Hay días en los que me despierto con todo el ánimo del mundo.
Me levanto, me baño, me preparo algo de comer y, por un momento, siento que estoy haciendo las cosas bien. Esos días son raros, pero cuando ocurren, quiero aprovecharlos. Me emociono.
Cuento con entusiasmo lo que hice, como si cada pequeño logro fuera una gran victoria, porque para mí, lo es. Sin embargo, cuando comparto mi alegría, lo que recibo a cambio es un “Eso lo puede hacer todo el mundo”. Esas palabras aplastan mi esfuerzo.
Claro, sé que bañarse, comer y ser productivo es lo mínimo que la mayoría de las personas hace a diario sin pensar mucho en ello. Pero para mí, cada uno de esos actos es una batalla ganada.
No soy "todo el mundo".
No saben lo que me cuesta levantarme cada maldito día, lo que implica enfrentarme al espejo y decirme que puedo, cuando lo único que quiero es quedarme bajo las sábanas, escondida del mundo y de mí misma.
Vivir asi es como cargar un peso invisible pero asfixiante, una carga que no se ve pero que se siente en cada rincón de mi ser. La simple existencia se convierte en una batalla constante, y cada pequeño esfuerzo parece un desafío monumental.
No es solo la fatiga física; es una fatiga mental y emocional que me drena lentamente. Me encuentro luchando para encontrar energía incluso para las tareas más básicas, las que antes solían ser simples. A veces, simplemente levantarme de la cama se siente como escalar una montaña.
Mantener una apariencia de normalidad es abrumadora. Sonríe, actúa como si todo estuviera bien, responde a las preguntas como si tu vida no fuera un caos interior. Todo esto requiere un esfuerzo desmedido, un acto constante de enmascarar el dolor y la desesperanza. Es como si estuviera viviendo una doble vida:
Me da rabia, porque parece que nadie entiende lo duro que puede ser, mi cuerpo y mi mente me juegan en contra.
Lo último que necesito es que me lo minimicen. No estoy buscando aplausos ni halagos, solo un poco de comprensión. A veces, lo único que quiero es que me entiendan, aunque sea un poquito.
Y luego están esos otros días, los días en los que no puedo levantarme. Días en los que lo único que quiero es estar en la cama, desaparecer en el colchón, dejarme envolver por el silencio y el sueño.
Pero no puedo.
No puedo, porque si lo hago, el mundo me etiqueta. Me llaman "vaga", "floja".
¿Qué saben ellos de mi?
No ven la tormenta que llevo dentro, no entienden que a veces dormir es lo único que me da un respiro.
No se trata de no querer hacer nada, se trata de que hay momentos en los que ni siquiera puedo respirar sin sentir que estoy fallando. Siento que todos tienen expectativas sobre mí: ser productiva, estar bien, seguir adelante, aunque por dentro me esté cayendo a pedazos.
Y esos días en los que no puedo levantarme, en los que solo quiero desaparecer, son los más duros, porque no me permiten mostrarme débil. No me permiten descansar.
Y, sin embargo, cuando me esfuerzo, cuando logro hacer algo que para mí es gigante, lo hacen parecer insignificante. No saben lo que me cuesta enfrentar cada día. No saben lo agotador que es tratar de ser “normal” cuando lo que más deseo es cerrar los ojos y que el mundo desaparezca por un rato.
Solo quiero que, por una vez, alguien entienda que mi tormento, aunque invisible, es real.
Ojalá pudiera dormir para siempre...
#2953 en Otros
#130 en No ficción
#799 en Relatos cortos
desahogo mental y emocional, miedos sin fin, quiero ser normal
Editado: 16.11.2024