Al borde del colapso.

Culpa

Merezco todo esto.

A veces me pregunto si rompí algo en el camino, si tomé una decisión tan desastrosa que ahora estoy pagando por ella. Porque, sinceramente, no entiendo por qué me pasa todo esto.

¿Realmente merezco este dolor?

¿Merezco acostarme cada noche con las lágrimas empapando mi rostro, con ese nudo en la garganta que parece no querer irse nunca?

Es imposible no repasar cada momento, cada error, cada vez que fallé. Mi mente se convierte en un lugar oscuro y solitario, donde solo existe espacio para mis fracasos. Los examino una y otra vez, como si al desmenuzarlos pudiera encontrar una razón, una respuesta que me explique por qué todo se desmorona.

Pero, por más que busco, no la encuentro. Y me quedo preguntándome si realmente fui tan mala persona, si de verdad soy tan mierda como a veces me siento.

Es un pensamiento constante, como un eco que nunca se apaga.

Me pregunto si herí a alguien sin darme cuenta, si fui egoísta, si no estuve a la altura de lo que los demás esperaban de mí. Tal vez lo merezco, tal vez este dolor es mi castigo por todas las veces que fallé, por todas las promesas que rompí, por todas las palabras que no debí decir o las que debí haber dicho.

A veces me convenzo de que esta es la única explicación posible, porque de lo contrario, ¿por qué estaría pasando por esto?

¿Merezco estar atrapada en esta tormenta de pensamientos, sentir que no importa lo que haga, todo va mal?

Hay días en los que lo único que quiero es un respiro, un momento de paz. Pero incluso en esos momentos de calma, mis pensamientos me traicionan. Es como si mi mente estuviera programada para recordarme, una y otra vez, que fallé.

Y entonces, me pregunto: ¿fui realmente tan mala persona?

No puedo dejar de pensar en las veces que herí a alguien, aunque no fuera mi intención. Las veces que dejé de lado a quienes me querían, las veces que me equivoqué y no supe pedir perdón a tiempo. Esas memorias me persiguen, y aunque trato de justificarme, de decirme que todos cometemos errores, el peso de la culpa es demasiado fuerte.

Quizás soy peor de lo que quiero admitir. Quizás, en el fondo, soy lo que más temo: una decepción.

Tal vez eso explica por qué todo se siente tan roto, por qué no logro avanzar, por qué cada día parece perdido. Me pregunto si alguna vez podré liberarme de esta sensación, de este dolor constante que llevo dentro.

Pero, ¿realmente merezco esto?

¿Merezco vivir con esta carga, con la sensación de que, por mucho que lo intente, nunca será suficiente?

No lo sé. Solo sé que cada noche, cuando cierro los ojos y las lágrimas me encuentran, me pregunto si algún día podré perdonarme por lo que sea que hice, o por lo que sea que no fui capaz de hacer.




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