Al borde de la luna

Infierno

 Y alzó la mano con el último suspiro de su alma. No quedaba ninguna esperanza a su lado mientras su corazón y su cabeza gritaban y se destrozaban el uno al otro sin piedad. ¿Acaso valía la pena? Eso ya no importaba... tenía que intentarlo aun si perdía la vida en el proceso. Y, entre los gritos y súplicas que hacían eco en su cabeza, pudo escuchar una dulce y suave voz escabulléndose entre la oscuridad y sus demonios.

¿Eran acaso más juegos de su mente? ¿Acaso se volvió más loco de lo que ya estaba? Y en el intento más brusco y torpe de alejarse y romper sus cadenas acabó arrodillado sin fuerzas, corría tratando de escapar... pero, ¿a dónde corres cuando lo que te persigue está dentro de ti? ¿A dónde escapas si cada que cierras los ojos ves tu infierno? Y, mientras las lágrimas se apoderaban de aquel hombre, escuchó de nuevo esa pequeña voz entre el susurro del viento. Y pudo mirar entre la densidad de la noche, una luz muy tenue acercándose a él sin detenerse. Tuvo miedo, pues no sabía lo que era aquello. Y en la desesperación y el dolor gritó: “¡Aléjate de mí!” Pero el sonido de los pasos acercándose le asustaba, y poco a poco lo sentía más cerca. Y cuando fue inminente se arrodilló entregando la vida. Y de nuevo, alzó su fría mano... entonces su piel sintió algo extraño, algo que solo le hacía sentir vivo ¿eran acaso más laceraciones en su cuerpo? Pero el sonido de aquella voz apagó sus pensamientos, y lo sacó de su cabeza sin aviso. Y entonces lo supo. Sus manos estaban en las de él. Aún con miedo, abrió los ojos y la vislumbro ahí, con una sonrisa para él. Y aún sonriendo dijo: “¡Aquí estoy!”. Por primera vez sus demonios dejaron de gritar y susurrar.

El silencio se apoderó sin piedad y aún los monstruos en él querían hacerle daño, pero ella los guardo en su corazón y le dijo calmada: “cariño, te quiero”. La mirada del hombre se perdió, y su cabeza simplemente se perdió entre las mil cosas que sintió, y se quedó callado. No porque no quisiera decir lo mucho que sintió, sino porque las palabras no le salían. Y ella le dijo: “no te preocupes, no los destruiré porque son parte de ti, y ahora de mi”.

Tomó la pequeña vela entre sus manos y lo liberó solo con el tacto. Y, entonces, ella lo miró de nuevo; solo sonrió al ver una sonrisa en el rostro de aquel prisionero que por fin conoció la libertad, y le dijo: “ahora una parte de mi es tuya”. Y él le respondió mirándola a los ojos: “y la cuidare con cada latido de mi corazón”.

Y al estar ahí ella lo guió a la salida y él peleó por ella.



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En el texto hay: luna, poesia oscura, poesia corta

Editado: 14.06.2019

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