Al Borde Del Abismo

CAPÍTULO 5

Habían pasado unos cuantos días desde que decidimos ser oficialmente amigas y la verdad es que Stacy me estaba cayendo muy bien. Habíamos pasado varias tardes juntas charlando y fue bastante agradable. Me gustaba la idea de tener a alguien con quien contar.

 

Un día después de salir al salir de clase íbamos hablando hasta que ella de repente me dijo

 

- ¿Y si vamos a mi casa? - preguntó de repente.

 

- No quiero molestar a tus padres…

 

- No te preocupes, a ellos no les molesta que traiga gente a casa. Además, no sé si te lo había dicho pero dentro de poco me voy a mudar a un pequeño departamento cerca de la universidad.

 

Wow, eso si es planear la vida. Yo también tenía eso en mente solo que tenía pensado ahorrar un poco para comprar algo en condiciones. Tendría que trabajar más…

 

- ¿Todo bien? - dijo Stacy sacándome de mis pensamientos.

 

- Eh, sí. Solamente estaba pensando. Entonces si a tus padres no les importa podríamos ir…

 

- Pues en marcha. No viven lejos, en cinco minutos estamos.

 

Estuve todo el camino dándole vueltas a eso que había dicho Stacy. Si tuviera una casa para mi sola no tendría que preocuparme por gritos, insultos, mi padre llegando borracho a casa, mi madre todo el día fuera para evitarlo… Quizás no era una mala idea.



 

No me había dado cuenta dónde estábamos hasta que nos detuvimos delante de una casa. Era una casa tradicional con porche y garaje, al estilo de película. La parte delantera estaba fabricada con madera y había una hamaca colgando del techo. 

 

Sacó las llaves, abrió la puerta y me hizo una seña para que pasara.

 

Si el exterior era bonito el interior no tenía nada que envidiar. Contaba con mucha iluminación y era bastante espaciosa. Todo estaba perfectamente ordenado y lleno de cuadros familiares. 

 

- ¿Eres tú, Stacy? - dijo una voz gruesa.

 

De lo que parecía el salón salió un hombre corpulento, de estatura más o menos alta. Su pelo era castaño oscuro y estaba engominado hacia atrás. Tenía sombra de barba y una media sonrisa estampada en el rostro.

 

- No sabía que tendríamos visita - volvió a decir el hombre.

 

- Papá, esta es Fayna, Fayna, este es mi padre. 

 

- Un placer señor… 

 

- Llámame Jack - dijo tendiendome la mano

 

- Un gusto conocerte Jack - le estreché la mano

 

- Igualmente.

 

- Vamos Fayna, te enseñaré mi habitación - intervino Stacy 

 

Subimos por las escaleras que llevaban a la planta de arriba para llegar a su cuarto.

 

Cuando entré me quedé de piedra. Estaba todo super bien decorado. En una de las esquinas estaba puesta una cama llena de cojines que pintaba ser muy cómoda, justo al lado estaba colocado un escritorio bien completo: un pote lleno de lápices y bolígrafos de diferentes colores, una bandeja de folios, un libro abierto… 

En la pared cercana al escritorio había un corcho lleno de papeles con cosas que hacer y otras cosas más que no pude ver y de las otras colgaban estanterías llenas de libros y alguna que otra foto. En resumen, una hermosura.

 

- ¿Te gusta? - 

 

- Te mentiría si te dijera que no - reí.

 

- ¿Tienes hambre? - preguntó mientras colocaba el libro de la mesa en el estante.

 

- Solamente tengo un poco de sed.

 

- Ven, te llevaré a la cocina.

 

La seguí hasta la planta de abajo y por enésima vez volví a quedar maravillada. 

 

Cuando Stacy abrió la nevera para buscar algo de beber lo pude comprobar. Todo estaba perfectamente organizado. Los muebles eran de madera de pino reforzado con barniz y de un color beige. Se notaba que eran nuevos. 

 

Al final acabamos charlando en su habitación mientras tomábamos zumo con unas galletas para picar.

 

Ella estaba bebiendo un poco cuando decidí contarle lo que tenía en mente.

 

- He estado pensando pensando en lo que has dicho de que te ibas a comprar un piso - fijó su mirada en mí - y estaba pensando si podrías ayudarme a mirar alguno que no sea muy caro pero que esté en buenas condi…

- ¡Claro que sí, lo haré encantada! - me cortó 

 

- Si encuentras algo me dices, yo también estaré mirando.

 

Hablamos un rato más hasta que se hizo tarde y me marché a casa.

 

Cuando estaba más o menos cerca me di cuenta de que las luces estaban encendidas. 

 

No me hizo falta entrar para saber que estaba entrando en la guerra.

 

Nada más entrar escuché golpes junto con el estruendo de un cristal rompiéndose. 




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