Miraba tu foto de nuevo aquella madrugada de julio. La miraba con detenimiento aquella silenciosa noche. La luna era testigo de las sonrisas que di al mirar tu rostro sentado a la orilla del tejado bajo las estrellas que sólo me hablaban de ti, sintiendo esa locura que me hacía sentirte tan cerca aun estando tan lejos. El silencio de mi boca eran los desesperados gritos por tenerte, por acariciar tus cabellos solo un minuto.
Le conté a los astros sobre ti, más de ti saciaba mis historias. Les conté sobre cada noche que te entregue mi voz y sobre cada vez que entregamos nuestras noches el uno al otro. La noche era el sentimiento de mi alma al necesitarte, miraba de un lado a otro viéndote en cada lugar, recordando cada susurro en el que decías "te amo", y en cómo mi alma y mi cuerpo daban vueltas solo con esas palabras pronunciadas por ti. Susurré para mi "la amo", no sé sí lo escuchaste... pero hubiera querido que lo hicieras.
Cada noche que soñaba contigo (que eran casi todas mis noches) despertaba con el insano sentimiento de haberte tocado y sentido tan cerca por solo un segundo. Mi vida se fue en un instante y el mundo desapareció. Solo miraba tus ojos que reflejaban las estrellas, dijiste que lo de nosotros no era algo común, no solo una cuento más que termina con final. Eramos una página escrita por nosotros, una historia sin final. Una loca fantasía salida de la mente de dos locos que se aman y no se ven, de dos seres que se sienten y no se tocan... Mi fantasía terminó y me le levanté de forma estrepitosa. Mire al suelo y al cielo por última vez y le confesé a la luna mi más oculta verdad: estoy enamorado de ella. La noche y las estrellas prometieron guardar mi secreto.