Al Borde del Abismo Libro 2

CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS

—¿Bueno o malo?

Su pregunta me bloquea mentalmente y tengo que parpadear un par de veces—. ¿Eh?

—Que si es bueno o malo —le veo respirar profundo. Todo su bello rostro chispea de alegría pero no sonríe. Es divinamente sexy—. Tengo por entendido que cuando pasa algo bueno, las malas noticias no se tardan en llegar.

Suelto su chaqueta por un breve momento.

Su pregunta me pone a dudar.

¿Es verdaderamente bueno o estrepitosamente malo?

«Es bueno. ¡Es buenísimo!»

Rashid me observa entre expectante y preocupado por mi respuesta y por los segundos que me estoy tardando en contestarle.

—Gitana, ¿qué tienes para decirme? —su voz se torna ronca y baja. Ya su algarabía se esfuma y ahora sólo manifiesta inquietud.

«Es bueno. Es la mejor noticia del mundo»

Abro la boca...

«Díselo! ¡Díselo, maldita sea!»

Me reto a mí misma y termino por decidirme. Si no es ahora, no se lo voy a poder decir nunca. Se lo diré y que sea lo que Dios quiera.

Me acerco tanto a él que su boca queda a centímetros de la mía.
Mi familia y nuestros amigos se han quedado atrás, ajenos a lo que ocurre entre ambos y es mejor.

Los necesito lejos.

—Es una buena noticia —mi corazón late tan, pero tan rápido que golpea contra mi pecho con fuerza—. Creo que es una muy buena noticia —como puedo tomo aire—. Estoy em...

Como si un trozo de cinta scotch se pegara en mis labios, Rashid cubre mi boca con su mano y acalla mis palabras con un suave shh.

Es más, me atrevería a apostar que ni siquiera puso atención a lo último que trataba de decirle.

—Si es algo bueno, me lo dices en la mañana —su sonrisa espléndida hace que me trague todas las palabras, la incertidumbre y el desasosiego—. Ahora no —me besa en la frente—. Ahora todos nos están esperando y yo quiero que lo que resta de la noche seamos nosotros en un lugar distinto pasándola bien. Después de tanto nos lo merecemos; tú más que yo —vuelve a tomar mi mano y camina hacia el carruaje.

Mis labios se tuercen en una tenue sonrisa que no llega a mis ojos y asiento despacio, siguiéndole el andar.

Me sostiene con fuerza del antebrazo y es él quién me espera, me mira y me desea mientras subo y me acomodo.
Entre los dos ayudamos a Ismaíl, que se acurruca entre ambos y cuando el resto también sube, los estilizados corceles arrancan la marcha.

Todos se ríen y charlan y se babean por el entorno principesco.
Yo sólo miro sin ver, escucho sin oír y me quedo en silencio.

No puedo dejar de pensar.

Es un momento de agobio que me embota la cabeza.
Estaba decidida y de repente me llené de dudas. Y eso es como el vómito subiendo y bajando por mi garganta. Algo que me descompone y me comprime el pecho.

Ya hasta estoy perdiendo mi paciencia. No puedo pasarme los días en este ida y venida. No es sano para nadie.
Mañana mismo le voy a restregar los resultados en la cara y ya...
Que reaccione como reaccione me vale.

—Mi vida, quita esa cara —me da un pellizco en el brazo.

—Es importante —mascullo, mirando al frente—, pero no quieres escucharlo.

—No seas melodramática mi gitana loca —sus palabras arrastran la risa que le genera mi actitud—. No estoy diciendo lo contrario. Siempre será importante todo lo que concierne a ti, pero hoy quiero redimirme de lo mucho que te ignoré en la semana y premiarte después de las cosas que te dije y que sé que no te han gustado —se acerca a mí y me da un estremecedor beso debajo del lóbulo de mi oreja—. ¿Me vas a dejar? Te prometo que apenas nos despertemos te siento en mi regazo y hasta que no me des esa buena noticia no te suelto.

La molestia empieza a entibiarse y sus palabras de niño grande y caprichoso me sonsacan una carcajada.

—Bien —replico.

—Vamos a pasar la noche en una habitación de reyes, con vistas al río. Lo podemos hablar incluso mientras abres mi presente si es que te urge tanto.

El tono vibrante y viril en su voz me da un delicioso escalofrío que recorre mi columna.

—¿Cuál presente? —musito con la vista puesta en la bocota abierta de Bruna que no para de soltar carcajadas.

—El de la bolsa roja, mi vida —planta otro beso en mi mejilla y con su dedo me hace cosquillas en la nuca—. Espero que no lo hayas abierto.

—Para nada.

—Buena niña —su mano se cierra en mi nuca, que queda tapada por mi abundante cabellera y ejerce una ligera presión que me obliga a cruzar las piernas—. Te va a fascinar.

—¡Dios mío esto me hace acordar a la Bella y la Bestia! —la voz en alza de Bruna nos pone a todos a observarla—. ¡La Bella y la Bestia la secuela! —se ríe a carcajadas.

Está clarísimo que las tres copas de champán que se tomó en el viaje ya surtieron efecto.

—Bella Nicci Leombardi, Rashid Bestia Ghazaleh —se tapa la boca y yo la miro com advertencia. Un poco de alcohol y la lengua de Bruna puede volverse una cloaca—. Todo igualito. Secuestro, Estocolmo, maltrato y vivieron felices para siempre.

Alex la toma del brazo e intenta distraerla para que no siga soltando bobadas que al final me van a llevar a un punto al que yo no quiero llegar hoy. Al menos no delante de mi marido y de mi hijo.

—¿Porqué no te tomas un trago de agua y cierras la boca? —con la cabeza apunto a unas botellas de agua mineral que acompañan otra botella de champán, cortesía de bienvenida.

—¡Es que Nicci, no seas mala! —su risa me hace rechinar los dientes. El alcohol la transforma pero eso ya no es novedad para mí, lo engorroso sería que su transformación me termine cagando la noche.

—Bruna, hazme el favor y tómate un trago de agua.

Ella me ignora y el ambiente lejos de ser festivo y encantador comienza a tornarse incómodo, tenso y desagradable principalmente para mí porque de reojo lo veo a Rashid crispado con las manos cerradas en puños y respirando con furia.




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