Al Amanecer

Parte 1

Dorean saludó cordialmente a los guardias cuando pasaba a su lado. Intentaba no apresurar mucho el paso, no permitiría que nadie notara sus nervios. Había planeado durante semanas lo que iba a hacer aquella noche y estando tan cerca de lograrlo, no podía estropearlo. Al llegar a las escaleras que llevaban la torre real, casi tartamudea cuando los dos guardias que custodiaban ese lugar le preguntaron los motivos de su visita nocturna.

—Necesito hablar con el príncipe Efraín —Supo decir tranquilo, aunque las siguientes palabras se le atascaron un poco—. Él me está esperando. Me pidió algo del pueblo hoy al mediodía, y apenas he podido venir a entregárselo.

—No tienes que tomarte la molestia de subir hasta la habitación del príncipe. Puedo entregarle el encargo por tí. —Mantuvo la calma; ya había ensayado que contestar si los guardias le decían eso.

—El príncipe me ha ordenado entregarlo en persona. Me temo que debo obedecer, caballeros. —Los dos hombres se miraron entre sí. Ambos se debatían en si dejarlo o no pasar.

—Muy bien —le dijo al final el otro guardia—. Pero le informaremos al rey de tu visita.

Dorean aceptó. No le importó; para cuando el rey se enterara, ya habría sido demasiado tarde. Estaría cabalgando al puerto junto a su amado. Y para cuando la guardia real empezara a buscarlos, ellos ya estarían partiendo a algún tranquilo del otro lado del mar... Claro, si el príncipe aceptaba irse con él.

Empezó a subir las anchas escaleras de roble con finas terminaciones talladas en madera. A cada escalón, sentía que sus latidos se aceleraban. Por los ventanales, miró hacia el puerto para cerciorarse de que el barco en el que iban a zarpar seguía allí. Suspiró tranquilo al ver la luz de los camarotes del navío y siguió su paso.

Al llegar a la torre real, se dirigió de inmediato a las habitaciones de los príncipes. Cada una estaba a varios metros de separación de la otra, y la mayoría estaban vacías. Efraín era de los pocos herederos del rey que aún no había contraído matrimonio. Sus hermanas y hermanos mayores ya estaban en sus propios castillos y fortalezas, o en las de sus esposos o esposas. Pero su príncipe no. Él había logrado esquivar sus deberes como hijo del rey. Sí, lo había logrado hasta hace unas semanas cuando, en contra de su voluntad, el rey lo prometió a la hija de un gran señor de otro reino. La familia de su futura esposa tenía mucha influencia. Si esta vez rechazaba, empezaría una guerra.

Dorean entonces recordó cómo siempre fue el confidente de su príncipe. Cada vez que su padre le presentaba a una nueva mujer de una gran casa, él estaba allí para escucharlo quejarse o burlarse de sus pretendientes. Y también estaba allí para secar sus lágrimas después de que su padre lo insultaba y le gritaba cada vez que las rechazaba. Él era cómplice de la actitud del príncipe ante el matrimonio. Sin embargo, no lo hacía sentir culpable. No, más bien lo hacía sentir como un honorable caballero que siempre luchaba a su lado en sus batallas internas contra su deber. Habían ganado tantas, pero estaban por perder la guerra. Por ello ahora estaba decidido a salvarlo. Aún cuando aquello pondría en riesgo su vida. Al llegar a la habitación del príncipe, encontró a su guardia nocturno apoyado en la pared, a un lado de la puerta.

—Veo que intentan disfrutar cada momento que les queda —dijo burlón mientras se levantaba el visor de su yelmo de acero. El caballero tocó la puerta. —Dorean viene a visitarlo, mi señor. —

El silencio que vino a continuación le pareció eterno.

—Déjalo pasar —contestó por fin.

—Voy a dar un paseo. Volveré en unos minutos. —El guardia le dió un golpecito amistoso con el codo cuando pasó a su lado.

Dorean entró a la habitación y se aseguró de dejar la puerta bien cerrada. Al voltear, allí estaba él, su príncipe. Ojos color miel, piel pálida, cabello corto y rizado. ¡Oh, cuánto le gustaba ese joven de pie frente a él!

—¿Qué haces aquí? —Su voz, tan dulce, hizo que por un momento su tensión desapareciera.

—Tenía que verte —respondió con una sonrisa cálida en el rostro.

No pudo resistir más. Le rodeó la cintura con los brazo, lo atrajo hacia él y lo besó. El príncipe lo correspondió su afecto acariciando su rostro con las manos.

—Sabes bien lo que tienes que hacer cuando quieres pasar conmigo, Dorean —le reclamó al separarse—. Mi padre se va a enterar de que estuviste aquí. Él ya sabe de los rumores de la corte...

—¿Y qué mas da? —Se alejó de Efraín—. En unos días te casarás y te irás lejos, y yo talvez no podré volver a verte...

—He estado pensando... —Su príncipe se cruzó de brazos y desvió la mirada. Parecía estar escogiendo las palabras adecuadas para lo que estaba a punto de decir— Yo podría llevarte conmigo...

—No quiero vivir a la sombra de tu futura esposa... —Había una profunda tristeza en sus palabras.

—¿¡Y qué esperas que haga, Dorean!? —exclamó—. ¿¡Quieres que vaya en contra de las costumbres de este reino y que diga en público que comparto la cama con otro hombre!? ¿¡Quieres que nuestras cabezas terminen en una pica!?

—Hay ciudades del otro lado del mar donde lo que hacemos no es un pecado. Allí nuestro amor podría florecer libre y tranquilo.

Efraín se quedó callado y la melancolía invadió su rostro. Estaba imaginando una vida en un lugar así. Dorean lo sabía. Él también había tenido una expresión similar muchas veces.

—Eso es imposible...

—¡No! —lo interrumpió—. ¡No es imposible, mi príncipe! ¡Hay un barco que zarpará pronto hacia el otro lado del mar! Yo sé que no quieres casarte. ¡Yo sé que has intentado muchas veces evitar este destino!

—Dorean, es mi deber...

—Hoy te ofrezco salvarte de ese deber, mi príncipe. —Incó una rodilla en el piso y le extendió su mano. —¡Ven conmigo!

Dorean quería dejarle en claro lo comprometido que estaba. Para él, esto no sería solo una promesa, sino un juramento. Algo que definiría el resto de su vida. Si su querido príncipe no aceptaba, había decidido que iría al otro lado del mar de todas formas. Y aunque solo la idea de abandonar a Efraín le causaba dolor, sabía que sería lo mejor. Cuando vio la indecisión en los ojos de su príncipe, sintió que sus miedos se hacían realidad. Estaba apunto de levantarse y empezar una larga despedida cuando sintió unas cálidas manos sobre la suya.



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En el texto hay: romance, gay, terror

Editado: 22.08.2023

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