Estaba en la última clase antes de ir al recreo y aún le estaba dando vueltas a eso que había ocurrido unas horas atrás.
¿Qué iba a hacer ahora?
A ver, no era que desconfiara de ella pero es que eso era algo que no podía contar a la ligera.
Cuando sonó el timbre no hicieron falta ni dos minutos para tener a Stacy esperando en la puerta del aula.
Ninguna de las dos medió palabra mientras bajábamos al patio ni cuando nos dirigimos a las gradas. No fue hasta pasado un rato que una de las dos rompió el silencio.
- ¿Y bien? - dijo Stacy cruzándose de brazos.
- No es nada, tan solo un pote de cristal se me rompió mientras ayudaba a mi madre a recoger la compra y al limpiarlo me hice eso.
- Ajá -
- Uh-huh -
Estaba claro que no se lo creyó pero por lo menos no siguió insistiendo más, cosa que me alivió.
***
- ¿Te apetece hacer algo? - preguntó mi amiga guardando un libro en la mochila.
- ¿Qué propones? - cerré la taquilla y la miré.
- ¿Te vienes a casa? Hace un poco de frío y en mi casa estaremos a gusto.
- No me parece mala idea.
- Pues andando. Tengo ganas de tomar un chocolate caliente - dijo soltando una pequeña risita.
No había ocurrido nada más después de la charla del patio cosa que agradecí.
Cuando llegamos, preparó algo de merendar y subimos a su habitación.
- ¡Vaya mala suerte que hemos tenido!
- Pues, si. Y encima no me he traído paraguas.
Cuando íbamos a medio camino una nube negra había salido de la nada y nos empapó a las dos.
- La calefacción está encendida pero deberíamos cambiarnos la ropa si no queremos pillar un resfriado. O peor aún, una neumonía. Voy a mirar si tengo algo de ropa para prestarte - explicó Stacy dirigiéndose al armario.
Bueno, como que de repente la mejor idea parecía ser coger un catarro.
- Creo que he encontrado algo - exclamó - yo diría que te sirve porque más o menos somos de la misma altura.
- Con que me cambie la camiseta me servirá porque es lo que más mojada está - hice una pausa - ¿dónde está el lavabo? Ya sabes, para cambiarme - aclaré,
- Me parece que ahora mismo está ocupado, mi madre acaba de llegar del trabajo y se está su duchando - se rió - según ella no es persona hasta que no lo hace.
Al ver que no me movía volvió a hablar.
- Puedes cambiarte aquí si quieres, no te voy a comer - me tendió la camiseta.
- Está bien - accedí cogiendo la ropa.
Se dió la vuelta, cosa que agradecí, y empecé a cambiarme.
- Ya estoy - le avisé.
Se volteó y me echó una ojeada.
- No te queda mal - me guiñó un ojo.
Menos mal que la camiseta era negra, era mi color favorito.
- La tienes mal puesta, ven que te ayudo a ponértela bien.
Antes de que pudiera hacer nada se acercó, se puso detrás mío y... pasó.
- ¿Qué es lo que tienes en la espalda? - preguntó horrorizada.
Aunque ya habían pasado unos cuantos días de eso, aún quedaban algunas heridas y los hematomas.
- Nada - dije encogiéndome de hombros.
- No, “nada” no. Ahí te ha pasado algo y me lo vas a contar - exigió con una nota de enfado.
- Está bien - suspiré.