuchaba pasos en el segundo piso, al llegar escuchaba más pasos pero ahora en otra habitación o abajo.

¿Acaso tendría pasadizos secretos? Algunas casas antiguas los tenían.

Pero no se iba a dar por vencido.

Una risa. Había escuchado una risa. La maldita se burlaba de él.

Vio el armario de la habitación principal. De ahí venía la risa. Dando zancadas fuertes y largas se acercó y deslizó la puerta. Solo había ropa. Busco y rebuscó, tendría que haber algún aparato, una grabadora, un celular algo con le había jugado la broma pero, de nuevo, nada.



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En el texto hay: terror, venganza, venganza y asesinatos

Editado: 18.05.2019

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